A 70 años, de que Estados Unidos devastara con bombas atómicas las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, nipones recuerdan con dolor y reflexionan sobre ese holocausto.
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Como cada año, autoridades y pobladores del país asiático rinden homenaje a las más de 300 mil víctimas, entre muertos y desaparecidos, que provocaron ambos actos bélicos.
A esa cifra se agrega el que unos 200 mil nipones resultaron afectados por las radiaciones, causantes, en numerosos casos, de leucemias y diversos tipos de cáncer.
Sobrevivientes del bombardeo de la ciudad de Hiroshima relatan a sus descendientes los horrores de la tragedia atómica, con su ensordecedor estruendo, fogonazo blanquecino y rosada nube de muerte.
Transmiten con emoción que como consecuencia de la detonación del artefacto, cargado de uranio 235 enriquecido, unas 80 mil personas sucumbieron de inmediato.
La explosión del diabólico engendro transportado por un avión B-29 de Estados Unidos causó también heridas a otros 40 mil residentes y más de 120 mil desaparecieron, según historiadores.
Con grandes incendios en un radio de unos cuatro kilómetros, la explosión calcinó a más de 60 mil de las 90 mil viviendas existentes en el área dañada, consignaron esas fuentes.
Otra bomba, de plutonio, arrojada el 9 de agosto de 1945 por una aeronave de guerra norteamericana sobre Nagasaki, costó la vida a 73 mil hijos de esa ciudad.
Por causa de las radiaciones, quemaduras y lesiones, murieron posteriormente 35 mil residentes.
Con esas abultadas cifras de la tragedia, especialistas cuestionan los lanzamientos por Washington de las bombas atómicas frente al hecho de que el Ejército japonés estaba prácticamente vencido casi al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Además de continuar los bombardeos convencionales y el bloqueo naval contra Japón, Estados Unidos antes de emplear los explosivos pudo mostrar su poderío en pruebas ante observadores de Japón y otros países, advierte el historiador norteamericano Gregg Herken.
El profesor de Historia de la Universidad de California sostiene además que ninguna de las ciudades escogidas para el ataque nuclear fue advertida antes. Tal decisión incidió en el elevado número de víctimas civiles, difundió la publicación Russia Today.
Tras la masacre humana y destrucción de inmuebles en Hiroshima y Nagasaki, activistas coincidieron en que se debe preservar la memoria de esos hechos para evitar conflagraciones y desterrar las armas nucleares.
Luego de considerar que las bombas atómicas devienen mal absoluto ya que siegan numerosas vidas, el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, llamó a laborar por un desarme atómico total.
Japón evitó guerras en los últimos 69 años por el espíritu pacífico de la Constitución, sostuvo. Matsui profirió esas palabras cuando, pese al creciente rechazo popular, el Ejecutivo aprobó una resolución que autoriza a las Fuerzas de Autodefensa a intervenir en conflictos bélicos, para ayudar a países aliados.
Esa resolución deberá refrendarse por la Cámara de Consejeros, tras el visto bueno de la Cámara Baja de la Dieta (Parlamento).
Para testigos de la explosión nuclear como el anciano Toshiyuki Mimaki, de 72 años de edad, que contaba con sólo tres años cuando se lanzó la bomba sobre Hiroshima, “ese día parecía estar teñido por un velo negro”.
A tono con el sentimiento de repudio a la guerra, el Ayuntamiento de Hiroshima desarrolla desde hace dos años un programa de capacitación de ciudadanos para preservar la memoria histórica.
Los involucrados en aquel terrífico episodio narran sus experiencias sobre los horrores de los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, primeras y únicas ciudades que sufrieron ataques nucleares.
Las acciones divulgativas son consideradas necesarias, más aún después que una encuesta de la cadena televisiva NHK reveló que 70 por ciento de los japoneses ignora las fechas exactas de lanzamiento de las bombas atómicas.
A la pregunta de cuándo se arrojó la primera bomba atómica, 69 por ciento de los residentes en Hiroshima y 50 de los de Nagasaki respondieron correctamente, el 6 de agosto de 1945, mientras que solo lo hicieron así 30 por ciento de los de otras regiones.
En tanto, la fecha del bombardeo de Nagasaki -9 de agosto- la conocen sólo 54 por ciento de los pobladores de Hiroshima, 59 de los de Nagasaki y 26 de los del resto del país.
De acuerdo con la pesquisa, consideraron imperdonables los ataques de Estados Unidos en 1945, 43 por ciento de los habitantes de Hiroshima, 44 de Nagasaki y 41 de otras demarcaciones.
En concurridos escenarios como el Parque de la Paz en Hiroshima, donde están impresos más de 292 mil víctimas de la letal detonación, oradores insisten cada año en la necesidad de que los jóvenes aprendan sobre el oscuro pasado de guerra y defiendan la paz.
Para Joji Fukahori, uno de los más de 183 mil hibakushas (supervivientes de la bomba atómica), aunque no se puede cambiar el pasado se puede aprender de él, para que el día no se vuelva a teñir de sombras.
Prensa Latina
Crónica Digital, 5 de Agosto 2015