Cuando Sebastián Piñera estaba a punto de terminar su anterior mandato en el Palacio de La Moneda, un fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en 2014 dejó mal parado a Chile ante Perú.
Aunque las reacciones fueron confusas en un inicio, lo cierto es que el tribunal de La Haya resolvió modificar la frontera marítima entre Chile y Perú en una sentencia inapelable que fue recibida como una especie de salida intermedia.
Lima obtuvo menos de lo que quería pero redujo los límites de Chile, si bien el país austral no perdió tanto como podía.
Los años subsiguientes, incluido el propio 2014, resultaron más tensos y complicados de lo previsto en una relación llena de sobresaltos entre Ollanta Humala y Michelle Bachelet, hasta que el debilitamiento del gobernante peruano calmó los ánimos.
Con la llegada al poder de Pedro Pablo Kuzcynzki los nexos se volvieron amistosos, y el ahora dimitente jefe de Estado peruano visitó Chile en dos ocasiones, la primera a punto de asumir durante la Cumbre de la Alianza del Pacífico en 2016.
Si Kuzcynzki logró un significativo acercamiento con la socialista Bachelet, no podía ser menos con un aliado de su signo de la derecha y pese a la crisis en Perú, se dio un salto a Santiago para la toma de posesión de Piñera hace menos de dos semanas.
Anfitrión de la Cumbre de las Américas a mediados de abril y uno de los promotores del llamado Grupo de Lima -concertación detractora del Gobierno de Venezuela-, su salida de la presidencia de Perú es una mala noticia para Chile.
Articular la cita cimera en la capital de la nación incaica con un mandatario de última hora, Martín Vizcarra, el vicepresidente primero, crea incertidumbre sobre todo con el ambiente ya caldeado.
El rechazo del mandatario peruano a la participación del gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro, los foros paralelos que sesionan en Lima y el anuncio del viaje del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, anticipan una cumbre bastante movida.
Cuánto cambiará la situación con Vizcarra, es una pregunta sin respuesta por ahora.
Pero de hecho es un tema susceptible a análisis respecto al gran acelerador que mantiene la Alianza del Pacífico (Chile, México, Colombia y Perú) en su afán de convertirse en grupo predominante de la región.
El otro aspecto no menor es los lazos con Chile, con una tregua permanente antes decretada por Kuzcynzki. Nada bueno para la administración de Piñera, en pleno proceso de alegatos en La Haya con Bolivia, que exige una salida soberana al mar.
En ausencia del canciller Roberto Ampuero, actualmente en las sesiones de la CIJ, el ministro de Justicia y titular en funciones del Exterior, Hernán Larraín, se limitó a decir que
“respetamos las decisiones que toman los países”.
Aseguró que el Gobierno es un “fiel seguidor del principio de no intervención en asuntos externos”.
De todas formas, lamentó la “determinación del Presidente peruano quien ha sido amigo de Chile durante su gestión. Hemos logrado avanzar en el proceso de cooperación, generar confianzas y lograr una mayor integración entre ambos países”.
“Esperamos que hacia el futuro podamos seguir trabajando bajo el mismo espíritu (…), también quiero manifestar que es de nuestra voluntad que el proceso de transición sea lo más pacífico y en conformidad a la Constitución y leyes”, apuntó Larraín.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 22 de marzo 2018
Crónica Digital /PL