Por Yasiel Cancio Vilar, Enviado especial |
El gran favorito hincó la rodilla. Brasil, el cinco veces titular del orbe, claudicó hoy por 1-2 ante Bélgica y dejó a América sin representación en el Mundial de Rusia. Europa es para los europeos, versa un popular refrán futbolero.
A orillas del río Volga, en Kazán, cayó otro gran monarca. El cementerio de la capital de los tártaros hizo las honras fúnebres al elenco de Brasil, apenas unos días después de haberle servido de tumba a Alemania y Argentina, al mismísimo Lionel Messi.
Los Diablos Rojos de Bélgica jamás habían vencido a los brasileños en citas universales y, aunque en esta edición cuentan con un elenco de lujo, los pronósticos señalaban como favorito al combinado sudamericano, liderado por Neymar.
Un triunfo de los europeos no sería una sorpresa avasalladora, pero el nivel exhibido por Brasil hasta el momento invitaba a soñar a toda Latinoamérica con una odisea, con la sexta coronación del Scratch.
Sin embargo, se cumplió el viejo adagio de Europa para los europeos. De hecho, Brasil es el único equipo latinoamericano que subió al trono en el viejo continente, aunque fue hace 60 años, en Suecia-1958, con Pelé en roles protagónicos.
En el minuto 31, ya los belgas mandaban por 2-0. Un gol en propia puerta de Fernandinho y otro de Kevin de Bruyne, golpearon fuerte a la anatomía de los sudamericanos. La cuesta se antojaba enorme y Brasil, a vista de todos, no tenía la suerte de su parte, algo raro en el balompié.
Brasil pudo recortar distancias pero Bélgica tiene un arquero que responde al nombre de Thibaut Courtois, para muchos el mejor del mundo en su posición, enorme en varias acciones del duelo.
Antes del descanso, el árbitro decidió no revisar por el video una acción de Vincent Company sobre Gabriel Jesús. Presunta falta. Las cámaras dejaron un mar de dudas, sin embargo, el juez parece no ser muy amante de la tecnología.
En la segunda parte del cotejo, Tite repletó la cancha de delanteros y Brasil arreció sus oleadas de ataques. La figura de Courtois crecía por minuto. Los auriverdes desperdiciaron varias ocasiones claras, incluso hasta sencillas de resolver de cara a la puerta.
Neymar, mientras, caía al suelo nada más sentir la brisa del aire. Una, dos y hasta tres veces fue requerido por el principal, quien al parecer, por tratarse de una instancia decisiva, prefirió no mostrarle tarjeta amarilla por fingir faltas.
El férreo empuje de la canarinha tuvo premio en el 76. Renato Augusto, el que menos esperaba la torcida, descontó al marcar de cabeza a pase aéreo, milimétrico, de Coutinho.
Los corazones de Bélgica se aceleraron; su entrenador Roberto Martínez tomó precauciones y reforzó la zona de contención y la defensa. Sus contragolpes, con Eden Hazard y De Bruyne, podían sentenciar el choque en cualquier momento, pero la hegemonía de Brasil era abrumadora a esas alturas del cuento.
Estábamos frente al mejor partido del Mundial, con el permiso de los demás. Brasil puso todo su arsenal a disposición de la historia, Bélgica incursionaba en territorio desconocido: nunca había clasificado a las semifinales de un Mundial en sus 12 incursiones previas.
Los minutos finales fueron de infarto. Brasil pudo empatar varias veces. La suerte le daba la espalda de manera continua. Neymar, en los suspiros finales, disparó a la escuadra y cuando medio mundo celebraba el gol, apareció Courtois y mandó el balón a córner.
El portero firmó la salvación de los belgas, aunque De Bruyne se llevara el premio al Mejor Jugador del Partido.
Rodilla en tierra, los brasileños no lo podían creer, vendieron cara la derrota, pero con eso no se ganan títulos. No pudieron refrendar en la cancha su cartel de favoritos en el duelo. Por cuarto Mundial consecutivo caían eliminados a manos de un equipo europeo.
América Latina también llora. A partir de ahora el Mundial tendrá solo contendientes de Europa, la frialdad y el pragmatismo se adueñan del torneo, aunque Bélgica y Francia, adversarios en las semifinales, tienen jugadores con mucha magia en sus botines.
Kazán, Rusia, 6 julio 2018
Crónica Digital