Años atrás y con motivo del lanzamiento de mi novela “Calle Dieciocho” en el 2001, una joven estudiante me decía: “Le tengo envidia a su generación…la que derroto a Pinochet” y ahora leyendo “Mi 11 de Septiembre”, libro escrito por 24 periodistas que relatan sus vivencias de aquel fatídico día, creo entender a lo que ella se refería y sentía. De pronto te quedas con esa sensación de haber estado ahí o la idea de ¿por qué no me pasaron a mí esas historias? Claro, desde el tiempo transcurrido se ve hasta melancólico y sublime algo que es trágico e irremediable, uno de los episodios más triste de nuestra República, pero a la vez histórico. Un día que marcaría la vida no solo de estos periodistas sino que de todos los chilenos y que sin saberlo estaban dentro de la más trascendental noticia del siglo xx, nada menos que un golpe de Estado y el drama doble para ellos, era no poder difundir este hecho.
“Mi 11 de septiembre” de Editorial Occidente reúne a estos 24 periodistas que en 175 páginas, nos hacen volver a la vivencia en directo del Golpe militar. La cercanía con la muerte, la incertidumbre y la desconfianza son la suma ideal para convenir que aquí se estaba produciendo un antes y un después. Por eso, que en cada uno de los escritos, aparece ese dramatismo funesto, pero que en ningún caso, exagerado, de que ya nada sería lo mismo: “Los bandos militares eran órdenes de vida o muerte, los cuatro generales rivalizaban en autoridad, en lo que parecía una competencia de bravuconería y odio. Los nombres de amigos y conocidos que hasta hacía horas eran autoridades del país, eran señalados como delincuentes” (Angélica Beas, en el 73 trabajaba en Codelco y su ex esposo era Carlos Jorquera, Jefe de prensa de Allende).
Cuando un país entero es testigo de un hecho de esta magnitud, no hay que sorprenderse que a cada cierto tiempo se editen libros de la Unidad Popular, de aquel día o de todo lo que vinieron bajo el manto de la dictadura. Con prólogo de la Propia Presidenta de la República, Michelle Bachelet, estos escritos pasan a integrar un material único para entender y reflexionar una vez más como pudimos caer en esta polarización de nuestras sociedad : ”Esta recopilación de veinticuatro testimonios conmueve, remece y enseña…Quizá esta consciencia compartida sea tan necesaria para el Nunca Más como la memoria, que en estas páginas se conserva, también, de todos aquellos quienes sufrieron la muerte, la tortura, la desaparición forzada y el exilio”. Así, este libro tiene su mérito, no es menor juntar a todos estos periodistas y sus relatos más sombríos, con un aire nostálgico en un trabajo sin precedentes, con nuevos matices y sin dudas es una contribución notable de testimonios que nos aclaran un poco más como fue ese día donde se perdió la cordura, la institucionalidad y se quemó la bandera de la patria. “El 13 de septiembre se levantó el toque de queda…todo el mundo se agrupaba a mirar sus restos bombardeados. Los comerciantes ambulantes vendían maní. Era un espectáculo de mal gusto. Ahí se levantaba el primer monumento de la dictadura”. (Felipe de la Parra, Periodista de revista Ramona en 1973)
El Premio Nacional de Periodismo 2011, académico y conductor del Diario de Cooperativa, Sergio Campos, trabajaba en radio Corporación en aquel tiempo: “El bombardeo fue espantoso, recuerdo que me estremeció las entrañas. Nunca más he vuelto a sentir ese desorden en el corazón. Estábamos desgarrados, pero continuamos transmitiendo por frecuencia modulada. No sabíamos que había pasado con Allende. La frase del general Guatavo Leigh – Vamos a extirpar el cáncer marxista-, sonó escalofriante. Se me grabó a fuego la imagen del dictador con sus grandes lentes oscuros, que con los años se transformó en ícono. El golpe de estado fue para mí una experiencia horrible. Se destruyeron todos los sueños y esperanzas. Fue como caer en el vacío”.
Crecimos escuchando historias del Golpe de boca de familiares, vecinos y amigos del barrio, ya que para los maestros de mi generación era como que si nada de esto hubiera pasado, entonces, así como estas narraciones, despejaron en mí ciertas dudas con respecto de -cómo había sido la transmisión del último discurso de Allende-, debiera también para cualquier lector ser un libro de consulta, que va más allá del contexto histórico, ya que involucra a jóvenes dentro de una sociedad y ahí su entorno más cercano, si se piensa, por ejemplo, que todos ellos se levantaron ese día en Chile, pero se acostaron en uno distinto.
Leonardo Cáceres Castro. En 1973 era jefe de prensa de Radio Magallanes, y cuenta que había un teléfono a magneto conectado en directo con la oficina de Allende: “Diez minutos después de las 9 de la mañana. Ravest (director de radio Magallanes) nos dijo por comunicación interna, que Allende estaba en línea y que teníamos que anunciarlo de inmediato” – “Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes…mis palabras no tienen amargura, sino decepción…yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo…seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes….”. Cáceres señala que con el apuro y los nervios, el radioperador dejó abiertos los micrófonos del estudio mientras se emitía la voz del presidente y por eso, en las grabaciones se oyen de fondo voces y órdenes, que se mezclan con el sonido de disparos en la Moneda.
“En el estudio de la radio se quedaron hasta el jueves 13 Ravest y Felipe Amado, el jefe de los radioperadores, y se dedicaron a copiar decenas de cintas con el último discurso de Allende, copias que después fueron entregadas a corresponsales extranjeros y a dirigentes políticos”.
“Mi 11 de Septiembre”, es la historia irrefutable, eso sí, de estos comunicadores que levantaron la bandera de la Unidad Popular sin desasirse de ella y que hoy a 44 años de haber vivido en carne propia esos sucesos, se aferran a la buena memoria para hacer de estas páginas un viaje expresivo y emocional al pasado. Un poco ilusos, sabían que el “Golpe” era algo latente en la mente de los militares, sin embargo, no dimensionaron nunca lo que se venía.
En 1973 Marcel Garcés, era redactor de El Siglo y Director de Revista Ramona: “Allí tuve una primera impresión de derrota real, de fracaso del proyecto, de la ilusión o la Utopía. Esa noche del 11, fue larga y angustiosa, llena de incertidumbres y de incógnitas políticas, humanas, familiares. El futuro, necesariamente, sería muy distinto a lo que estábamos acostumbrados a vivir, pero teníamos una consigna: cada uno a sus puestos de combate”.
Como en una novela de terror las teclas de las máquinas de escribir explotaron, las antenas de radios fueron bombardeadas, revistas y libros quemados, dando paso a la cesantía, la clandestinidad, el exilio y la muerte, para estos representantes de la prensa de un país que cambiaba radicalmente y donde la profesión de periodista se tornó peligrosa al no acatar los lineamientos trazados por la dictadura, que se imponía esa mañana del 11 de septiembre de 1973.
Por Miguel Alvarado Natali
Crónica Digital, 16 Octubre 2017