¿
Y cómo andamos
por casa?
No estamos en absoluto hablando en términos del “empate moral” a propósito de temas de corrupción, de la relación incestuosa entre dinero y política, que la Derecha y sus medios de comunicación han puesto en la agenda pública, para ocultar o distraer la atención sobre el caso Penta o sobre su crisis moral.
Pero la interrogante es objetivamente pertinente porque los coletazos del desastre obligan a un control de daños, tanto en la esfera de la confianza pública en los partidos, como en el plano del gobierno y sus iniciativas políticas, las reformas Aprobadas en la elección presidencial que llevó a La Moneda a la presidenta Michelle Bachelet y a la Nueva Mayoría.
La aprobación de 36 por ciento recibido por Bachelet al cumplir el primer año de su segundo mandato, según la consultora Plaza Pública-Cadem, para La Tercera, no fue una buena noticia.
Es la cifra más baja de los 12 meses de su administración y sus resultados reflejan el impacto público del llamado caso Caval, bajando 17 puntos desde marzo del 2014, cuando registró un 53 por ciento de valoración ciudadana.
Por lo tanto la pregunta sigue siendo válida. ¿Cómo andamos por casa?
En primer término, en los marcos del tema político puesto en el tapete: corrupción, relación política-negocios y tráfico de influencias. En segundo lugar en el escenario político propio donde dos de los partidos más importantes en influencia, militancia, votos y representantes, me refiero al -PS y PDC- parecen irse a las manos en busca de los espacios de poder interno, y claro, con la perspectiva presidencial futura.
O donde dos personajes ( el diputado comunista, Hugo Gutiérrez y el senador socialista Fulvio Rossi) se trenzan en una virtual riña callejera. Que analistas políticos han señalado a Crónica Digital como de: «Irresponsable con acusaciones ramplonas, en busca de una pequeña ventaja local».
En tercer lugar se produce el indisimulado posicionamiento de las figuras presidenciales a futuro, que lógicamente comienzan a diseñar y desarrollar sus estrategias, poner en agenda sus ideas-fuerza, conformar equipos, y desplegar sus esfuerzos de proselitismo.Aunque lo importante sería cumplir el programa del gobierno de Michellet Bachelet que comprometió ante la ciudadanía.
Entonces, ¿cómo andamos por casa?.
Porque en el ambiente surge la idea, cómoda y dañina, de que el problema del Gobierno es el aporte de la imagen de la Presidenta Michelle Bachelet, un atributo creíble y querible por la gente, un valor sustancial, sobre el cual se puede seguir girando de su «cuenta de ahorros».
Y que el tema de la confianza, o más bien de la recomposición de las confianzas, descansa en el carisma de la presidenta Michelle Bachelet.
Lo que se elude en este esquema de pensamiento es que los partidos de la Nueva Mayoría, sus líderes y militantes, no son ajenos a la responsabilidad política del gobierno, ni al cumplimiento del programa, ni al destino de la coalición, ni al futuro del proyecto.
Da la sensación de que algunos dirigentes creen, que una cosa es el Gobierno, La Moneda, los ministros, y otra- distinta y a veces en contraposición, los partidos y sus intereses.
En este sentido parece destacable lo dicho por el Secretario General y diputado del Partido Comunista,
Lautaro Carmona, cuando resalta en una entrevista periodística, que la Nueva Mayoría, es “un amplio marco desde la DC hasta el PC”, y que lo esencial es una “correlación de fuerzas que permita las transformaciones democráticas”, proyectando su accionar hacia el futuro.
Mucho ha hecho el gobierno de la presidenta Bachelet, pero mucho es también lo que queda por delante, en materia de reformas, de profundización y ampliación de la democracia en Chile.
Están la reforma laboral, la reforma constitucional, completar la reforma educacional, la reforma previsional, la reforma al sistema de salud, los avances en los temas ambientales, y la nueva relación y las políticas con los pueblos indígenas, la defensa de las riquezas nacionales, la descentralización, etc.
La frustración de esas esperanzas y objetivos no es una opción. Pero ello depende de una voluntad política nacional, popular, democrática y patriótica.
Y aquí es donde está también la responsabilidad de la participación ciudadana, y para el gobierno y su coalición de promover los instrumentos para garantizar el protagonismo social.
Entonces no es ociosa la pregunta de ¿cómo estamos por casa?.
Porque de la respuesta que ofrezcamos a la ciudadanía, dependerá el futuro del país
y la materialización del proyecto reformador de la actual administración.
Por Marcel Gárces, Director de Crónica Digital.Santiago de Chile, 25 de marzo 2015
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