Su presentación fue en la víspera del 18 de octubre pasado, cuando se desencadenó la movilización social ciudadana de mayor envergadura en el curso de los últimos 30 años. El evento de lanzamiento de la novela “En Reversa” (Editorial Cuarto Propio), obra del escritor Freddy Araneda Osses, se realizó en la sede de la Fundación Progresa, cuando ya se multiplicaban por todo Santiago las evasiones masivas, protagonizadas sobre todo por estudiantes secundarios, en la Red del Metro.
Me correspondió ser uno de los presentadores. Al momento de hacer uso de la palabra comenté que ignoraba la razón por la que se me había solicitado ese encargo (que, por cierto, acepté con orgullo), en circunstancias de mi impericia en materia de Literatura. Comenté que, quizás, hubiera sido el resultado de que con Araneda compartimos un trozo significativo de historia común. En Los 80, en tiempos que se componía “El Baile de Los Sobran”, nos encontramos en las Alamedas y en la vetusta Avenida España en el centro de Santiago organizando la rebeldía de los estudiantes secundarios.
Estudiábamos en establecimientos educacionales vecinos a la altura de la quinta cuadra de aquella arteria. Freddy Araneda lo hacía en el emblemático Liceo Darío Salas, donde había organizado en la semiclandestinidad un movimiento democrático entre los estudiantes que fue bautizado “Revolución Dariana”, que logró un enorme respaldo y que organizó enormes movilizaciones al interior del liceo y en las calles. Ello era aún más notable, si se considera que teníamos otro vecino: a una cuadra, en República con Toesca, estaba el cuartel general de la temida Central Nacional de Informaciones (CNI).
Nos conocimos, pues, en los primeros intentos de levantar la unidad social de los estudiantes secundarios en contra de la tiranía, para oponer resistencia a su proyecto de educación de mercado, por entonces en su primera etapa de implantación, y para contribuir a poner fin a la dictadura.
Ese día de la presentación del libro en la sede de la Fundación Progresa hubo también compañeros de aulas y de luchas de Los 80.
Todo ello se vincula directa y orgánicamente con la novela “En Reversa”, puesto que la primera parte, caracterizada por un marcado realismo, se recorre la historia de Andrés, un chileno que, en la actualidad, intenta armar su vida marcada por la soledad: una vida que fue quebrantada por su experiencia adolescente en Los 80, cuando todos los sueños fueron enterrados por el acuerdo de las élites.
La construcción narrativa, aunque ficcional, se constituye en un recurso consistente para explorar la historia de Chile, rudamente real, con una óptica que combina la amargura de la miopía y la traición que pavimentaron la derrota del pasado reciente, para trepar a la amargura de las experiencias vitales del habitar social en una actualidad marcada por la grisácea realidad de un país sin cambios y sin justicia. Una articulada combinación de ficción narrativa con actualidad política y social sin ambigüedades, con un tono de palpitante crítica del presente.
Es imposible no vincularlo con la génesis y naturaleza de la indignación ciudadana que, al momento de entrar a circulación el libro, estaba a punto de reventar por todos los rincones de Chile.
La segunda parte de la obra adquiere un tono cercano al realismo mágico. Una zona del país toma la inesperada opción de rebelarse contra el modo dominante de producir la vida, de convertir la desobediencia al poder una forma de ser y estar, lo que termina provocando una crisis general del sistema.
He aquí fragmentos narrativos de esas páginas intensas, sorprendentes:
“Presidente –dijo el Ministro– la situación es preocupante, puede muy fácilmente salir de control y transformarse en una epidemia”. El Presidente, claramente molesto dijo: “Tienes razón. Muy distinto de las manifestaciones estudiantiles o la de los mapuche, que hemos logrado controlar hasta ahora. Esto es mucho más peligroso” (….)
–¿Y qué más dicen nuestros informes de inteligencia? ¿No han logrado detectar los hilos que mueven a esta gente?
–Señor Presidente, la información que hemos podido recabar, en base a interrogatorios realizados a habitantes de la región, es que en el pueblo no hay líderes, que nadie se ha puesto de acuerdo para hacer esto o aquello” (…)
Prosiguió el Ministro: “Escuche esta declaración de uno de los interrogados”.
“Es muy simple. Estábamos todos cabreados de que el precio de las cosas subiera cada día más; que el agua escaseara y además tuviéramos que pagar por el mal servicio que recibíamos; que el Estado no nos protegiera de los abusos… Es eso nomás, queremos vivir mejor y decidimos hacer algo para lograrlo… Qué quiere que le diga, no sé por qué me ha detenido para hacerme estas preguntas. Yo nunca le hecho mal a nadie, solo me preocupa mi familia y trabajar”.
“Insistimos en preguntarle por cómo y bajo las órdenes de quién se habían organizado y obtuvimos la misma respuesta de todos los interrogados”:
“¿Es que no entiende que no hay ‘alguien’ detrás? A ver… ¡Le repito que simplemente nos cansamos de pasar penurias si podíamos hacer algo por nosotros mismos para vivir mejor! Y nos ha ido muy bien. Ya le dije señor, si nadie organizó nada, acá no creemos en los políticos porque siempre nos friegan y no hacen nada por la gente” (…)
Fue entonces que el Presidente de la República decidió hacer frente a la situación y hablarle al país…
Esta obra, que –insistimos– se presentó la víspera del 18 de octubre, parece transitar pues desde el realismo crítico más duro al realismo mágico, en el fondo contiene en sus páginas un fuerte contenido premonitorio. Ello impacta y justifica ampliamente que se acometa su lectura. Y también, creo, es invitación a impedir que el curso de la historia se ponga en reserva, y a trabajar por un salto adelante en el devenir de los tiempos.
Por Víctor Osorio. El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.
Santiago, 28 de noviembre 2019.
Crónica Digital.