Por Rafael Calcines (*)
Los Juegos Panamericanos de Lima ya son historia, pero en Chile la edición de 2023 aparece en el horizonte con grandes retos en un país donde el deporte no ha sido una prioridad y que, con excepción del fútbol, no llamaba hasta ahora la atención de muchos de sus habitantes.
Uno de esos desafíos será organizar unas competencias que superen a las de la capital peruana, consideradas las más grandes en la historia de las citas continentales, y el otro, mejorar, aún con las ventajas que confiere el hecho de ser el país anfitrión, los excelentes resultados de su delegación en tierras incaicas.
Los atletas chilenos, entre ellos muchas figuras jóvenes y hasta ahora desconocidas por la afición, sorprendieron al país y a las propias autoridades deportivas al obtener 50 medallas, entre ellas 13 de oro, cifra muy superior al mejor resultado histórico de ocho preseas doradas en los juegos de 1951.
En este aspecto, deportistas, comunicadores y autoridades del sector insisten en que resulta imprescindible un mayor respaldo al deporte en general, lo que desde el punto de vista material esté lejos teniendo en cuenta las posibilidades económicas del país.
En el último año, el gobierno destinó a la actividad deportiva, según algunos medios, un presupuesto de 22 mil millones de pesos chilenos, unos 33 millones de dólares, cifra que representa solo el 0,01 por ciento del Producto Interno Bruto del país, muy lejos de lo que asignan otros Estados de la región a este sector.
Las autoridades con demasiada frecuencia hacen descansar en el patrocinio de las empresas privadas el apoyo a los deportistas, pero estas privilegian a los consagrados y hacen muy poco o nada en favor de los atletas que comienzan y que solo logran avanzar a costa de enormes sacrificios de ellos y de sus familias.
De regreso de Lima, la ministra de Deportes, Pauline Kantor, señaló como un imperativo de cara al futuro inmediato desarrollar una “cultura” a nivel de la sociedad para estimular la práctica deportiva en las nuevas generaciones y el respaldo institucional a la actividad.
Pero tal empeño parece utópico en una nación donde hoy está en el centro del debate una medida de las autoridades educacionales que va en dirección totalmente contraria, al pretender eliminar la Educación Física, junto a otras materias, del currículo obligatorio de la enseñanza media.
En cuanto a los preparativos de Santiago 2023, apenas comienzan las proyecciones de la futura Villa Panamericana, que estaría enclavada en un área de 250 hectáreas con un complejo habitacional y otras instalaciones para recibir a unas siete mil personas.
Kantor informó al diario El Mercurio que se “están preparando las bases para lanzar una licitación internacional entre empresas constructoras en octubre próximo”, pero el ministro de Vivienda y Urbanismo, Cristián Monckeberg, prefirió no dar fechas y se limitó a decir que “estamos en eso”.
Ambos admitieron que Chile no cuenta con experiencia en la organización de eventos de la magnitud de unos Panamericanos y por ello están analizando de qué manera otros países resolvieron este reto, y en especial lo realizado por las autoridades de Perú para Lima 2019.
Pero al menos en cuanto a la inversión la tónica será otra, pues la cita continental de 2023, según la ministra Kantor, se basará en financiamiento del sector privado y sin fondos del Estado, contrario a lo hecho por Perú.
Eduardo Della Maggiora, director ejecutivo del comité organizador, informó recientemente que Toronto 2015 tuvo un presupuesto de más de dos mil millones de dólares, y Lima 2019 casi mil 300 millones, mientras para Santiago 2023 se prevén 400 millones, una gran diferencia a simple vista.
Kantor explicó que ello se debe a que Chile ya tiene más del 70 por ciento de la infraestructura lista aunque haya que hacerle mejoras y se sigue el criterio de no crear instalaciones que después no se van a volver a llenar.
Precisamente, sobre las instalaciones para las competencias, se ha comentado, incluso entre deportistas, que no habrá grandes inversiones en nuevas y modernas edificaciones sino que buena parte de ellas serán producto del “reciclaje” de añejas edificaciones, algunas de las cuales a estas alturas son poco adecuadas para las exigencias del deporte moderno.
Pero la ministra parece pensar otra cosa porque según argumentó a la prensa recientemente, el país hizo una gran inversión para los Juegos Suramericanos de 2014 en el Velódromo, el Centro Acuático o el Polideportivo, e insistió en que “tenemos cuatro años por delante para sumar al sector privado, a nuestros socios, y sacar adelante estos Juegos.
Ciertamente, cuatro años quizá sean suficientes para que se haga realidad lo expresado lacónicamente en Lima por el presidente de Chile, Sebastián Piñera: “Estamos seguros de que los Panamericanos Santiago 2023 que vamos a organizar, serán, ojalá, los mejores Juegos Panamericanos de la historia”, aunque ese “ojalá” dejó la duda flotando en la fría noche limeña.
(*)Corresponsal de Prensa Latina en Santiago Chile
Santiago de Chile, 23 de agosto 2019
Crónica Digital /PL