Por Néstor Marín
La posibilidad de que el Reino Unido abandone la Unión Europea (UE) se antoja hoy cada vez más cierta, a tenor de los discursos de los dos candidatos a suceder a la dimitente primera ministra Theresa May.
Tanto Boris Johnson, euroescéptico a careta quitada, como Jeremy Hunt, quien en el referendo de 2016 hizo campaña a favor del bloque, pero ahora aboga por dejarlo, han dicho, con mayor o menor seguridad, que el 31 de octubre será el Día D para los británicos.
Según Johnson, quien se perfila como favorito para mudarse a finales de julio próximo al número 10 de Downing Street, la salida del Reino Unido de la UE no solo es viable, sino impostergable.
Debemos mantener nuestra promesa al pueblo británico y concretar el Brexit -sin peros ni condiciones, y sin un segundo referendo, sentenció el controvertido político en uno de sus discursos proselitistas.
La promesa de Johnson, sin embargo, está dirigida al 52 por ciento de los británicos que votaron a favor de abandonar la alianza europea en la consulta de 2016, pues el 48 por ciento restante todavía quiere seguir siendo miembro de la UE.
Hunt, por su parte, se muestra más comedido, y aunque dice que llegado el caso, optaría por un divorcio en malos términos, preferiría primero explorar la posibilidad de renegociar el acuerdo firmado por Theresa May con sus pares europeos para que la ruptura sea lo menos traumática posible.
El tratado de retirada, que fue rechazado tres veces por el Parlamento británico, contemplaba un periodo de transición de 21 meses, pero en el caso de un Brexit duro, el Reino Unido se quedaría fuera, de la noche a la mañana, del mercado común y la unión aduanera, los cuales evitan las inspecciones de mercancías en frontera y la imposición de tarifas a las importaciones.
Londres también dejaría de ser parte de la Corte Europea de Justicia, la Europol y de otras instituciones encargadas de regular desde los medicamentos hasta las marcas registradas.
Según detalla la cadena BBC, a partir de ese momento, todas las relaciones comerciales de Londres con el continente tendrán que regirse por las regulaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con la consiguiente imposición de tarifas a la mayoría de los productos británicos.
Un Brexit sin acuerdo afectaría también a la banca, a las empresas aseguradoras, y provocaría demoras interminables en puertos y aeropuertos a ambos lados del canal de La Mancha.
La televisora británica recuerda además que la derogación de la polémica salvaguarda propuesta por la UE para evitar una frontera dura entre ambas Irlandas, obligaría a establecer puntos de control en la línea divisoria, sobre todo para los alimentos y los productos químicos.
Otro asunto que disparó las alarmas en Europa fue la amenaza de Johnson de no pagar los 39 mil millones de dólares acordados como parte del divorcio.
En opinión de los analistas de la BBC, la negativa a honrar el compromiso no solo podría terminar en una demanda contra el Reino Unido sino que podría dar al traste con la credibilidad de Londres a la hora de firmar futuros pactos con sus antiguos aliados.
Los seguidores de Johnson alegan, por su parte, que el futuro no será tan negro como lo pintan los detractores de una salida sin acuerdo.
Uno de ellos, el parlamentario John Redwood, aseguró días atrás a corresponsales extranjeros que “lo de la frontera irlandesa es un problema totalmente inventado”, y que el impacto económico tampoco será tan dramático.
El nuevo líder del Partido Conservador, quien automáticamente se convertirá en Primer Ministro del país, será elegido entre el 6 y el 22 de julio próximo mediante el voto postal de los 160 mil afiliados a la organización.
Londres, 28 junio 2019
Crónica Digital /PL