Como trabajadores de la cultura hemos cultivado valores tan importantes y necesarios en la vida de un ser humano como lo son la justicia, la igualdad, la belleza, la libertad y tantos otros que nos han acompañado por siempre, al abrazo de los poemas de muchos escritores y escritoras que volcaron su vida en defensa de estos principios, porque es ético mirarnos y sonreír ante la emoción que nos provoca leer a nuestros y nuestras poetas que hoy vuelven a reivindicar el verso y la palabra como el más noble de los oficios a los cuales puede aspirar el ser humano y que nos ha impulsado a respetar los derechos humanos, a respetar nuestro espacio vital, a soñarnos como sujetos preocupados por el otro.
Hoy cada uno de nuestros compatriotas respiramos un sueño en común, el anhelo de construir un mejor país, con conciencia social, con identidad de pueblo que se levanta a luchar por sus derechos. Hoy construimos juntos el mejor poema, el más puro, el más sublime, el más inspirador, aquel que respiramos en las calles y que se vuelca a nosotros para escribirse en la piel, allí donde no se olvida, allí donde los sueños arrastran nuevos sueños, aquel que se nutre de la realidad y se levanta en defensa de los más débiles, de los abandonados, de los reprimidos. Hoy se escribe por aquellos que dieron su vida en esta lucha, aquellos que vivirán en nuestra memoria y que nos legaron su fuerza para un nuevo despertar.
Salí a encontrarte hijos por la tierra,
salí a cuidar caídos con tu nombre de nieve,
salí a hacer una casa con tu madera pura,
salí a llevar tu estrella a los héroes heridos.(Pablo Neruda)
Este clamor del pueblo nos debe interpelar a estar muy cerca del otro, a enarbolar las mismas banderas de su lucha y emocionarnos con su dignidad y firmeza; es el momento de tomar la pluma y combatir junto a ellos para que llegue algún día la humanidad a nuestros corazones.
Hoy la lucha es a cambiar el sistema neoliberal, no cabe en nuestro imaginario de país; no sirve, especialmente porque nos aleja de nuestro concepto de humanidad, porque este sistema no nos representa, no fue el paradigma de nuestros libertadores, ni tampoco es el modelo que favorezca nuestro mundo interior. Lo perverso de este sistema capitalista siempre nos dejará en la indefensión y el desamparo, en la ignominia y la barbarie.
Hoy debemos reivindicar la democracia y la política como un ejercicio que nos ayuda en la construcción de sociedad, un ejercicio que nos permite construir espacios de socialización y diálogo, de justicia social, de respeto a las minorías, de fraternidad y de tantos otros valores que hoy tratan de deslegitimarla y sacarla de su concepción etimológica, que no es otro que “el gobierno de los pueblos”, tal como se señala desde sus orígenes. “Concepto que fue acuñado en Atenas en el siglo V y que significa “Demos” (pueblo, población) y Kratos, (gobierno)”. La democracia es la forma que nos garantiza el respeto y la promoción de los derechos humanos. Por ello no debemos permitir que los poderes fácticos y los medios serviles al sistema continúen desprestigiando el único ejercicio válido que tenemos los sujetos sociales para profundizar, reflexionar y dialogar nuestra vida en sociedad.
Ahora es tiempo de continuar construyendo este poema vitalizador y fecundo, por nuestros compatriotas asesinados, ante la más salvaje represión, por aquellos que alzan su voz y escriben en los muros otra historia, otros paisajes, otros relatos en esta narrativa naciente que se escribe con la sangre de los caídos y con la pluma de aquellos que vuelven a leer, en la esperanza de volver a creer en nosotros mismos. Hoy se escribe el poema de un pueblo que se levanta en la dignidad del ser.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos. (Roque Dalton)
Isabel Gómez
Vice-presidenta Sociedad de Escritores de Chile
Santiago de Chile, 26 de octubre 2019
Crónica Digital