Hace 23 años un experto francés logró el rescate de una cepa que se daba por perdida, Carmenére, en la actualidad emblema de los vinos de Chile que hoy celebra el país austral por todo lo alto.
Ferias Internacionales y degustaciones adornan la semana, con cifras muy alentadoras para el cuarto exportador mundial de vinos. Sólo de Carmenére, Chile produjo 25 millones de litros en 2016 y hasta septiembre pasado, ya tenía 22 millones.
Anoche y hoy, se celebrará en la ciudad de Talca, en el centro de Chile, la XVI edición de La Noche del Carmenére, auspiciada por la Ruta del Valle del Maula, una de las más importantes en la producción de la bebida de los dioses.
Mario Pablo Silva, presidente de Vinos de Chile, recordó el posicionamiento del sector dentro de la economía nacional, con un rango de ventas de mil 900 millones de dólares al año, que representa el 12 por ciento de las exportaciones del país.
De la cepa Carmenére, la nación sudamericana tiene el 80 por ciento de la producción mundial, a la que se añade también en gran volumen Cabernet de Sauvignon, Merlot, Syrah, Pinot Noir y Malbec, entre otros en los tintos, y Sauvignon Blanc y Chardonnay en blancos.
La cartera es mucho mayor para satisfacer las demandas de los principales compradores, Estados Unidos, Brasil, China, Reino Unido y Canadá, aunque también hay un importante mercado en Japón, Corea del Sur, Australia, México, Panamá y Perú.
En realidad, la Carmenére se extinguió en Europa y en particular en su natal Médoc, Burdeos, en Francia, como consecuencia de la plaga de la filoxera en la segunda mitad del siglo XIX.
La Filoxera (insecto parásito de la vid) atacó primero a Francia en 1863, después siguió destruyendo las mejores cepas europeas y se instaló en California, Estados Unidos, en 1873. Su vuelo imparable dañó igualmente a Australia en 1875 y a Sudáfrica en 1880.
Sin embargo, viticultores europeos, junto con amantes del vino en Latinoamérica, se apresuraron en salvar todas las cepas posibles y las trasladaron al Nuevo Mundo. Esa es la explicación de cómo llegó a Chile la Carmenére.
El redescubrimiento fue otro problema y por una sospecha lanzada por el enólogo francés Claude Valata de que el Merlot chileno no lo era, en noviembre de 1994 vino el también experto galo Jean Michel Boursiquot.
En una conversación reciente con Prensa Latina, el ingeniero agrónomo y ampelógrafo Boursiquot, recordó que se trasladó a Viña Carmen y allí comenzó a comparar los cultivos.
Fue fácil notar la diferencia entre las hojas y los filamentos de las flores, en la época precisa, en el lugar justo, detalló el especialista.
Desde entonces, Chile comenzó a aprovechar la coyuntura para convertirse de hecho en el coloso de la Carmenére.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 25 de noviembre 2017
Crónica Digital /PL