La creación de una nueva Constitución centra cada vez más las demandas del movimiento social y ciudadano, según puede constatarse en pronunciamientos convergentes desde las Universidades del Estado y los municipios progresistas del país.
En una asamblea nacional celebrada en esta capital, alcaldes y concejales de todas las regiones del país acordaron entregar a la dirección de la Asociación Chilena de Municipalidades el mandato para la organización de una consulta nacional.
La fecha propuesta para la celebración de tal consulta es el 7 de diciembre y su objetivo, según un comunicado emitido por la organización, “es dar solución a los temas que está demandando la ciudadanía, para escuchar directamente la voz de la gente en un proceso transparente y democrático”.
Entre los temas que se consultarán están la necesidad o no de una nueva Constitución para Chile, y priorizar las demandas sociales más reclamadas por la ciudadanía.
Asimismo, diez alcaldes de esta capital y de la ciudad de Valparaíso, rechazaron por su parte la propuesta del gobierno de la derecha de desarrollar a partir de la próxima semana un “diálogo social” y en cambio reclamaron también un plebiscito para que la ciudadanía se exprese y decida el camino para el cambio a la actual constitución.
También en el mundo intelectual aumentan las voces que reclaman ese paso y como prueba de aqueello el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch) en reunión extraordinaria en esta capital analizó la crisis actual y señaló como una de las vías para salir de ella la necesidad de cambiar la actual Constitución.
Al respecto el vicepresidente del Cruch, Aldo Valle, en representación de 29 universidades que lo integran, llamó al Gobierno y al Congreso a cambiar la Carta Fundamental. El Cruch anunció además la realización de diálogos ciudadanos en cada región, aprovechando la infraestructura de las universidades, y recoger las opiniones que emanen de esas reuniones en un documento, que será entregado a las autoridades.
A partir del estallido social del 18 de octubre la demanda de una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución han ido ganando espacio dentro del amplio movimiento popular y ciudadano, junto a la persistencia de un gran número de reclamos más inmediatos para solucionar las desigualdades imperantes en la sociedad chilena.
Crece el convencimiento de que una nueva Ley Fundamental, cuya materialización requiere lógicamente un plazo más largo, sería garantía del mantenimiento de los cambios sociales que se reclaman en lo inmediato. Ello, porque la actual Carta Magna, que data de 1980 en plena dictadura, no es más que el fundamento legal de las inequidades que caracterizan al modelo político y social chileno.
Todo indica que precisamente por eso, en el gobierno y los partidos de derecha cunde el pánico cada vez que se habla de una Asamblea Constituyente que dé paso a una nueva Constitución.
De la boca para afuera el Presidente Sebastián Piñera dice estar dispuesto a realizar cambios a la constitución (no una nueva), pero aún así lo condiciona a que primero se resuelva la crisis actual.
Desde los partidos de la coalición Chile Vamos, el argumento más frecuente es que una C Constitución no resolverá los problemas actuales, y en caso de que llegue ese momento, insisten en que debe ser a través del Congreso Nacional y no mediante una Asamblea Constituyente.
Analistas advierten que la vía de realizar los cambios constitucionales en el Congreso le daría a las clases dominantes y a sus representantes en las instituciones de gobierno, un margen de maniobra suficiente para hacer los cambios necesarios para que todo sigua igual, algo que la ciudadanía no parece dispuesta a aceptar.
Por Rafael Calcines Armas
Santiago, 7 de noviembre 2019
Crónica Digital / Prensa Latina.
Piñera y su jauría de “Titanes del Fascismo” son los únicos que no entienden lo que el pueblo pide.Vamos por buen camino en torno a caminos culturales-políticos de asambleas ,cabildos ó como se llamen asup[iciados por el llamado social y las universidades ,por ejemplo.Cuántos más se sumen , antes echamos a la jauría neoliberal.