A propósito de un evento al cual fuimos invitados el fin de semana pasado en Iquique, que versaba sobre la vigencia del marxismo, se formuló una pregunta que estimo necesaria de responder. ¿Tiene sentido la militancia política?
La crisis en política nunca es nueva. La política vive en crisis. Nuestra percepción sobre por qué y nuestra valoración sobre la influencia del paso del tiempo en la polític,a moldea para cada uno, una forma de ver la política en que probablemente aprecia más el pasado que el presente.
Uno de los factores claves de ello, es la militancia en los partidos políticos. Tanto a fines de los años 60 e inicios de los años 70 como luego a fines de los años 80, Chile se caracterizó por una alta participación militante, generalmente muy comprometida y disciplinada. Épocas de gloria partidaria pasada y que, visto hoy, parecen evidenciar el fracaso de los partidos para mantener en sus filas a miles de compatriotas unidos por proyectos y sueños de transformación colectiva, muchos aun por materializarse.
Uno de los elementos mas nocivos a la construcción de estos sueños colectivos ha sido, sin dudas, la utilidad que prestan los partidos como medio para poner a los suyos en cargos públicos. Esto, en estricto rigor, no es un problema a mi modo de ver. Es natural que en la conducción institucional se procure poner a “los propios” para asegurar la direccionalidad del proceso. Los inconvenientes surgen cuando “los propios” no están capacitados o son parientes; allí, comienza el descalabro y, lo más importante, la perdida de autoridad ética para continuar a cargo de un proceso. Es esa perdida de tipo ético moral, uno de los factores que redunda en la baja militancia hoy.
¿Y qué ha pasado? Hoy, surgen “nuevas” prácticas políticas, muchas de ellas referenciadas en prácticas anteriores que se pretenden superar. Se crean nuevos modos de convivencia, de dirección política y formas de participar. Se relativiza también el compromiso mas militante de asistir, trabajar y participar, que es propio de los partidos y se opta por sumarse a la crítica a éstos desde el lugar común, sin tener en cuenta lo positivo de la experiencia militante, tanto para las personas como para los procesos polítcos. Atrapados por la opinología interesada en vivir de la denostación de la actividad política, muchas “nuevas” prácticas se levantan no sobre la base de mejorar las formas cualitativas de participar, buscando nuevos principios, etc. sino que se levantan tomando distancia de los partidos, porque es lo más fácil. De esta forma, no hay interes real en conocer las experiencias militantes, no hay sintesis que permite superar las malas prácticas y no hay elaboración nueva; solo hay medidas y salvo muy casos puntuales, no se vislumbran verdaderas bases para un cambio de modo de organizarse políticamente.
Uno de los “errores” mas frecuentes es querer hacer de los partidos instancias eminentemente democráticas alejándolas de la acción política concreta. De esta forma, en vez de ser instrumentos de política y politización, se convierten en tiendas de mall que se dedican a ofrecer novedades y no proyectos. Esto no quiere decir que la estética no sea relevante, solo que que se desdibuja el sentido que tienen los partidos.
Ser militante, ser activista de la política es fundamental para la sociedad. Comprometer a los individuos en la acción política común es vital para el propio desenvolvimiento humano, lo ha sido, de hecho, en todo el proceso evolutivo. Por eso es vital reivindicar la participación en política.
Ahora bien, no obstante ello, hay que distinguir la necesaria y noble decisión de estar en política de las mejoras necesarias en la vida militante toda vez que la denostación de la política, de los dirigentes, de los partidos, etc. también tiene su origen en procedimientos, métodos y principios que afectan el modo de participar. En este sentido, al contrario quizás de una opinión mayoritaria, mi impresión es que dos son los problemas fundamentales de la participación en política hoy. El primero de ellos dice relación con el modo de develar la verdad. Aquella que nos explica y enseña con su revelación, el camino a seguir. Este proceso siempre, en todos los partidos, movimientos, etc, tiende a quedar en pocas manos. Ello, no es necesriamente malo, pero genera sesgos que fomentan relaciones entre afines, anulando la capacidad crítica, provocando verdades incompletas. El segundo problema, es la falta de disciplina. Esto merma la eficacia de la toma de decisión. Ambos problemas, son praticamente insolutas de forma conjunta por cuanto la extensión de la capacidad crítica probablemente debilita la disciplina. De esta manera, tal vez la única solución es práctica y es una que solo un militante puede dar; el compromiso con la linea política colectiva. Es decir, se necesitan militantes que compartan desafíos políticos mayores y dirigentes con tolerancia a la crítica.
Por Carlos Arrue
Analista Político
Santiago de Chile, 27 de octubre 2018
Crónica Digital