Los ranguerinos nunca imaginaron un recibimiento de esa envergadura. A la distancia, ya se podía observar la gran cantidad de hinchas apostados en el andén de la Estación de Ferrocarriles de Talca, levantando velas y antorchas. Cuando el automotor Mapocho-Talca hizo su arribo, la noche del domingo 4 de agosto de 1963, se escuchó un ensordecedor grito de aliento y gratitud por tan formidable actuación frente al campeón Universidad de Chile, conocido también como el “Ballet Azul”.
Cinco goles a cero fue el marcador favorable a los rojinegros. Un resultado inobjetable y que daba cuenta del partido perfecto realizado por el cuadro talquino esa tarde de agosto en el Estadio Nacional. Marcación en todas las líneas y con un poder ofensivo letal, que terminó por desfigurar a un elenco que venía llegando de una gira por Europa donde se midió con equipos como el campeón del Viejo Continente -el Inter de Milán- al que derrotó 2-1 y que en casa se había enfrentado con éxito a rivales del tamaño del Santos del mismísimo Pelé.
Más de 21 mil espectadores -había programa doble correspondiente a la 13° fecha de la Primera Rueda, jugando de preliminar Ferrobadminton y Unión Española- fueron testigos de una actuación notable por parte de los rojinegros y que opacaron a las grandes figuras universitarias como Leonel Sánchez, Carlos Campos y Luis Eyzaguirre.
Los más felices eran sin duda los 400 socios de Rangers que se las arreglaron para llegar hasta el Nacional con el deseo de ver un buen partido de fútbol, sin imaginar siquiera -ni en sus más grandes alucinaciones- una actuación tan descollante como la que ofrecerían los pupilos del uruguayo Adolfo Rodríguez.
Esa tarde, Universidad de Chile y Rangers salieron a la cancha con sus mejores hombres. En el cuadro universitario, fueron de la partida Astorga, Eyzaguirre, Donoso, Moris, Contreras, Sepúlveda, Rojas, Coll, Campos, Álvarez y Sánchez.
En Rangers, en tanto, y vistiendo camiseta nueva (listada verticalmente con franjas rojas y negras), lo hicieron Rodenack, Parada, Martínez, Romero, Azócar, Cantattore, Benavides; Porcel de Peralta, Soto, Cortés y Carrasco.
Tempranamente Rangers se puso en ventaja. A los cuatro minutos, Porcel de Peralta derrotó al meta universitario, iniciando el camino de un triunfo inolvidable. A los 19 minutos, Cortés aumentó para los rojinegros, despertando la inquietud del campeón chileno.
Seguramente el cuadro azul y sus hinchas, imaginaron repetir la remontada del 29 de octubre de 1961, cuando luego de ir perdiendo precisamente por dos tantos a cero, en el mismo Estadio Nacional, el delantero Carlos Campos le anotó 6 goles a Rangers, en el segundo tiempo, dejando como marcador final un 6-2 favorable a la “U”.
Pero Rangers no estaba para pesadillas otra vez. Es así como a los 13 minutos del segundo tiempo, Carrasco prolongó aún más la diferencia en el marcador, encendiendo las alarmas del “Ballet Azul”, dirigido por Luis Alamos, cuadro que escribiría una leyenda en el fútbol chileno en el periodo 1959-1969, cosechando los títulos de campeón los años ’59, ’62, ’64, ’65, ’67 y ’69, y además siendo el motor de la emblemática Selección Nacional (aportando 8 jugadores a dicho plantel) que en el Mundial de 1962 obtuvo el tercer lugar.
Pese a su entusiasmo y empuje, pero falto de estrategia, el elenco universitario continuó pasando zozobras. A los 24 minutos, repitió Cortés, y luego, a los 29, Soto estructuró el definitivo 5-0 favorable a Rangers, desatando la algarabía en la fanaticada rojinegra.
“Fue un partidazo y que nadie creía. Cuando hicimos el primero y el segundo gol, no dijeron nada, pero cuando ya hicimos el tercero, se empezaron a preocupar y a ponerse nerviosos. Después les hicimos el cuarto y el quinto.
Recuerdo que Eyzaguirre me insultaba, diciéndome ‘huaso tal por cual’. Nadie creía que los huasos talquinos le podían ganar 5-0 a un Ballet Azul que venía llegando de una gira por Europa”, señala el ex delantero rojinegro Samuel Carrasco, autor del tercer tanto aquella tarde memorable.
“Fue un orgullo haberle ganado a un equipo muy bueno, de estrellas y prestigio, y en el propio Estadio Nacional”, agrega sonriente, mientras observa las fotografías enmarcadas en un rincón de su casa, en Talca, y que hablan de un pasado futbolero que atesora con cariño.
No sólo los jugadores no han olvidado ese partido. Los talquinos lo atesoran en su memoria y en el corazón, como si fuera un título de campeonato o algo parecido.
Terminado el partido, los hinchas rojinegros se trasladaron hasta el cruce Ñuble para abordar el expreso “Excursionista” que, con sus más de 10 carros, los traería de vuelta a casa, llevando ajustada en la trompa de la locomotora, la bandera de Rangers que lucía más bella y grande que nunca.
Más atrás venía el automotor con el plantel ranguerino.
La Estación -ubicada en calle 11 Oriente- se repletó rápidamente tanto dentro como fuera. Todos deseaban ver y abrazar a los gladiadores rojinegros que habían regalado una enorme alegría a la ciudad de Talca.
Fue tal el fervor desatado en el lugar, que el plantel prácticamente no podía descender del tren. Cuentan que para salvarse del asedio de los hinchas, algunos jugadores tuvieron que saltar la muralla ubicada detrás de la bodega de equipaje y oficinas del servicio ferroviario, en el sector norte de la Estación.
“La gente nos recibió casi como héroes. Era como si hubiésemos salido campeones. Fue muy emocionante. Siempre recibimos cariño de la gente. La gente acompañaba harto al equipo. Cuando íbamos a Santiago, San Felipe, Quillota o Calera, los trenes se llenaban para ir a vernos”, rememora Carrasco.
Quien también vivió de manera muy especial este partido fue Guillermo Medina, integrante del mismo plantel rojinegro. No pudo jugar porque estaba lesionado, con un desgarro, por lo que se quedó en Talca.
“Escuché el partido por radio. Después me fui a la estación a esperar el tren. Había tres mil personas esperando. Fue una locura”, recuerda el otrora futbolista, sentado a la mesa en una fuente de soda del centro de la ciudad.
“Juan Cortés fue figura, extraordinario. Hizo lo que quiso con la “U”, agrega Medina.
Pero no sólo Cortés jugó a su antojo. Todo el plantel rojinegro lo hizo a nivel superlativo, interpretando una magnífica sinfonía de fútbol que dejó a los espectadores con la boca abierta y al afamado “Ballet Azul” de Leonel Sánchez y compañía, con pocos deseos de volver a danzar.
Por Patricio Moraga Vallejos
Crónica Digital, 7 de octubre 2017