El martes 4 de noviembre de 2008 partió de este mundo Raúl Reyes Suzarte. Falleció a las 06:00 horas en el sexto piso del Hospital de la Posta Central de Santiago, donde permanecía internado. Tenía 69 años. Fue uno de los imprescindibles: fundador de la Izquierda Cristiana, organizador de la resistencia contra la dictadura cívico–militar desde la mañana misma del golpe de Estado, ex preso político. Fue uno de los que lucharon la vida entera.
El comienzo de su partida se había iniciado poco menos de unos tres meses antes, cuando un misterioso incendio destruyó la sede de la Izquierda Cristiana en Bulnes con Compañía, que se llevó además sus más preciadas pertenencias: un enorme caudal de libros. Esa noche era uno de los que asistía a la reunión del Comunal Santiago Centro, en que participaba.
A partir de ese momento experimentó un deterioro general de su estado de salud, que provocó que fuera internado por primera vez. Poco después que se le otorgó el alta, sufrió un accidente vascular cerebral, que obligó a internarlo nuevamente, ahora con pérdida de la conciencia y una hemiplejia lateral.
Raúl Reyes fue uno de los fundadores de la Izquierda Cristiana de Chile. De hecho, fue uno de los escasos militantes del PDC que, una noche de julio de 1971, acompañaba a Bosco Parra cuando anunció su decisión de abandonar esta colectividad y construir una nueva fuerza para aportar a la unidad social y política del pueblo.
Le decían “Vasco”, por los orígenes de su familia, pero quizás más bien por lo terco, leal y vehemente. Con particular entusiasmo, se incorporó a las tareas de construcción partidaria en Santiago y en todo el país, sin desestimar ninguna tarea.
En 1973, viajó a Cuba, a prepararse para organizar la resistencia a un inminente golpe de Estado. Así, en la mañana del 11 de septiembre fue uno de los que partió hasta la industria Fensa, en el Cordón Cerrillos, emplazada en la calle Alberto Llona, cerca del centro de la comuna de Maipú. Más de alguna vez rememoró que en esta industria había más de 120 personas, todos jóvenes, y con disposición de enfrentar el alzamiento castrense. Pero todo fue infructuoso.
Desestimó una oferta para abandonar el país y refugiarse en Ecuador. Permaneció en Chile, impulsando la reconstrucción partidaria y el desarrollo de la resistencia, en condiciones de clandestinidad. No hubo un solo día en que dejara de trabajar infatigablemente en esa tarea. En 1981, la dictadura impulsó una violenta embestida contra la Izquierda Cristiana, que culminó con la captura por la CNI de parte importante de su Comisión Política y Comité Central. Raúl fue uno de los detenidos y fue sometido a brutales torturas en el cuartel de Borgoño. Pero permaneció en silencio.
Fue sometido a proceso por la Justicia Militar y comenzó un largo período de prisión que se extendió hasta fines de los 80, primero en la ex Penitenciaría y luego en la Cárcel de Buin.
En julio de 1985 ocurrió la toma del Liceo A N° 12, una emblemática movilización de los estudiantes secundarios contra la dictadura cívico–militar. Raúl estaba aún en el presidio y me envío el obsequio de un paquete de la bella artesanía que confeccionaba en la cárcel, junto con una tarjeta en que elogiaba la rebeldía de las nuevas generaciones. Más tarde, cuando recuperó su libertad, nos hicimos en cierto modo inseparables.
Una vez que recuperó la libertad, se incorporó de inmediato a las labores partidarias, al movimiento de derechos humanos y a la movilización en las calles contra la dictadura. Del mismo modo, asumió responsabilidades en el Comité Central de la Izquierda Cristiana.
Recuerdo que estábamos juntos en Valparaíso el 11 de marzo de 1990, en las afueras del Congreso Nacional, cuando se realizaba la ceremonia que formalizaba el fin de la tiranía. El dictador abandonó a toda velocidad el lugar en su automóvil blindado y en medio de una lluvia de proyectiles que le lanzaron desde la multitud. Reyes me abrazó con violencia, con lágrimas en los ojos, mientras repetía: “¡Lo hicimos, lo hicimos!”…
Desde los inicios de la transición pactada, participó con todas sus energías en la Asamblea Nacional de los Derechos Humanos y en la Agrupación de ex Presos Políticos, en todas las luchas contra la impunidad, en particular enarbolando las demandas de las víctimas de la prisión política y la tortura. Mientras tanto, se ganaba la vida vendiendo libros.
Fue también uno de los muy pocos chilenos que, convocados por el historiador Luis Vitale, aceptó reunirse con Hugo Chávez en su primera visita a nuestro país en 1994, episodio que narramos en el libro “El viaje secreto de Hugo Chávez a Chile”.
En este período no abandonamos jamás nuestra amistad y complicidades, incluso en los tiempos en los que los caminos políticos parecieron separarse, aunque transitamos por el mismo proyecto en sus últimos años de vida. Siempre hubo innumerables y jornadas de conversación, en las que compartió su memoria del ciclo histórico de la izquierda que le correspondió protagonizar, salpicadas de anécdotas y también de numerosas infidencias. Unos meses antes de su fallecimiento, en un gesto que puede considerarse premonitorio, decidió entregarme una parte de su valioso archivo de documentación sobre la historia de la Izquierda Cristiana.
Cuando partió de ese mundo, escribimos: “No hay duda que fue un maestro y un ejemplo de testimonio, que fue uno de aquellos imprescindibles que renuevan cada día la confianza en la humanidad y el sueño de la patria socialista. No hay duda de que permanecerá, para siempre, en nuestra memoria colectiva”.
Son palabras que hoy mantienen plena vigencia.
Por Víctor Osorio Reyes. El autor es periodista.
Imágenes: Redes Sociales.
Santiago, 7 de noviembre 2021.
Crónica Digital.