A fines de mayo de 1985, Fidel Castro habló durante 23 horas sobre el cristianismo y otros temas religiosos con el teólogo Frei Betto. Su formación familiar y su visión crítica de la educación recibida en colegios católicos, y su valoración de la Teología de la Liberación, son algunos de los temas a los que se refirió Fidel en esa profunda y trascendental entrevista.
El connotado intelectual revolucionario Armando Hart Dávalos en 1985, en la introducción a la primera edición cubana del libro, que alcanzó más de un millón de ejemplares, dijo que, al concluir el diálogo entre el militante de profunda fe cristiana y el conocido dirigente comunista, ambos se sintieron más seguros de sus propias convicciones y más interesados en estrechar y profundizar relaciones en la lucha revolucionaria. Según su observación, que fue testigo de la conversación, la raíz del “milagro” se explicaba porque esos protagonistas de la histórica conversación nutrían su pensamiento en las fuentes originales del marxismo y el pensamiento cristiano.
“El dogma tan predilecto de los reaccionarios sobre la imposibilidad de entendimiento entre cristianos y marxistas se viene al suelo sobre el fundamento de una comprensión profunda de ambas doctrinas”, anotó.
Acerca de cuestiones tan importantes como la garantía de derechos a todos los ciudadanos, Fidel Castro admitió que hubo discriminaciones en las primeras décadas de la Revolución. Confesó: “Yo, por principio, no puedo estar de acuerdo con ningún tipo de discriminación. Así. Te lo digo francamente. Si me preguntan si existe cierta forma de discriminación sutil con los cristianos, te digo que sí, honestamente tengo que decirte que no es una cosa superada todavía por nosotros”.
Más aún, Fidel Castro señaló que consideraba la libertad religiosa como derecho inalienable del ciudadano. “Consideramos que se debe respetar el derecho de los ciudadanos a su creencia, como hay que respetar su salud, su vida, su libertad y todos los demás derechos. Es decir, considero que ese es un derecho inalienable a su pensamiento filosófico, a su creencia religiosa, a tenerla o no tenerla”, señaló.
Con seguridad, ese diálogo influyó en la decisión del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (1991) que admitió el ingreso a sus filas de los revolucionarios que aceptaran sus Estatutos y su Programa, con independencia de sus convicciones y creencias religiosas.
De aquel intercambio nació “Fidel y la Religión”, un libro del que se vendieron millones de ejemplares, con múltiples ediciones en diversos idiomas. Estas son algunas citas del trabajo:
“Las cualidades que nosotros requeríamos de aquellos compañeros –asaltantes al cuartel Moncada– eran, en primer lugar, el patriotismo, el espíritu revolucionario, la seriedad, la honradez, la disposición a la lucha, que estuvieran de acuerdo con los objetivos y los riesgos de la lucha (…) No se le preguntaba a nadie absolutamente si tenía o no tenía una creencia religiosa”.
“Si la Iglesia decía: ‘amar al prójimo como a ti mismo’, eso es, precisamente lo que nosotros predicábamos”.
“Si en una revolución que entraña tanta justicia como la Revolución Socialista en Cuba existiera forma alguna de discriminación con relación a una persona por un motivo religioso, esto sólo sería útil a los enemigos del socialismo, a los enemigos de la Revolución; sólo sería útil a los que explotan, a los que saquean, a los que someten, a los que agreden, a los que intervienen, a los que amenazan, a los que prefieren exterminar a los pueblos de América Latina y el Caribe antes que perder sus privilegios”.
“Diría que si el Che fuera católico, si el Che perteneciera a la Iglesia, tenía todas las virtudes para que hubieran hecho de él un santo”.
“Aunque eso no consta en datos, ni en estadísticas, porque ya te digo, nadie hizo encuestas sobre esos temas, con toda seguridad muchos de los que participaron en el Moncada eran cristianos”.
“Cuando, por ejemplo, la Iglesia desarrolla el espíritu de sacrificio y el espíritu de austeridad, y cuando la Iglesia plantea la humildad, nosotros planteamos exactamente lo mismo cuando decimos que el deber de un revolucionario es la disposición al sacrificio, la vida austera y modesta”.
“Yo les recordaba a los obispos que, si la Iglesia tiene misioneros, nosotros tenemos a los internacionalistas”.
“Yo no estaba sugiriendo precisamente a los obispos la idea de organizar un Estado, pero les dije que, si lo hubieran organizado de acuerdo con los preceptos cristianos, organizarían un Estado similar al nuestro”.
“En ningún sentido está planteado ni concebido el cambio social profundo como algo que se proponga inmiscuirse en el fuero interno de una persona y negar el derecho de cualquier ser humano a su pensamiento y a sus creencias”.
“Es lógico que una teoría y una posición religiosa que vaya al reencuentro con lo mejor de la historia del cristianismo esté en absoluta contradicción con los intereses del imperialismo”.
“Los teólogos de la liberación han sido abanderados de ese acercamiento de la Iglesia a los pobres, del acercamiento de la Iglesia al pueblo. En ese sentido, es casi innecesario decir que veo con profunda simpatía el esfuerzo que han hecho estos hombres, que podríamos llamar iluminados, en esa dirección”.
“En mi opinión, la religión, desde el punto de vista político, por sí misma no es un opio o un remedio milagroso (…) Desde un punto de vista estrictamente político –y creo que conozco de política–, pienso incluso que se puede ser marxista sin dejar de ser cristiano y trabajar unido con el marxista para transformar el mundo”.
La Habana, 28 de mayo 2020.
Crónica Digital.