DRA. BEATRIZ BUSTOS: “LA INDUSTRIA SALMONERA VOLVIÓ A OLVIDARSE QUE TRABAJA CON SERES VIVOS Y ESTÁ TOMANDO DECISIONES EN FUNCIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD”

En un contexto marcado por la muerte de millones de salmones debido a un florecimiento de algas y la pérdida de miles de puestos de trabajo, la académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo alerta sobre los desafíos que enfrenta la industria salmonera para superar su crisis, así como las decisiones que debe tomar el Estado para fomentar el desarrollo en las regiones que basan su actividad económica en las materias primas.

El reciente anuncio de 4 mil nuevos cupos de capacitación para trabajadores desvinculados de la industria salmonera luego de un repentino florecimiento de algas que produjo la muerte de miles de salmones, es el último capítulo de la crisis que arrastran las empresas del sector desde que hace casi 10 años se detectaran los primeros casos de virus de Anemia Infecciosa del Salmón (ISA).

Entre el 2007 y el 2010 las empresas dedicadas a la salmonicultura enfrentaron un escenario extremadamente complejo: debido a un brote de virus ISA se perdieron alrededor de 26 mil puestos de trabajo, las pérdidas económicas ascendieron a 5 mil millones de dólares y numerosas empresas desaparecieron o debieron fusionarse para sobrevivir.

Las consecuencias de este desastre fueron varias según Beatriz Bustos, doctora en Geografía y académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU), quien destacó los efectos a nivel sociocomunitario y al interior de la industria a partir de una serie de investigaciones y tesis guiadas sobre este tema, el que fue abordado desde el punto de vista de la política ambiental y la geografía del desarrollo. 

Hubo una restructuración del modelo de negocios, con fusiones y quiebras, y también cambios en las prácticas productivas, se incorporaron nuevas tecnologías, cambios en los tipos de alimentos que se le dan a los peces y una transformación en trabajos de mejoramiento genético”, explicó Bustos, quien además detalló que las empresas se vieron obligadas a replantearse la relación que tenían con la comunidad regional.

“La crisis del virus ISA fue un punto de inflexión porque el principal efecto que tuvo en las personas fue el desempleo. Empresas como Marine Harvest despidieron a todos sus trabajadores en un día, operarios y profesionales, afectando además al comercio”, aseguró la académica, quien afirmó que si bien las grandes empresas pudieron renegociar su deuda, los proveedores y las pequeñas empresas asociadas a la salmonicultura no tuvieron esas facilidades, por lo que quebraron o debieron aplicar diferentes estrategias para sobrevivir.

“Hubo quienes dejaron de trabajar para la industria salmonera, otros buscaron otros clientes para no depender de ellos, y también hubo casos de gente que aguantaron la crisis con la esperanza de que cuando se recuperara la producción, serían los únicos proveedores en el mercado”, relató la académica.

Pero uno de los efectos más complejos fue que la industria se dio cuenta que no había una identificación de la región con la salmonicultura. Nadie dice ‘salmón’ y se pone la camiseta por el sector, no hay un vínculo afectivo si no laboral, que se corta cuando no hay empleo. Fue en ese momento que hubo empresas que se dieron cuenta que tenían que abrirse a la región, para que la comunidad sintiera que la industria era regional”, afirmó Bustos.

Esto se suma a que a nivel internacional la industria salmonera chilena está participando de los “Diálogos de la acuicultura sustentable”, una iniciativa que busca generar un esquema de certificación de calidad para la acuicultura para demostrar y promover prácticas sustentables.

“Todas las empresas participantes, incluyendo las chilenas, firmaron un acuerdo que indica que para el 2020 todas las operaciones y empresas tienen que estar certificadas”, aseguró Bustos, por lo que deben cumplir una serie de estándares con varias dimensiones, incluida la relación con la comunidad lo que según la profesora de FAU gatilló la creación de oficinas de responsabilidad social corporativa.

Sin embargo, existen diferencias entre las empresas sobre cómo enfrentar esta disyuntiva. “Hay algunas compañías que reconocen su actor de rol preponderante en las localidades y asumen que tienen que tener un rol protagónico, pero otras dicen que la responsabilidad del desarrollo local, de la infraestructura, educación y salud le corresponde al Estado”, destacó Bustos.

Desafíos del Estado y la industria

Luego de la crisis del virus ISA, las empresas salmoneras implementaron una serie de cambios, que incluyeron el cambiar la forma como se estaba pensando la producción. “La gran lección del virus ISA es que el salmón era un ser vivo y las decisiones de la industria se estaban tomando en función de números productivos”, aseguró Bustos, quien recordó que durante una de sus investigaciones algunos empleados le contaron que hubo gerentes que jamás habían visitado una jaula de producción, ya que el objetivo central era aumentar la productividad.

Lamentablemente, Bustos cree que las recientes pérdidas producidas por el florecimiento de algas demuestran que “la industria volvió a olvidarse que trabaja con seres vivos y está tomando decisiones en la misma lógica anterior. El precio del salmón sigue en una etapa baja y la deuda de arrastre que tienen las empresas más el aumento del coste de producción tras los cambios realizados” son los principales factores para esta situación.

A ello se suma la fuerte competencia con el salmón noruego, que maneja precios más baratos a nivel internacional, y las presiones ejercidas por las grandes cadenas de supermercados en otros países para que exista una certificación respecto a la cantidad de antibióticos utilizados en la producción.

La profesora Bustos apuntó también a la responsabilidad del Estado en la actual situación de desempleo y crisis periódicas que afectan a las zonas productoras de salmón. “Esta situación es propia de una economía de commodities. Nuestras regiones van a pasar permanentemente por períodos de boom y crisis que afectan la configuración territorial, el tipo de empleo, la capacidad de resiliencia de las comunidades regionales y también para absorber los impactos de la bonanza”, señaló la académica.

Así, recordó que la región de Los Lagos se transformó totalmente con el desarrollo de la acuicultura, la gente dejó de emigrar, la luz llegó a la mayoría de los pueblos, se mejoraron los caminos y crecieron las ciudades sin que existiera una planificación para enfrentar esos cambios. “Si en los 90 cuando comenzó el boom salmonero se podía proyectar este crecimiento, ¿por qué el Estado no planificó un nuevo hospital para Chiloé?, ¿por qué ahora, cuando es tan urgente construir uno, la prioridad es tener un puente?, ¿quién lo necesita y para qué? Todo esto tiene que ver con este modelo de desarrollo”, explicó Bustos, quien aseguró que el Estado sólo ha reaccionado ante las contingencias sin una reflexión o una visión estratégica del desarrollo nacional.

Texto: Felipe Ramirez

Santiago de Chile, 10 de mayo 2016
Crónica Digital /uchile.cl

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