Por Marcel Garcés Muñoz: TRUMP PONE FUERA DE LA LEY A ESTADOS UNIDOS

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto a su país fuera de la ley internacional.

En una acción brutal acción unilateral , injustificada y violatoria del Derecho Internacional y la Carta de Naciones Unidas, ha atacado a un país soberano, con un pretexto que no resiste análisis ni militar, ni político, ni humano.

El bombardeo de la base aérea siria de Shayrat con 60 misiles Tomahawk, lanzados desde los destructores USS Porter y USS Ross , ubicados en el este del Mar Mediterráneo, es un acto tan demencial como elevoso, y constituye un agresión flagrante.

La justificación dada por Trump, la supuesta responsabilidad del gobierno del presidente de Siria, Bashar al Assad, en un ataque con armas químicas a una localidad ocupada hasta hace poco por rebeldes antigubernamental no solo no está comprobado, sino que existen fundadas sospechas de que se haya tratado de una provocación montada por los aliados o subordinados de Estados Unidos que actúan , desde hace por lo menos seis años, en la llamada guerra civil en Siria.

El ataque de Estados Unidos de este miércoles es una nueva muestra de la injerencia de Washington en ese conflicto, y además una constatación de la realidad y vigencia del concepto de “imperio”, que tanto molesta a algunos “analistas” internacionales y locales. La presencia de agentes militares estadounidenses en calidad de asesores de los diversos grupos insurgentes anti sirios es notoria y constatada por observadores periodísticos y militares.

Pero también es un acto que confirma el carácter aventurero y agresivo de la política internacional ya anunciado por Trump durante sus primeros días de gobierno. Incluso en sus explicaciones del bombardeo a territorio de Siria de este miércoles, éste demanda a todos los “países civilizados” a que se subordinen bajo el liderazgo de Estados Unidos, en su estrategia de agresión internacional contra Siria.

El hecho de que la agresión se haya ordenado minutos antes de que se reuniera en Florida, en una recepción al presidente de China, Xi Jinping, demuestra el carácter de la política exterior de Estados Unidos y de Trump. Mientras éste alzaba su copa para brindar por su huésped oriental, caían los misiles sobre un país soberano del Medio Oriente.

Es de suponer que el presidente chino no habrá considerado estos hechos como una muestra de amistad y cordialidad, sino como lo que es en realidad: una amenaza velada y una notificación de su anfitrión, de que el imperio vuelve por sus fueros de la Gran Potencia dominante y que no tendrá escrúpulos, ni límites morales en su ambición.

Lo que pasa además es que aquí no se trata , en realidad de buenos o malos modales, sino de una política imperial que se está poniendo en práctica desde la Casa Blanca, con una nueva división del mundo, entre los países aliados, subordinados , los “civilizados” y los que no lo son: China, Rusia, entre otros.

Lo grave no es que este presidente de Estados Unidos sea tosco o grosero, sino que tiene en sus manos el botón de una guerra nuclear. ¡No vaya a ser cosa que se le ocurra “darle una lección”! catastrófica a algún otro país!

Con esta política Trump no solo pone en peligro a cualquier país o pueblo del mundo, sino que pone en riesgo además a sus propios ciudadanos y a sus intereses en todo el mundo. Habrá quienes busquen que actos de agresión brutal como el perpetrado contra Siria no queden impunes, y de esta manera seguiremos en una espiral de violencia y muerte, que puede ser suicida.

Entonces estamos en presencia de un “imperio del mal” real, arrogante y amenazante.

Y por lo tanto se impone una condena con fuerza, sin reticencias por los gobiernos democráticos y progresistas del mundo, por nuestro gobierno, por las organizaciones sociales, por los políticos, por las iglesias, por todos para los que sea caro el valor de la vida humana y los destinos del mundo.

No se puede vivir, ni construir ningún futuro bajo la amenaza nuclear. O de la invasión y de la intervención contra nuestra soberanía e integridad.

Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 7 de abril 2017
Crónica Digital

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