Unos 720 mil inmigrantes llegaron a Europa en 2015 para encontrar un campo de obstáculos en su camino a países ricos de la región, donde se erigen más barreras, contrarias al espíritu solidario del viejo continente.
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La imagen de la solidaridad, tantas veces defendida en la Unión Europea (UE) como uno de sus principios medulares, quedó en entredicho con el paso de refugiados por la llamada vía balcánica.
Hungría concluyó la construcción en octubre de un muro en la frontera con Croacia, después de sellar el 15 de septiembre de este año su límite con Serbia, con lo cual compulsó el desvío del flujo migratorio hacia Eslovenia, perteneciente al Tratado Schengen.
La crisis migratoria ya provocó serias disputas por el cierre de fronteras entre Serbia y Croacia, después entre ésta última y Hungría, más tarde con Eslovenia, que anunció el empleo de su ejército para reforzar su límite exterior, y finalmente entre ésta y Austria.
El avance de miles de refugiados por Europa puso en entredicho el funcionamiento del Tratado Schengen para la libre circulación, después que Hungría, Austria y Eslovenia se refirieron a la restitución de los controles en pasos fronterizos entre ellos.
Además, Eslovaquia, Polonia, Eslovenia y la República Checa, así como Rumania y Hungría, expresaron su rechazo total a un sistema de cuotas aprobado por la UE para repartir a unos 120 mil solicitantes de asilo entre sus 28 miembros.
En un bloque de 508 millones de habitantes se reporta un arribo promedio diario de unos cinco mil inmigrantes.
De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), hasta junio de este año, cuando aún se iniciaba el caos migratorio, Alemania recibió más de 214 mil solicitudes de asilo, a razón de 266 por cada 100 mil germanos.
Las peticiones de asilo en toda Europa pasaron de 64 mil 860 en enero pasado, a 566 mil 385 en agosto último. En el caso de los sirios, de 281 mil solicitudes, solo fue aceptado el 51 por ciento.
Pero Berlín se mostró dispuesto a recibir unos 800 mil foráneos en este año y ya concedió asilo a 57 mil 783 sirios, quienes representan el 54 por ciento de los foráneos que llegó este año a Europa.
Hungría, cuyo gobierno consideró necesario mantener a los refugiados en Turquía, de donde parten para llegar por mar a Grecia, recibió 89 mil peticiones de asilo (911 por cada 100 mil) y Eslovenia solo 155 (ocho por cada 100 mil).
Sin embargo, esa situación cambió para Eslovenia, con el cierre de la frontera magiar con Croacia y Serbia.
Unos 500 mil 500 extranjeros arribaron en este año a Europa por Grecia, otros 178 mil a través del Mediterráneo, por Italia y poco más de dos mil por España, según la Acnur.
Pero ello cuenta con una fuerte oposición en algunas naciones europeas. De acuerdo con un sondeo realizado en 2014, la inmigración musulmana la rechaza el 63 por ciento de los italianos, el 50 de los polacos, el 53 de los griegos y el 26 de los británicos.
Con el avance del invierno, muchos de los miles de inmigrantes que huyen de conflictos o de la miseria en sus países de origen quedan a merced de situaciones inhumanas mientras esperan abordar un tren, un ómnibus o un permiso para cruzar fronteras.
Hasta el gobierno croata, contrario a la política de construir muros de Hungría, admitió esa posibilidad para contener la avalancha humana desde Serbia, a donde llegan desde Macedonia, después de atravesar Grecia.
A diferencia de Alemania, que aceptó acoger por el sistema de cuotas a más de 25 mil del total de 160 mil inmigrantes a reubicar, Hungría se comprometió a recibir a poco más de dos mil, Croacia a unos mil 300 y Eslovenia a menos de un millar.
Hostigados por gélidas temperaturas, y luego de trasladarse en tren, ómnibus o a pie por zonas de difícil acceso, los foráneos encuentran ejército y policía como agentes de acogida a su paso por Europa.
La UE recibe, como efecto bumerán, a miles de refugiados que huyen de conflictos como el de Siria (casi cuatro millones dispersos en campamentos de refugiados en países cercanos), Iraq o Afganistán, provocados en su mayoría por la acción exterior de Occidente.
En medio de la avalancha de inmigrantes, Europa aprueba planes para contener la salida de éstos desde el norte de África y negocia con Turquía cómo mantenerlos en unos 25 campamentos en 10 ciudades de ese país, a cambio de ofrecerle a Ankara ayuda financiera y algo más.
La solidaridad europea luce de ese modo sombría y pobre, en contraste con una región donde se concentra gran parte de las riquezas del orbe, pero de la cual pocos parecen estar dispuestos a desprenderse en bien de los necesitados.
LA TORCIDA MORAL EUROPEA
Europa atraviesa por un proceso delicado de retoma de división de las fronteras que, como afirmó en su momento la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad Internacional, Federica Mogherini, amenaza con llevar a la desintegración de ese bloque.
Así por ejemplo, Austria y Eslovenia, dos países pertenecientes al Tratado del espacio Schengen, ahora hablan de levantar barreras en sus fronteras, al menos con el propósito de reforzar el control.
Viena estima que no debe existir límite alguno para el tránsito en Europa, pero argumenta que es necesario controlar el flujo migratorio, después que a Eslovenia llegaron más de 100 mil personas en menos de tres semanas, en una nación de apenas dos millones de habitantes.
De hecho, la situación llevó a Liubliana a solicitar apoyo de la UE para desplegar policías en sus fronteras, donde ya se encontraban los soldados de la república exyugoslava.
Mogherini considera que la fragmentación del bloque es posible si se continúa con soluciones nacionales a un problema europeo.
La funcionaria italiana pertenece a un país enfrentado desde hace varios años a la tragedia de los naufragios, las muertes de los inmigrantes y los rescates o llegadas masivas de éstos por el Mediterráneo, solo superada ahora por la situación en Grecia.
El gobierno helénico, en plena crisis de su economía, debió lidiar con la llegada masiva de indocumentados.
La falta de coordinación entre los 28 estados de la UE para poner en práctica una política migratoria efectiva ya creó problemas y diferendos fronterizos que llegaron a sanciones transitorias, como ocurrió entre Croacia y Serbia a principios de octubre de este año.
Una de las principales fuentes del aporte de inmigrantes radica ahora en Siria, donde potencias occidentales crearon condiciones para desestabilizarla, como denuncia Damasco, desde 2011, cuando protestas antigubernamentales desembocaron en acciones armadas.
El caos humanitario provocado desde el exterior en Siria, la paupérrima situación en naciones de África del norte, Asia y Medio Oriente, están entre los ingredientes del menú de la crisis migratoria europea, que recoge una incómoda cosecha de acciones en el pasado.
Pero la falta de voluntad de asumir tal situación y la defensa a ciegas de las fronteras nacionales de la “invasión migratoria” lleva, como afirma Mogherini, a un peligro de ruptura real de los preceptos básicos de la entidad comunitaria.
Por: Antonio Rondón, jefe de redacción en Europa para Prensa Latina.
Crónica Digital, 7 de Noviembre 2015