Manuel Araya, ayudante personal de Pablo Neruda, dijo hoy en exclusiva con Prensa Latina que el poeta Premio Nobel de Literatura fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.
En un relato pormenorizado sobre los últimos días de Neruda, explicó en la oficina de Prensa Latina en Chile los intentos de sacarlo del país por razones humanitarias hacia México, durante su ingreso hospitalario del 19 al 22 de septiembre de 1973.
Chófer y protector del autor de Canto General, Araya recordó que conoció al poeta, activista político y militante comunista, mucho antes, a los 14 años de edad, y después fue asignado a trabajar con él a su regreso a Chile en noviembre de 1972.
“Lo conocía muy bien, sabia sus gustos, sus amoríos, sus tormentos, el amor por la comida que era casi igual al que tenía por las mujeres. Y cuando lo encontré en 1972 no venía mal, sino algunos padecimientos pero nada grave”, confesó Araya.
Indicó que gracias a su condición física se ocupaba de muchísimas tareas de toda índole para acompañar y cuidar a Neruda, pero tras el golpe de estado de Pinochet, todo se complicó en el sentido negativo.
“Se sintió mal y lo llevamos al hospital, donde lo pusieron en el cuarto 406. Se hacían los trámites y existía el ofrecimiento del presidente mexicano, Luis Echeverría, de recibirlo en su país. Pero el 23 de septiembre de 1973 todo cambió”, anotó.
De hablar pausado, un hombre de campo que recibió de cierta forma un barniz cultural de Neruda, Araya indicó que ese día recibió la visita de Alicia Urrutía, la sobrina de su esposa Matilde, con quien tenía una aventura.
“Neruda nos mandó a mí y a Matilde a su casa de Isla Negra a buscar unos libros para llevar a México. Nos llamaron a las cuatro de la tarde, pues le habían puesto una inyección en el estómago y se puso grave”, añadió Araya a Prensa Latina.
Al proseguir con sus recuerdos, señaló que entregó los libros a la Embajada de México en Chile y cuando pudo ver a Neruda, estaba rojo de fiebre, le colocaron una toalla húmeda, y le pidieron ir a buscar un medicamento.
Al salir de la clínica, Araya fue interceptado por agentes de Pinochet que lo torturaron. “Querían saber todo acerca de Neruda y obligarme a que yo dijera que era cubano. Resistí y entonces uno de ellos sacó un arma y me pegó un tiro en una pierna”, acotó.
El chófer-ayudante del poeta mostró a Prensa Latina las secuelas en su pierna izquierda del disparo de bala que recibió en 1973. Fue liberado gracias a la gestión del cardenal Raúl Silva Enríquez.
No tengo la menor duda de que fue asesinado, repitió Araya en sintonía con documentos que ahora parecen confirmar su denuncia, que viene haciendo desde hace años.
El Ministerio del Interior de Chile emitió un comunicado oficial en el cual reconoció la existencia de un documento de marzo pasado en el que se admite la posibilidad del crimen de Neruda.
El texto afirma que “resulta claramente posible y altamente probable la intervención de terceros en la muerte de Pablo Neruda”.
Un hecho que para Araya y una asociación con base en Valparaíso es indiscutible, desechando por completo la supuesta causa de su fallecimiento, como consecuencia de cáncer en la próstata.
De todos modos, el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior recalcó que las investigaciones siguen en curso y no se ha llegado a una conclusión.
Fuentes dignas de crédito informaron a Prensa Latina que los restos de Neruda permanecen en Chile, a la espera de financiamiento del Gobierno para permitir sean examinados en Europa.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 7 de noviembre 2015
Crónica Digital / PL