Pararse en algún estrado y denunciar los abusos y crímenes de la dictadura a fines de los años setenta era un acto heroico. Más aún si esos estrados estaban en el interior de la Universidad Técnica del Estado que en ese tiempo parecía vivir su propio estado de sitio dentro de otro.
Álvar Herrera encabezó los primeros y peligrosos intentos por decir y hacer algo, por organizar a los estudiantes, por recuperar la jota y disponerla para la lucha que ya sabíamos sería larga, dolorosa y muy peligrosa.
Álvar se destacaba por su empeño y su desprecio casi absoluto por los peligros que tenían ser dirigente estudiantil y político cuando ambos roles eran considerados la suma de lo riesgoso.
La atmósfera de la Universidad Técnica del Estado era por entonces una sombra gris que se arrastraba por los pasillos, infectados de soplones y amenazas y en esas condiciones Álvar y un grupo de audaces compañeros lograron lo que era impensable: organizar a los estudiantes democráticos y disponerlos para luchar contra el tirano desde la histórica universidad.
Ha hecho falta destacar de aquel tiempo esas mujeres y hombres que arriesgaron tanto y tanto aportaron al regreso democrático. Y como duele que luego de ese tiempo épico de lucha y arrojo hoy se reconstruyan prácticas represivas tan parecidas.
Álvar fue un militante ejemplar. Y a pesar de sus reconvenciones, muchas veces duras por las que me increpaba por mis opiniones y por haber dejado de militar, nunca dejé de tener por él una gran admiración y un profundo cariño.
La última vez que lo vi fue hace ya algunos años, cuando en el Aula Magna de la USACH, se entregaban simbólicos títulos profesionales a los estudiantes de la UTE que quedaron en el camino.
Tampoco me trató muy bien entonces, pero no dejó de recordar aquella vez que con el Fafa estábamos a
cargo de su seguridad y lo sacamos con alguna dificultad para ponerlo a salvo de los intentos de la represión por detenerlo luego de su encendido discurso en la plaza Los Héroes, en la Alameda. Solo por eso te respeto, me dijo en un tono que no admitía réplicas.
He sentido la muerte del camarada. Y si algún costo tiene optar por liberarse de imposiciones, disciplinas y cotizaciones, es haberse alejado de esos héroes admirables que supieron entregar lo mejor de sus vidas por la causa de todos y que no han sido debidamente vindicados en su rol histórico. Mi cariño y solidaridad a la Patty por su pérdida.Por Ricardo Candia Cares
Santiago de Chile, 14 de junio 2016
Crónica Digital
Comparto la tristeza en la partida de Alvar, a quién conocí en los pasillos de la UTE en aquellos años grises. Vuela alto Alvar Herrera!
Hasta siempre, luchador, amigo, consecuente, leal, ….
Le conocí y milité con él en UTE Antof a gasta. La negra noche de la dictadura hizo
q nuestros caminos tomaran caminos diferentes, no así en nuestra militancia y lucha por acabar con el engendro,como ambos lo comprobamos con el reencuentro.Alvarez amigo,hasta siempre.
Mil veces venceremos!