El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) acaba de pronunciarse sin ambages sobre la situación que viven los menores en el país en materia de discriminación. “En el sistema escolar siguen existiendo obstáculos para la educación de los niños”, afirmó la recién asumida representante ante Chile de ese organismo multilateral, Hai Kyung Jun, quien recalcó que “las principales barreras que enfrentan las niñas que se encuentran actualmente en el sistema escolar chileno son continuar sus estudios cuando están embarazadas y muy especialmente cuando son madres”, además de “alcanzar los mismos aprendizajes que los hombres en Matemáticas y Ciencias” (terra.cl, 7 de marzo).
En efecto, basta tomar en cuenta los resultados de la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) para advertir que el principal factor de deserción femenina, entre los 14 y los 17 años, es el embarazo y la maternidad. En ese sentido, poco o nada sirve una normativa que proclame la protección y declare el derecho a educarse si, más allá del género, son las condiciones socioeconómicas las que no pueden ser abolidas por decreto. “No existe un sistema amplio de cuidado infantil temprano que apoye la escolaridad de las madres estudiantes”, observa el UNICEF.
Sin embargo, el asunto va bastante más allá que esa circunstancia en Chile, pues las cifras del SIMCE, de PISA y de TIMMS muestran que la distancia en resultados empieza mucho antes de la pubertad. Hay un problema cultural en la medida en que existe un sistema económico que atribuye roles diferenciados a hombres y mujeres. Véase, por ejemplo, el acta de creación del Liceo 1 de Niñas de Santiago, que en 1895 planteaba como objetivo “formar futuras madres de familias y no prepararlas para seguir una carrera o profesión” (Citas para una Historia de la Educación, Academia Libre, 2014).
Si el exceso de entusiasmo lleva a alguien a creer que las cosas han cambiado, que sepa que Chile es hoy el segundo país del mundo con más alta brecha de género en educación (emol.com, 15 de abril de 2013) y que esperar la apertura institucional de líneas de investigación permanente en la materia sería como pretender que a las universidades del Consejo de Rectores les importara combatir la pobreza. Y si en el siglo XIX fue la Iglesia Católica la que se opuso expresamente al ingreso de las mujeres a la universidad, que el lector sepa que ahora desde el Departamento de Matemáticas de la Universidad Católica se pretende decirnos cómo combatir “el machismo”. “Cuando enseño un número par lo hago con pares de aros” (La Segunda, 4 de diciembre), se explica desde esa unidad académica, consagrando el sexismo en la formación, cuya brecha retrocede conforme se avanza hacia el quintil de mayor ingreso, porque las graves diferencias de género han sido invocadas también para ocultar las de clase.
Por Academia Libre
Santiago de Chile, 18 de marzo 2014
Crónica Digital