Inspirado en el Petit-Palais de París, el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile es uno de los principales centros de difusión de la pintura y la escultura tanto nacionales como foráneas, con una colección de más de cinco mil obras.
Este inmueble, erigido en el parque Forestal, fue diseñado por el arquitecto chileno-francés Emilio Jéquier, autor también de la sede de los Tribunales de Justicia, el edificio de la Bolsa y la estación Mapocho.
Refinamiento, grandeza y progreso son las tres cualidades que el autor buscó proyectar en este monumento, inaugurado en 1910 con motivo del centenario de la independencia del colonialismo español.
En la actualidad, el Museo posee la principal selección de esculturas chilenas, así como de réplicas enviadas desde Europa, y la segunda de pintura nacional más completa. Dentro de las piezas emblemáticas que se exhiben sobresalen Maternidad, de la chilena Laura Rodig (1901-1972), obras de Rebeca Matte Bello, bisnieta de Andrés Bello y una de las más productivas y destacadas escultoras de principios del siglo XX en este país, y de Cecilia Vicuña (1948).
Otra de las exposiciones que despiertan interés es “Miradas del Wallmapu” (territorio mapuche), la cual propone una reflexión sobre qué se ha dicho desde el arte respecto a los pueblos indígenas y las omisiones sobre esta temática.
La instalación abarca la producción nacional desde la época de la colonia y también conserva piezas de arte universal, con colecciones de pinturas españolas e italianas, de mujeres en el arte, kakemonos (pergaminos japoneses), grabados, dibujos, fotografías y un conjunto de esculturas africanas.
Un manifiesto de la Asociación Nacional de Artistas colgado en una de sus paredes señala que “El museo debe servir de guía a la colectividad, equilibrar el sentido estético, demostrar la evolución del arte, ser, en fin, un factor de la educación popular, con lo cual llena una importante misión social”.
(Tomado de Orbe)
Santiago de Chile, 20 de mayo 2024
Crónica Digital/PL