Tales peticiones fueron ignoradas. A finales de septiembre el Departamento de Estado decidió retirar a más de la mitad del personal de su embajada en La Habana, detuvo la emisión de visas en la isla, lanzó una advertencia de viajes a los norteamericanos, y ordenó la salida de 15 diplomáticos cubanos de esta capital.
Esos pasos, según se justificó la administración de Donald Trump, buscan garantizar la seguridad de los estadounidenses y responden también a la falta de acciones por parte de Cuba para proteger a los funcionarios, pese a las reiteradas garantías de La Habana de que cumple rigurosamente con la Convención de Viena.
Preguntado ayer sobre esta cuestión en la Casa Blanca, el jefe de gabinete del mandatario, John Kelly, se limitó a decir que Cuba pudo haber impedido los incidentes que Washington califica como ‘ataques’, aun cuando reconoce que las investigaciones no han tenido resultados concluyentes.
Más de dos meses después de que este asunto comenzara a ocupar titulares, hay muchas cosas que siguen desconocidas, como quiénes son las 22 personas que de acuerdo con el Departamento de Estado fueron afectadas o qué pudo haber provocado los síntomas de salud que se reportan.
Numerosos medios estadounidenses continúan abordando el tema desde la narrativa de que en la nación caribeña ocurrieron ataques acústicos contra los miembros del servicio exterior norteamericano, y dan por sentado el término pese a que la ciencia sugiere lo contrario.
Este jueves la Agencia Associated Press difundió un audio que supuestamente habría sido grabado por algunos de los empleados de la embajada estadounidense en La Habana, sobre el cual dijo que no está claro si tiene una relación directa con los daños aducidos.
Diversos expertos en la materia señalan que no se sabe de la existencia de un dispositivo sónico capaz de provocar los padecimientos descritos por la entidad federal -como pérdida auditiva, mareos, dolor de cabeza, fatiga-, y cuestionan una y otra vez el empleo mediático del concepto de ataques acústicos.
El diario británico The Guardian, por su parte, citó a neurólogos que consideran que la avalancha de misteriosas enfermedades podría haber sido causada por una forma de ‘histeria masiva’.
Aunque los expertos advirtieron que no es posible un diagnóstico adecuado sin mucha más información y acceso a las 22 víctimas mencionadas+ por el Departamento de Estado, estimaron que debería considerarse la posibilidad de un trastorno funcional debido a un problema en el funcionamiento del sistema nervioso.
‘Desde un punto de vista objetivo, es más como una histeria masiva que cualquier otra cosa’, le manifestó a la publicación Mark Hallett, director de la sección de control del motor humano del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos.
La ‘histeria masiva’ es el término popular para los brotes entre grupos de personas que son parcial o totalmente psicosomáticos. ‘Es importante señalar que los síntomas como este no son voluntarios. No son un signo de debilidad en la personalidad de un individuo ‘, manifestó el especialista.
Hay un gran número de personas que tienen quejas relativamente vagas, ha habido una exploración de posibles causas para esto y no se ha encontrado nada, y la noción de algún haz sonoro es relativamente absurda, agregó.
De acuerdo con The Guardian, cuando indagó sobre la posibilidad de trastornos funcionales, un portavoz del Departamento de Estado le reiteró que no tienen respuestas definitivas sobre la causa o la fuente de los ‘ataques’, sobre los cuales dicen mantener una investigación agresiva.
En medio de tantos aspectos aún ignorados, lo que sí se conoce es que el gobierno norteamericano se ha aprovechado de lo ocurrido para promover una reversión cada vez más evidente del proceso de normalización de relaciones entre ambos países.
No sabemos quién, cómo o qué, pero este giro de los acontecimientos ha sido aprovechado por el senador Marco Rubio y el presidente Trump, manifestó a Prensa Latina Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación sobre Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.
El investigador, uno de los autores del libro Diplomacia encubierta con Cuba: historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana, consideró que la cuestión sirve a ambas figuras para su agenda de retroceder la reconciliación iniciada bajo el expresidente Barck Obama.
Algo similar opinan los profesores Lisa Diedrich y Benjamin Tausig, de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, quienes consideran que la respuesta de Washington es solo el último ejemplo de la forma en que Trump ha tratado de aprovechar amenazas vagas para inspirar miedo y avanzar en su agenda.
En un artículo publicado en The New York Times con el título Sonidos misteriosos y enfermedades aterradoras como herramientas políticas de Trump hacia Cuba, recuerdan que el presidente republicano señaló durante mucho tiempo su deseo de revertir el proceso de normalización de los nexos bilaterales.
Por ello, apuntaron, no es de extrañar que su administración haya comenzado a hacer eso con la retirada de más de la mitad de los empleados de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana.
A decir de Diedrich y Tausig, no solo se desconoce la causa de los incidentes (si la hay), sino que tampoco se ha ofrecido evidencia de un ataque deliberado.
‘Trump como candidato y presidente ha explotado rutinariamente temores de amenazas ocultas vagamente definidas como una justificación para la política’, advirtieron.
Por Martha Andrés Román
*Corresponsal jefa en Washington
Washington, 13 octubre 2017
Crónica Digital/PL