Tan henchida como fructífera ha resultado la carrera de la agrupación musical “Buena Fe” de Cuba, liderada por Israel Rojas, una especie de viajero que aplica la filosofía como una herramienta para convivir en armonía.
Cuando transcurren 20 años de plena actividad creativa, la aventura para el artista que la descubre se torna extraordinaria y lo inexplorado surca el complejo sendero de la conquista.
Para este trovador (nacido en la más oriental de las provincias cubanas, Guantánamo), resistente a los consabidos escenarios adversos del devenir diario, dos décadas representan mucho en lo profesional y en lo humano, pero con mucha “buena fe” ganó en confianza.
“Nos sentimos muy contentos porque la vida nos llevó por ahí”, expresó el compositor y director de la banda en entrevista exclusiva con la Agencia Informativa Prensa Latina.
El argentino Carlos Gardel, apodado en el mundo de la música “El zorzal criollo”, acuñó para la eternidad su frase “Veinte años no es nada”, alegato que sirvió para preguntarle al entrevistado cómo valora estos cuatros lustros de intensa producción artística. Sin titubeos la respuesta brotó de su fértil imaginación.
“No sé si para Gardel no fueron nada, pero para nosotros han sido de gran crecimiento en lo profesional y en lo humano, de mucha camaradería; creo que cuando el Rey del tango dijo que Veinte años no es nada es porque se van demasiado rápido”, reflexionó.
Precisó: “Sin duda, cuando uno lo mira en retrospectiva parece que fue ayer cuando empezamos Yoel –compañero inicial del dúo Buena Fe– y yo con esto de la cantada, pero ha valido la pena, ojalá nos regale la vida 20 años más”.
En el universo creativo, los poetas y artistas en general, sondean a sus musas y juguetean con ellas para hallar la inspiración, aunque sin forzarlas, como el caso de Rojas, quien en el umbral de su carrera tuvo que apelar a la convicción de crear algo donde no existía nada.
“Crécete o crécete”, era un imperativo y también el dilema a “resolver entre este trovador y su yo interior en la nueva etapa que se avecinaba en aquel momento”, reconoció.
Y a base de fe y el absoluto convencimiento de lanzarse al océano, y construir una sólida nave, el éxito comenzó a asomar para el entonces dúo de Israel y Yoel, quienes crearon la embarcación en la cual rescataron sus sueños.
El intento no fue en vano. Aquel “Arsenal” (nombre del segundo disco, 2002) de ideas refulgió y dos años después nació “Corazonero”, un álbum que considera reparador.
Luego de aquella primera fase de aprendizaje, de encontrarse y descubrirse, emergió un equipo, ya bien definido; y, como el arte nunca miente, según una frase del propio líder del grupo, emprendieron el camino con la canción como proa y Rojas su timonel.
Desde la primera producción discográfica bajo el título “Déjame entrar” (2001), el proyecto se asomó por la tan aludida puerta ancha; más, el ingenio del cantautor a la hora de componer dejó ver a las claras quién es.
Si parafraseamos a Israel Rojas aparece una posible respuesta: “Soy lo que ves”, un “Sobreviviente” entre equilibrios de caer y de seguir, pero la realidad se sustenta en las letras de sus temas, las cuales pueden ser muchas revelaciones a la vez.
Nunca estuvo solo. Siempre lo acompañó con su guitarra el otro fundador de Buena Fe, Yoel Martínez, quien le dio un impulso importante para formar el primigenio dueto.
“Si alguien me quiere encontrar lo va a hacer en canciones en las cuales creo estar más con la piel en el cuaderno, como ‘Papel en blanco’, melodía con algunos trazos de la persona que procuro ser en lo ideal y en lo pragmático de la vida”, confesó.
Sostuvo: “Intento en todo momento militar en el bando de los creadores, muy enfocado en la canción, en tratar cada dos años de tener un paquete de interesantes composiciones para regalarle al público, pero sin intención de trascender, solo ser consecuente con el tiempo que me tocó vivir”.
“Quién soy yo” (álbum Carnal, 2019), por ejemplo, es una historia de amor, pero no es precisamente un reflejo del ego del artista, reconoció Rojas, quien en su entrevista citó al poeta argentino Jorge Luis Borges.
Recordó el poema de Borges “El remordimiento”, escrito días después de la muerte de su madre en 1975 y referido a la infelicidad de un hombre, devenida pecado para el erudito argentino.
“Hay un poema muy hermoso, visceral y artísticamente impecable del reconocido escritor, en el cual confesó su infelicidad; fue increpado muchas veces por ese soneto, pero siempre dejaba clara la plenitud de su existencia. Estoy seguro de que Borges sí fue feliz”, señaló
Y “es lo mismo. La obra es una cosa y el creador otra”, indicó al referirse a aquel tema musical, ubicado dentro del disco “Carnal” en la posición ocho.
Para este compositor, líder de una banda que congrega a multitudes, vivir es un episodio maravilloso en sí tomándose en serio y asumiendo sus retos.
“La sociedad cubana actual coexiste entre choques de pensamientos sumamente interesantes”: así resumió la valoración de su país Israel Rojas. “Cuba es mi templo”, sostuvo, “y la música mi cobija”. Explicó: “Es ese mi punto de vista, contando los amigos con los que conversar, un excelente libro a mi disposición, una buena película y mis aparejos para hacer canciones, soy feliz así, todo lo demás son blues”.
De poesía se nutre la vida, pero su lema radica en apoyarse en ella para después integrarla con la música. “No me considero un poeta. Lo digo porque la canción, aunque tenga un enlace directo con la lírica, sin la melodía no está completa”, reconoció.
“Me gusta cuando recuerdan las letras, claramente, pero más saboreo el momento en el cual tararean esa melodía que sostiene lo expresado en el papel”, precisó el intérprete.
Por Daimarelys Pérez Martínez. La autora es periodista de Radio Prensa Latina.
La Habana, 31 de enero 2021.
Crónica Digital / Prensa Latina.