Las autoridades ucranianas tuvieron la oportunidad desde un principio de suspender el boicot con métodos policiales, y establecer un control sobre las zonas de tránsito entre la región de Donbass (Donetsk y Lugansk) y el resto de Ucrania.
Sin embargo, en el fondo parecían compartir los lemas proferidos por los ultranacionalistas organizadores de los cercos y barricadas montados en las líneas de ferrocarril y en carreteras desde y hacia el Donbass.
La situación cambió, no solo por el hecho de que la falta del carbón y el coque proveniente del territorio rebelde creó una situación difícil a la economía ucraniana, sino porque los gobiernos de las citadas regiones impusieron sus condiciones.
Desde la jefatura de las repúblicas sublevadas se escuchó un ultimátum de que tomarían bajo su control las empresas y minas de carbón en sus territorios, si continuaba el bloqueo. Esa advertencia se materializó el 1 de marzo.
El gobierno ucraniano debió dedicarse a cómo salvar la economía nacional de un colapso energético y a aplicar medidas para evitar el cierre de complejos metalúrgicos.
Pero en Kiev, más bien lo que se produjo fue una fuerte polémica sobre quién podría estar detrás del bloqueo. Los más culpan en primer lugar a Moscú, pues consideran que el Kremlin lo planificó todo para volver a Ucrania dependiente del carbón ruso.
Otros estiman que los propios bloqueadores podrían buscar un beneficio para algunos sectores oligárquicos.
Pero lo que sí parece quedar claro es que con la admisión del bloqueo de los radicales, que causa daños económicos considerables a Ucrania, Poroshenko muestra la fragilidad del poder para canalizar problemas internos con la ultraderecha.
Como afirma el politólogo Mijail Pagrebinki, el Ejecutivo ya dejó pasar la oportunidad de resolver el asunto del bloqueo con el uso de la fuerza policial. Hasta de Occidente le recomiendan negociar con los bloqueadores del Donbas.
Además, las autoridades de Donetsk y Lugansk aseguraron que ahora serían ellos quienes impondrían un bloqueo a Ucrania por al menos 60 días. En ese lapso, las repúblicas buscarán nuevos mercados para sus productos.
Cabe destacar que Ucrania pierde, además del combustible para sus termoeléctricas, las cuales producen una tercera parte de la energía eléctrica, otros nueve mil millones de exportaciones de productos elaborados con el coque obtenido en el Donbass.
Para el filósofo y politólogo Serguei Datsiuk, en esta ocasión no estamos frente a un conflicto del Gobierno con los radicales por el tema de los bloqueos, sino entre el poder y la sociedad.
Las acciones y decisiones de los ultraderechistas cada vez se tornan más peligrosas para el poder en Kiev, que también está imposibilitado de retomar el control de 400 kilómetros de fronteras de Donetsk y Lugansk con Rusia.
Por Antonio Rondón García
Kiev, 7 de marzo 2017
Crónica Digital /PL