Tesis: Acerca del Partido Revolucionario del Pueblo Trabajador y sus Tareas Presentes

Manuel Riesco Larraín, Economista y vicepresidente del CENDA. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital

Por Manuel Riesco

El desvanecimiento en el aire del socialismo real europeo a fines del siglo XX, obliga a redefinir lo que se entendió por un partido revolucionario del Pueblo Trabajador tras la Revolución Rusa de 1917. Ello se intenta en la síntesis que sigue, redactada desde luego en la forma de tesis cómo es tradición. Apoyada en la profunda reflexión teórica acerca de la revolución social acumulada a lo largo de siglos. Y en la práctica del autor, veterano de las dos brillantes revoluciones realizadas por el Pueblo Trabajador de Chile durante la segunda mitad del siglo XX, que tiene el inmenso privilegio de escribir estas líneas en medio del fragor de una tercera, desplegada a partir del 18-O.

El Carácter de la Época y sus Revoluciones

  1. La “caída de los muros” develó que el carácter de la época histórica presente sigue siendo el mismo de los últimos tres siglos, es decir, la transición de la vieja sociedad agraria y señorial a la moderna sociedad urbana y burguesa. Dicha transición epocal, como todas las anteriores, ha tomado y demora todavía un largo tiempo. Se encuentra hoy a medio camino alrededor del planeta, puesto que recién a inicios del presente siglo los habitantes urbanos superan en número a quienes todavía viven y trabajan en el campo, donde sólo una pequeña fracción de su trabajo se  incorpora a bienes y servicios que se venden en el mercado. Sin embargo, la sociedad humana se está transformando en este tiempo a una velocidad pasmosa, impulsada desde las profundidades tectónicas por un proceso de urbanización que constituye de muy lejos el fenómeno social más masivo y vertiginoso que haya experimentado jamás la humanidad, que la transformará de arriba a abajo y por completo.

  2. Por lo anterior, el carácter de todas las grandes Revoluciones Modernas ha sido y seguirá siendo por largo tiempo, aquel que el programa del Partido Bolchevique señalaba para la Revolución Rusa, bajo la denominación “democrático-burguesa”. La sociedad que ha surgido y surgirá de todas ellas es asimismo todavía una en que el Pueblo Trabajador —que siempre lo produce todo—, se ve obligado a entregar una parte principal del fruto de su trabajo a las clases propietarias de los medios de producción que él carece (Adam Smith). Es decir, una sociedad dividida en clases.

  3. Los porfiados hechos han demostrado que no fue posible el fantástico asalto al cielo de los Bolcheviques. Este partido revolucionario anticapitalista alcanzó el poder en un país aún feudal y horrorizado, cómo el mundo entero de esos años, por la carnicería atroz de la primera guerra mundial, provocada por el naciente capitalismo imperialista europeo. Se propuso saltar la moderna época burguesa por completo y construir de inmediato la sociedad sin clases que sin duda la reemplazará en el futuro.

  4. En cambio, los Bolcheviques convertidos en Comunistas encabezaron la que durante muchas décadas constituyó la forma más avanzada del desarrollismo estatal, conducción que ha acompañado a todas las sociedades burguesas en su nacimiento y evolución. Convirtieron a Rusia en un país moderno y poderoso, capaz de derrotar al nazismo alemán en la Segunda Guerra Mundial, que equilibró el poderío de la principal potencia imperialista y evitó así la guerra nuclear, y apoyó todas las revoluciones anticoloniales y modernas del siglo, aparte de alcanzar el espacio.

  5. El Partido Comunista Chino replicó ese camino, pero decuplicado en el país más poblado del planeta. Al asumirlo en lúcida conciencia a partir del último quinto del siglo XX, logró realizar la transición a la modernidad más impresionante de la historia y construir la que por estos días está pasando a ser la mayor y más moderna economía del mundo.

  6. La Época Moderna, que de ese modo continúa aún extendiéndose alrededor del mundo, al igual que todas las anteriores, tampoco durará para siempre. Si la transición a ella aún en curso logra evitar los horrores de la guerra mundial —lo que no pudo Europa—, cuando finalmente abarque a toda la humanidad y dé todo lo que puede dar, llegará el momento de ser reemplazada y lo será. Esta vez por una sociedad sin clases que finalmente ponga fin a la prehistoria de la humanidad. Los partidos revolucionarios del Pueblo Trabajador estarán presentes para conducir esa, la última era de revoluciones de clases, que abrirá paso al porvenir. 

El Partido Revolucionario del Pueblo Trabajador

Las tesis anteriores apuntan al movimiento pesado de la historia, que en siglo XX se impuso al mayor intento de ingeniería política jamás intentado en forma consciente por un partido revolucionario. 

Ello ciertamente no significa que la historia se mueva por sí sóla, sino muy por el contrario, la escribe la acción del Pueblo Trabajador con sus periódicas irrupciones masivas en el espacio político. 

Siendo estas una acción conjunta de millones de personas, también presentan regularidades que exceden la capacidad de un partido de determinar su trayectoria a su sóla voluntad. Sin embargo, como se  verá en lo que sigue, la existencia de tal partido, es decir, de una agrupación de personas que conscientemente se propone conducir las irrupciones masivas del Pueblo Trabajador en política, es una necesidad imprescindible para conducirlas en sus momentos decisivos. 

Sea cual sea la forma que tome y las ideas que lo inspiran, cumple el papel de un pequeño timón en un pesado transatlántico, que sostenido con acierto y firmeza puede evitar colisiones y conducirlo a puerto seguro.

  1. En el cuadro epocal descrito, un partido revolucionario del Pueblo Trabajador tiene por misión principal incidir decisivamente en su conducción, durante sus sucesivas irrupciones masivas en el espacio político. Para lograr encauzar su inmensa energía impulsando la realización de las reformas en cada momento necesarias. Para acabar con los principales abusos y distorsiones que se han acumulado por décadas. Mismas que han provocado las correspondientes crisis políticas nacionales, las que ayudan así a resolver en un sentido de progreso.

  2. Durante las demás fases del ciclo de actividad política popular, el partido revolucionario se prepara para el adecuado desempeño de su misión principal, sin perderla jamás de vista. Defendiendo en todo momento de manera intransigente los intereses del Pueblo Trabajador, ayudando a su organización, educación y actividad política regular, entre otras tareas.

  3. La necesidad de un partido revolucionario del Pueblo Trabajador se ha fundado siempre, se funda hoy y se continuará fundando por mucho tiempo, precisamente en el hecho evidente que a cada tanto las revoluciones suceden. Las irrupciones masivas del Pueblo Trabajador en política se han sucedido con cierta periodicidad en todas las sociedades a lo largo de toda la historia y todas las épocas que la conforman hasta el momento. Son la manera en que el Pueblo Trabajador se hace respetar.

  4. Permiten resolver en un sentido de progreso las constantes pugnas entre los de arriba, en favor de aquellas fracciones dispuestas a enfrentar a los poderosos y realizar las reformas en cada momento necesarias. Imponen de ese modo a la autoridad política el cumplir a plenitud con su deber esencial, sobre el que se funda su legitimidad: su capacidad de enfrentarse a los poderosos, para impedir que abusen y exigir que cumplan rigurosamente con sus principales obligaciones en el pacto social:

    1. Respetar en forma sagrada el producto social necesario, que el Pueblo Trabajador reserva para sí, para sostener a sus familias, incluidos sus niños, inválidos y viejos, en condiciones que se consideren dignas en cada época y sociedad. 
    2. Organizar la producción social de la manera más avanzada disponible en cada época histórica —que en la época actual debe incluir la protección de la naturaleza—, financiando íntegramente su reproducción y progreso.
    3. Financiar íntegramente los asuntos del espíritu, es decir, todas aquellas actividades sociales necesarias que excedan el ámbito de la producción social, incluyendo la educación, la actividad cultural, artística y científica. 

Sólo el cumplimiento estricto de estas obligaciones legitiman que los de arriba se apropien del excedente de la producción social—que en su integridad es fruto de la actividad del Pueblo Trabajador.

  1. La participación masiva del Pueblo Trabajador en el espacio político evidencia a lo largo de décadas, una trayectoria cíclica similar a la que describe el movimiento de grandes masas de partículas en la naturaleza, y también en la época moderna con el de cientos de millones de empresas e individuos que intercambian sus mercancías en el mercado mundial. Los miles de millones de personas que conforman el Pueblo Trabajador se van influenciando mutuamente en lo que respecta a su participación en los asuntos públicos, hasta converger en una determinada dirección y sentido. Se aprecian así en su movimiento períodos de retracción de su actividad política, seguidos de  largos períodos de calma chicha o avance a paso de tortuga, el que luego se acelera gradualmente y cada vez más  rápidamente, hasta estallar en su fase desplegada, para luego inevitablemente volver a retraerse y dar inicio a un nuevo ciclo. Por cierto, estos ciclos de actividad política popular se suceden unos a otros en cada sociedad en particular, aunque hay bastante evidencia de cierta coincidencia entre unos y otros, en la medida que todos son influenciados por fenómenos de alcance planetario.

  2. A lo largo de todas las fases de cada ciclo, dicha trayectoria no es nunca lineal sino muy por el contrario, se asienta a través del oleaje de constantes alzas y bajas, avances y retrocesos, victoria y derrotas.

  3. No todas las revoluciones son iguales. Las que tienen lugar durante las transiciones de una época histórica a otra en una sociedad determinada, es decir, los ciclos de actividad política del Pueblo Trabajador que se suceden durante el tiempo que toma a cada sociedad el paso de un modo de organización de la vida y trabajo al que le sucede en la historia, se ubican en una categoría diferente a las demás. Se las denomina ”Eras de Revoluciones” (Hobsbawm). En el caso chileno, su Era de Revoluciones se extiende a lo largo del siglo XX y está culminando a partir del 18-O, irrupción aún en pleno curso.

  4. De todas las irrupciones populares que en cada país conforman su Era de Revoluciones, hay una en especial que el Pueblo Trabajador que de ellas nace distingue y llama su Revolución, la escribe con mayúscula y reconoce como la madre que lo parió. En el caso de las Revoluciones Modernas, estas se distinguen porque durante su curso por primera vez el campesinado se suma masivamente a la lucha revolucionaria del Pueblo Trabajador de las ciudades (Souboul). En el caso de Chile, su Revolución fue encabezada por el presidente Salvador Allende.

  5. Las Eras de Revoluciones Modernas no incluyen sólo irrupciones populares victoriosas, sino también derrotas espantosas, seguidas de períodos más o menos prolongados de restauración de las viejas oligarquías. Es el caso nada menos que la Era de Revoluciones Francesa, que tras ser aplastada en Waterloo debe soportar décadas de restauración del Rey y los nobles, mismos que son aventados por las sucesivas revoluciones de 1830 y 1848. Es lo que ha sucedido tras la derrota de la Revolución Chilena el 11 de septiembre de 1973, y lo que está en curso tras el 18-O.

  6. Las transiciones de una época a la que le sigue en la historia toman usualmente  a lo menos medio siglo en cada país y varios siglos en completarse a nivel planetario. No ocurren simultáneamente en todas las sociedades, sino primero en unas y luego en otras, hasta alcanzar finalmente a la humanidad toda.

  7. Por ejemplo, la enrevesada trayectoria que ha venido siguiendo desde hace tres siglos y hasta ahora, la transición desde el viejo modo de producción basado en señorialismos agrarios, al moderno modo de producción urbano y capitalista, se puede observar siguiendo los fogonazos de las grandes Revoluciones Modernas alrededor del mundo.

  8. Entre estas y a riesgo de dejar muchas de lado, no se pueden dejar de mencionar por su carácter pionero y significación a la Revolución Inglesa de 1648, la Revolución Francesa de 1789 y  la Primavera de los Pueblos de Europa de 1848. Por cierto a la Revolución Rusa de 1917 que inspiró la mayoría de las principales Revoluciones del siglo XX, incluidas nada menos que la Revolución China de 1949 y la Revolución Vietnamita iniciada por esos mismos años, y en América la Revolución Cubana de 1959 y la Revolución Chilena de 1970. Dicha trayectoria obedece a fenómenos puramente históricos que no guardan mucho respeto por la economía ni la geografía. La Revolución de los Claveles de Portugal, por ejemplo, tuvo lugar en 1976, tres siglos después del estallido de la primera, en un país ubicado a la distancia de un tiro de piedra.


La Crisis Política Nacional que Vivimos

  1. Nadie niega la crisis política nacional que hoy atraviesa Chile. Todas las instituciones han perdido su legitimidad en mayor o menor medida. Ello ha deteriorado la vida social en todos sus aspectos. También la interacción de la sociedad con la naturaleza. La vida cotidiana se torna insoportable para el pueblo trabajador y los de arriba. Nada puede progresar en orden y en paz sin una autoridad política legítima. La crisis política nacional debe resolverse ahora. Esa es la gran tarea política y el principal desafío que enfrenta hoy Chile. Todo lo demás se subordina a la imperiosa necesidad de restablecer la legitimidad de la autoridad política.

  2. Como enseña la ciencia política (Maquiavelo, EL Príncipe, Cap IX)  y ha comprobado la riquísima historia revolucionaria y democrática del pueblo de Chile a lo largo de un siglo, el único camino para relegitimar la autoridad política y evitar la hecatombe es realizar las reformas necesarias largamente postergadas (Alessandri Palma, 1924). Para acabar los grandes abusos y distorsiones de la sociedad, enfrentando con decisión a los poderosos intereses que les pretenden perpetuar. Sólo así se pueden superar en un sentido de progreso las crisis políticas nacionales que de tanto en tanto enfrentan todas las sociedades. También la actual.

  3. La fuerza requerida para lograrlo la proporciona la irrupción masiva en el espacio político del pueblo trabajador de Chile. Desplegada desde el 18-O y sostenida hasta hoy bajo diferentes formas. No cejará hasta que se realicen las reformas necesarias largamente postergadas.

  4. Para encauzar dicha energía es indispensable una conducción política avanzada y democrática que se comprometa a realizar las reformas necesarias. Lamentablemente, en la irrupción popular presente, ninguna fuerza política existente está en condiciones de hacerlo.

  5. Ello incluye a aquellas que con brillo reconocido universalmente supieron conducir los grandes alzamientos populares precedentes. La participación de sus principales partidos en sucesivos gobiernos elegidos tras el fin de la dictadura, incluido el actual, sin duda ha logrado grandes cosas en beneficio del pueblo. Pero ninguno de esos gobiernos ha conseguido proponerse siquiera realizar las reformas necesarias para acabar con los grandes abusos y distorsiones heredados de la dictadura, enfrentando a los poderosos intereses que profitan de los mismos. Al revés, al buscar el acuerdo con estos últimos, se han sometido a ellos.

  6. Por este motivo, en esta crisis política nacional como en todas, el sistema político en su conjunto se convierte en un blanco principal de la ira creciente del pueblo. En lugar de dirigir esta contra los grandes abusadores, usualmente apunta contra la autoridad política que ha fallado en aquello que constituye la base esencial de su legitimidad: su capacidad de enfrentar a los poderosos para que no abusen del pueblo trabajador.

  7. Si la crisis no se corrige a tiempo, si las reformas necesarias se postergan en demasía, la indignación del pueblo contra el sistema político que no cumple con éste, su deber esencial, puede terminar aplaudiendo que la hez de la sociedad asuma el poder político, prometiendo guillotinarlo. Así ha ocurrido en elecciones recientes en países vecinos y ahora mismo nada menos que en la principal potencia mundial. Esos tipos son peligrosos, pueden conducir a los países al suicidio, como demuestra la era de las catástrofes de Europa en el siglo XX.

  8. Cuando el pueblo trabajador de Chile irrumpió masivamente en el espacio político el 18-O, el sistema democrático chileno, haciendo honor a su tradición de flexibilidad más que centenaria, recogió el mensaje y abrió un cauce para que cursara por vías legales. Eligió una Convención Constituyente y un Gobierno encabezado por el joven dirigente de una fuerza política nueva, que apareció en el centro de la imagen del acuerdo del 15-N. Sin perder de vista que en esa misma elección presidencial otra parte considerable del pueblo votó por un candidato de ultraderecha que en ese momento aparecía asimismo ajeno y en contra del sistema político en su conjunto.

  9. Lamentablemente, ni la Convención Constitucional ni el nuevo Gobierno, abordaron rápida y derechamente los mayores abusos y distorsiones. La Convención hizo muchas propuestas interesantes en muchos ámbitos, quizás demasiadas, pero no logró los dos tercios necesarios para renacionalizar el cobre. Esa es de muy lejos la principal reforma necesaria para corregir el mayor abuso y la mayor distorsión heredada de la dictadura: que diez mineras se apropien sin pago significativo de cobre que exportan sin refinar, cuyos subproductos cubren la mayor parte de sus costos y cuyo valor equivale a la mitad de los ingresos totales del Estado.

  10. El nuevo Gobierno, por su parte, no presentó reforma alguna en sus primeros meses. Al revés, en la antesala del plebiscito constitucional torpedeó un retiro de fondos AFP, medida justa y sentida por el pueblo, que apunta al corazón de quiénes profitan del segundo mayor abuso: el desvío a financiar negocios de un puñado de empresarios, de cotizaciones salariales que equivalen a un quinto de los ingresos tributarios totales del fisco, a costa de la miseria del pueblo trabajador jubilado. Estas y otras reformas necesarias se proponen al actual gobierno en una carta pública reciente de firmantes de esta.

  11. “Son lo mismo que los otros” sentenció literalmente el pueblo trabajador por esos días, refiriéndose a las nuevas autoridades, y pasando mayoritariamente al Rechazo en la misma semana en que el Gobierno impidió el retiro. Ha confirmado esa sentencia en la veintena de elecciones nacionales en las que ha participado masivamente desde el 18-O, en todas y cada una de las cuales ha rechazado las propuestas de todos los sectores del sistema político. También en la más reciente, en la cual sólo un tercio de los participantes votó por candidaturas afiliadas a  partidos, mientras poco más de la mitad lo hizo por candidaturas independientes, y poco más de uno de cada diez votó nulo o en blanco.

  12. Por todo lo descrito, hay que generar en este momento el movimiento político imprescindible para conducir esas y otras grandes reformas necesarias largamente postergadas. Generar de inmediato esa fuerza política, social y de masas es un camino, realista y acorde con la riquísima tradición democrática y  chilena, para resolver la crisis política nacional en un sentido de progreso.

  13. Debe ser una fuerza política revolucionaria y democrática que, creada desde fuera del sistema político actual, condición para ganar la confianza del pueblo, logre hegemonía sobre la amplia coalición que votó sucesivamente Apruebo y En Contra en los plebiscitos constitucionales recientes y lidere al conjunto del sistema político democrático para abrir paso a las reformas necesarias.

  14. Esa fuerza política no necesita ser un nuevo partido. Bien puede ser en cambio una candidatura presidencial que logre canalizar la energía popular para realizar hoy las reformas necesarias. El calendario electoral que se abre en los doce meses venideros ofrece la vía por la cual esta solución puede cursar.

  15. En tiempos como estos suceden cosas extraordinarias. La historia se acelera. Cómo en Chile tras el 18-O, puede suceder en treinta días lo que no aconteció en treinta años. Cómo en Chile en 1970, cuando en tres años se realizaron transformaciones irreversibles que en tiempos normales demoran siglos.

  16. En tiempos de crisis política nacional el deber de quienes estamos por cambios de fondo es abrir caminos para conseguirlos. 

A modo de conclusión, nada mejor que la frase del prefacio de Engels a la edición de 1883 del Manifiesto Comunista, que fue publicado originalmente en 1848, pocas semanas antes del estallido de la Primavera de los Pueblos de Europa: 

“La producción económica y la estructura social determinada por ella, forman, en cada época histórica, la base de la historia política e intelectual de esa época; que, por consiguiente (y a partir de la abolición de la primitiva propiedad común de la tierra), toda la historia ha sido una historia de luchas de clases, luchas entre clases explotadas y explotadoras, dominadas y dominantes, en los diversos grados del desarrollo social; que esta lucha,empero, ha alcanzado hoy un grado en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede librarse dela clase que la explota y oprime (la burguesía) sin librar al mismo tiempo y para siempre a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases —”.

 

Por Manuel Riesco
Vicepresidente CENDA

Santiago de Chile, 6 de diciembre de 2024
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