Por Edel Suárez
Cuando ocurrió el golpe de Estado en Chile, el barco cubano Playa Larga, anclado en Valparaíso, se convirtió en un objetivo perseguido durante casi cinco horas en alta mar por la aviación y el destructor Blanco Encalada de la marina golpista.
La única información que se disponía de la nave cargada de azúcar era que su capitán el 11 de septiembre de 1973, ante los trágicos sucesos, ordenó a sus 43 tripulantes zarpar a toda máquina sin comunicarlo a las autoridades portuarias.
El capitán Julio López González, en su primera declaración a la prensa en alta mar, explicó a los enviados de Prensa Latina que decidió zarpar ante la difícil situación en un país en guerra civil, ninguna autoridad legal y serias amenazas de agresión.
Transcurrieron casi tres días de la espectacular fuga del Playa Larga para poder llegar a este encuentro en alta mar, durante una fría noche del océano Pacífico, en ruta hacia el puerto peruano de El Callao.
Luego de conocerse la precaria situación de los periodistas de la corresponsalía de PL en Santiago de Chile, tras el golpe y la agresión militar contra la motonave cubana, recibí instrucciones de presentarnos en el aeropuerto José Martí, acompañados de Sergio Canales, fotógrafo de la revista Verde Olivo.
Allí me uní al entonces ministro de Marina Mercante y Puerto, Joel Chaveco, quien presidía una delegación que salió hacia Perú para localizar y prestar la ayuda necesaria a los marinos cubanos.
En Lima, la Marina de guerra del presidente general Velasco Alvarado trataba de divisar en el océano Pacífico la presencia del Playa Larga, del cual, debido a problemas técnicos en su radio, no se tenían noticias desde que zarpó de Valparaíso.
Tras una angustiosa espera en la capital peruana, auxiliados por nuestro Corresponsal Manuel Robles (el Cholo), recibimos la información de que había sido localizado el barco y saldríamos a su encuentro desde el puerto de El Callao.
La expedición se llevó a cabo en una pequeña embarcación de la Marina peruana, tripulada por dos marinos, en la cual nos agolpamos junto al ministro Joel Chaveco, el embajador cubano en Lima, Antonio Núñez Jiménez, el consejero de la embajada Modesto Pérez y los dos enviados de Prensa Latina.
Luego de tres horas de travesía por una mar bastante picada y cuando ya oscurecía divisamos a lo lejos el parpadeo de un barco, al cual se acercó la delegación con mucho cuidado para inspirarles confianza.
La precaución resultó insuficiente, pues el capitán y sus hombres no confiaban en nadie después de lo que habían vivido; la embarcación en que viajábamos se acercó prudentemente a la escalerilla y comenzó una conversación casi a gritos en medio de la fría noche.
El diálogo, para que el capitán y la tripulación se convencieran de que hablaban con amigos, duró más de una hora en medio de un creciente bamboleo de la pequeña embarcación en que nos encontrábamos.
Al fin se comenzó a desplegar lentamente la escalerilla, la cual tuvimos que abordar en medio de muchas dificultades debido al pandeo del casco del Playa Larga, hasta que el primero en subir, el ministro Chaveco, se fundió en un abrazo con el capitán, que el fotógrafo Canales lamentaba no haber podido recoger.
Después del desahogo del capitán y sus tripulantes, pudimos recoger de primera mano los detalles del hasta ese momento inédito suceso, el cual Prensa Latina transmitió a todo el mundo en forma de primicia y denuncia.
El despacho, escrito a mano durante esa madrugada, comenzaba textualmente así:
A bordo del Playa Larga (Perú).- ‘Nuestra decisión era hundirnos con el barco, antes que rendirnos a los fascistas chilenos’, declaró el capitán del Playa Larga, Julio López González, luego de una penosa travesía de más de mil millas.
‘Los agresores tropezaron con esa decisión firme de nosotros, lo que seguramente los dejó bastante perplejos’, agregó el marino en el curso de una entrevista en la que narró los pormenores de la agresión sufrida por su motonave en aguas internacionales el pasado día 11.
Crónica Digital/PL