“Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios.” (Miqueas 6, 8)
Los cristianos y cristianas que suscribimos esta declaración proclamamos que la misericordia constituye una manifestación del amor de Dios. Un amor que nunca va a dejar de acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Sabemos que no hay pecado humano que prevalezca por encima de ese amor divino que no conoce limite ni exige condición para ser entregado.
Sin embargo, también creemos que ese Amor infinito puede ser y es rechazado por quienes actúan en contra de la voluntad de Dios, y expresan en sus actos una falta de prontitud en la conversión y en la penitencia. La obstinación en el pecado y en la ofensa, oponiéndose a la gracia y a la verdad, implican una negación del testimonio de la Cruz y de la resurrección de Cristo.
Estamos convencidos/as que una manifestación de este rechazo a la misericordia divina radica en quienes, habiendo cometido crímenes de lesa humanidad y habiendo violado los derechos humanos de las personas, nunca han manifestado arrepentimiento sincero que tenga como contraparte ofrecer alguna información que contribuya a reparar de modo eficaz los daños causados.
Sabemos que el perdón es el resultado de un largo proceso de elaboración, es más un camino que una palabra, es una ruta que todos debemos transitar en vistas de la reconciliación total. El perdón necesita de una reparación real, de gestos, de un verdadero arrepentimiento y en última instancia para los/as cristianos/as, reclama una referencia absoluta al Dios Crucificado, es decir, cuando la injusticia supera las fuerzas humanas, sólo Dios podrá perdonar y, de ese modo, liberarnos de las cadenas de la falta de justicia. El perdón es transformador y su fuerza es irremplazable pero su esencia es la gratuidad y el libre albedrío.
En consecuencia, nos dolemos en todo intento de degradar la misericordia divina, apelando a ella para intentar legitimar la impunidad de los criminales condenados por delitos de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos de enorme gravedad. Creemos que – más allá de la buena voluntad de algunos de sus convocantes- actos como el de Punta Peuco no contribuyen a una mayor verdad, justicia y amor entre los/as chilenos/as, en la medida que no da cuenta de una auténtica voluntad de arrepentimiento de los victimarios.
Lo anterior se ve corroborado al constatar que sus peticiones de perdón contienen estudiadas fórmulas autojustificatorias y elusivas de sus responsabilidades, más que constituir manifestaciones de reconocimiento de la verdad, de contrición y de voluntad de contribuir a un mayor esclarecimiento de sus crímenes y del paradero de las personas desaparecidas. En realidad no pidieron perdón, solicitaron ser perdonados, se desplazó al afectado/a, por los crímenes ni siquiera reconocidos, la responsabilidad de acoger la solicitud. No hubo una expresión de arrepentimiento, no hubo un reconocimiento ético del mal causado. Se dijo que obedecieron órdenes, que se creyó que era correcto, pero no se expresó que era incorrecto torturar y matar y que se cometieron crímenes de lesa humanidad.
Como afirma el Papa Francisco “La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer […] Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón. Dios no rechaza la justicia[1].”Por lo tanto, deploramos como una ofensa a nuestra fe todo intento de evadir la justicia humana en el nombre de la misericordia cristiana.
Creemos que el amor «paciente y benigno» (1Cor 13, 4) no borra las diferencias entre las personas, y sus historias de vida, dolor, pérdida y humillación. Para que el amor y la misericordia logren que las personas se encuentren entre sí es necesario respetar la dignidad de las víctimas y de sus familias, que cargan siempre y en todo momento con los efectos del enorme daño causado por los victimarios.
Por ello no compartimos expresiones, ampliamente cubiertas en los medios de comunicación masivos, que buscan quebrantar la firme voluntad de los/as familiares de las víctimas y los/as sobrevivientes de exigir verdad, justicia y reparación. Al contrario, solidarizamos con ellas y expresamos nuestra compasión fraterna, en el espíritu de permanecer firmes en la justicia y perseverar en la virtud de la esperanza.
Llamamos a las comunidades cristianas y a la sociedad en su conjunto a permanecer en la demanda por la justicia, acompañando la búsqueda de quienes han sufrido la pérdida de sus seres queridos y que ello se traduzca en un compromiso solemne para que la verdad, justicia y reparación sean la base de la convivencia en Chile.
Llamamos a manifestar públicamente, a las víctimas y sus familias, todo nuestro apoyo expresando de manera especial este compromiso con nuestra solidaridad activa y con nuestro testimonio de afecto y fidelidad con su causa, que es también la causa del crucificado.
[1] Francisco. Misericordiae Vultus, nº 20-21
Comunidad Ecuménica Martin Luther King
Observatorio Iglesia y Sociedad
Serpaj Chile
Agustín Cabré
Alberto Croce – Fundación Voz, Argentina
Alejandro Reyes Córdova – Asociación de Consejos de la Sociedad Civil de la Región Metropolitana
Alicia Cáceres – Comunidad Nuestra Señora de La Victoria
Alvaro Hernández – Coordinador Nacional Izquierda Cristiana de Chile
Alvaro Ramis – Teólogo
Alvaro Sepúlveda
César Correa
Cristian Muñoz Roa – Iglesia Luterana “El buen samaritano”
Felipe Portales – Sociólogo
Fernando Aliaga – Presidente Serpaj-Chile
Fernando Astudillo – Abogado
Francisco Carreras – Movimiento Autonomista
Francisco Lazo – Coordinador JUPIC-Claretianos, Chile
Francisco Sandoval – Comunidad Eclesial de Base Obispo Oscar Romero
Irene Rojas DeCambias – Red Laical
Hugo Eduardo Flores Flores
Humberto González R. – Presidente Comunal Macul Colegio de Profesores y Dirigente de la Izquierda Cristiana de Chile
Jaime Escobar M. – Revista Reflexión y Liberación
José Aravena – Urracas de Emaús Chile
José Frías – Comité Oscar Romero – Chile
Juan Guerrero – Dirigente de la Izquierda Cristiana de Chile
Juan Sepúlveda – Pastor Evangélico
Lina María Inés Tudela Poblete
Larry Gárate
Loreto Fernández
Luis Bustos T. – Educador Popular, integrante del Colectivo Paulo Freire-Chile
Luis Omar
Manuel Ossa Bezanilla – Teólogo
Marco Antonio Velásquez
Marco Marín – Comunidad Ecuménica Martin Luther King
Nelson Caucoto – Abogado de Derechos Humanos
Nicolás Gómez Núñez- Sociólogo
Obispa Izani Bruch – Iglesia Evangélica Luterana en Chile
Oscar Jiménez Lazo, sj. – Sacerdote
Oscar Vega – Miembro Comisión Política Izquierda Ciudadana
Osvaldo Aravena – Presidente de Más Democracia
Pablo Salvat Bologna
Patricio Véjar – Comunidad Ecuménica Martin Luther King
Pedro Pablo Achondo SSCC. – Sacerdote
Rafael Venegas – Comunidad Ecuménica Martin Luther King
Raúl Rosales C.
Roberto Urbina
Rufino Arce Pardo – Red Laical
Sergio Castro Orellana
Sonia Salvador – Comité Oscar Romero Valparaíso
Verónica Salas
Víctor Manuel Sánchez Fredes
Víctor Osorio Reyes – Periodista
Santiago de Chile, 27 de diciembre 2016
Crónica Digital
Asì es, hay que reparar haciendo verdad y justicia