El milagro tiene nombre propio, espectáculo supremo de la naturaleza, única explicación posible para explicar cómo luego de 32 horas de travesía marítima la adrenalina se antoje incontrolable.
Habría que encomendarse a Hernando de Magallanes, el intrépido navegante portugués por hacer posible hoy día que un ferry comercial, Yaghan, en honor a la etnia que habitó estos parajes hace miles de años, recorra estas aguas gélidas.
Transitar por el Estrecho de Magallanes, descubierto en 1520, marca apenas la partida desde Punta Arenas, en el extremo sur del mundo. Luego las impresiones van cambiando de tonos, con los colores inéditos que deslumbran.
De hecho, disfrutamos de la Reserva de la Biosfera de Cabo de Hornos, un lugar estratégico que puede marcar pautas respecto al cambio climático en el orbe.
La capital de la Región de Magallanes y la Antártica chilena nos despide con tímidos rayos solares, que se enmascaran con nubes caprichosas que armonizan también con la policromía de la pintoresca urbe.
Olivier, un francés aventurero, Sandra, holandesa, y Brendan, irlandés, transmiten sus emociones de formas diversas. Pero todos, junto con el grupo de científicos y periodistas en una expedición hacia el Cabo de Hornos, nos sentimos fascinados.
Nos acompaña la cordillera de Darwin todo el trayecto, llamada así en esta zona del planeta en honor al naturalista inglés, quien sin dudas se inspiró en sus viajes por estos parajes para desarrollar su teoría de la evolución del hombre.
El doctor Ricardo Rozzi recuerda que hace miles de años y a pesar de la inclemencia del tiempo y la hostilidad general del clima, residieron numerosas etnias indígenas, fuente de inspiración de algunos nombres de enclaves como Tierra del Fuego.
Entre ventiscas nevadas, ligeras lluvias y temperaturas a ratos muy heladas, llega el punto de inflexión: los glaciares. En sus cimas, la blanquísima nieve parece dibujada por los más fértiles creadores de las artes plásticas.
Nada, sin embargo, es comparable con los matices azulados que nos ofrecen los glaciares Romanche, Alemania, Francia e Italia, éste último un tributo de la naturaleza indescriptible, por la majestuosidad de la caída de la nieve al pie del mar.
A poco de tocar Puerto Williams, el ferry hace su única parada para dejar provisiones en el puesto de Carabineros de Chile de Yendegaya. Los uniformados bajan con rapidez para descargar mercancías.
Uno de ellos relata a Prensa Latina que su labor consiste en custodiar la zona, apenas a tres kilómetros de Ushuaia, Argentina. Son 14 carabineros, que deben permanecer en funciones durante 40 días seguidos.
Luego, al cabo de ese período, son relevados y disfrutan de 14 días de vacaciones, “si las condiciones del clima lo permiten”, me aclara.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 22 de abril 2017
Crónica Digital /PL