Los chilenos estamos convocados este domingo 17 a un crucial proceso eleccionario, los comicios, dónde formalmente deberá elegirse al presidente del país, por el periodo 2018- 2022.
La alternativa es entre el candidato de los sectores democráticos y progresistas, Alejandro Guillier y el representante de la Derecha económica empresarial, Sebastián Piñera.
Es decir, entre los que se proponen defender e impulsar las reformas y la estrategia de justicia social de las libertades y el progreso impulsada por la presidenta Michelle Bachelet y quienes pretenden desmantelar ese proyecto patriótico, renovador y progresista y devolver el país al modelo retardatario que privilegia el lucro, la ganancia usuraria y la colusión de los grandes conglomerados financieros y empresariales y que convierte, como lo han hecho, la salud, la previsión, la educación, en meros “bienes de consumo”.
La disyuntiva es clara y es entre el 52 por ciento de los ciudadanos que hicieron escuchar su voz renovadora de la sociedad chilena el 17 de noviembre, en la primera vuelta presidencial, desde todas las sensibilidades en que se presentó el mundo del progresismo y de la democracia, y las fuerzas reaccionarias, conservadoras y neofascistas, que ahora se parapetan tras el proyecto retardatario, demagógico, populista y tramposo de Sebastián Piñera.
La tarea de hoy es ir a votar el 17 de diciembre, de ganar la elección de una manera contundente, de defender la institucionalidad democrática electoral, y por cierto los votos, y la voluntad de los ciudadanos
Esta es la tarea de las tareas, y restarse en estas circunstancias es simplemente eludir su responsabilidad histórica y no tiene explicación o justificación posible.
Quienes así lo hagan estarán traicionando sus propios principios, ya no hablar de sus protestas, discursos inflamados, su retórica mesiánica y esa pretensión de dar lecciones de pureza, de ser los nuevos Mesías que interpretan la voluntad, los sueños, las demandas de las mayorías.
Eso ya lo hemos visto en la historia reciente de nuestro país y en otros escenarios.
Pero la proyección de este hecho coyuntural- el proceso electoral presidencial- va mucho más allá de este horizonte cercano. Lo que verdaderamente está en juego es el proyecto estratégico para el país, el carácter de la institucionalidad democrática- la Nueva Constitución- que deberá enmarcar nuestra convivencia, los derechos humanos en su concepción más amplia y completa, los derechos sociales, políticos y económicos que demanda una sociedad moderna y justa.
Concebir el acto eleccionario como el recambio de la figura que ostentará los símbolos del poder presidencial desde La Moneda, no es suficiente para explicar su trascendencia.
La contienda presidencial, es la oportunidad de hacer coincidir las esperanzas de los ciudadanos con el proyecto político y social que desde el gobierno abra cauce a sus demandas.
Ganar la elección es, para los sectores democráticos una tarea ineludible, irrenunciable y tal como están las cosas, de un contenido épico.
Alejandro Guillier, debe ser elegido de manera inobjetable y estos últimos días deben ser de movilización entusiasta, y de preparación para que la jornada del 17 de diciembre se transforme en una fecha histórica: hay que votar y defender la victoria en las urnas, en cada meza de votación.
Hay que no solo votar sino frustrar las maniobras que preparan las fuerzas de choque de la derecha, que buscarán torcer, invalidar la voluntad democrática de los ciudadanos, y si no lo pueden por las buenas, buscarán sabotear el acto con denuncias de fraude, provocaciones, desórdenes, y todo tipo de artimañas.
Los apoderados de Piñera buscarán anular votos de Guillier,(por lo menos uno en cada mesa, es la instrucción del “comando operativo” paramilitar que reemplazará al “comando político” el día 17) junto con provocar un ambiente de tensión y confrontación, denunciar irregularidades de cualquier tipo, montar provocaciones para desacreditar el proceso y si fuera posible anularlo si les está yendo mal en los cómputos.
Derrotar a la Derecha y a las fuerzas del retroceso es la tarea de las tareas.
Pero es claramente insuficiente. El escenario que se abrirá en el país, tras los escrutinios, está marcado por la realidad parlamentaria, donde las fuerzas del progreso y las del revanchismo derechista que buscará obstaculizarlos, prácticamente están empatadas.
Con las elecciones y el esperado triunfo de Guillier, no cambia el panorama de las fuerzas económicas empresariales y de los poderes fácticos, la propiedad y manejo de los medios de comunicación del llamado duopolio, del complejo televisivo farandulero, e incluso del espectro del mundo digital.
Pero eso formará parte del nuevo escenario, y plantea desafíos y una creadora, afinada y responsable acción y conducta política para el futuro.
La participación popular, el esfuerzo en la organización social, el protagonismo de la base social, son tareas del futuro.
Por todo ello- la responsabilidad de ganar el domingo 17 de diciembre y proyectarse hacia el próximo periodo- demanda de la izquierda progresista tanto reflexión como responsabilidad, pero sobre todo una acción madura y decidida.
No darse cuenta del significado de este momento histórico, pretender eludir la responsabilidad de sus actos u omisiones, o parapetarse tras frases que pretenden ser ingeniosas, haciendo recuerdo de la frase atribuida a Talleyrand, “es más que un crimen, es una estupidez”,y objetivamente solo instalará el descrédito en el haber de una fuerza política y en el currículo de liderazgos que han obtenido sus minutos de gloria en un ambiente de rechazo a las viejas formas de hacer política, métodos que parecen haber aprendido con excesiva rapidez y sin el indispensable filtro de la crítica.
Aún es tiempo de recuperar el buen sentido.
Los ejemplos de Yasna Provoste, de Carolina Goic, de un numeroso grupo de líderes, legisladores, militantes de base de la Democracia Cristiana, de Beatriz Sánchez, y voces responsables del Frente Amplio, del PRO, Pais y otros grupos políticos, y de figuras del mundo artístico, científico, profesionales, que sin perder sus identidades, se han definido en esta disyuntiva histórica, les honran como ciudadanos y dan cuenta de un sentido de responsabilidad histórica y patriótica.
En las circunstancias en que los pueblos determinan su futuro, hay que tomar su posición.
Nuestra decisión no espera hasta mañana. Chile no puede, no merece esperar. Puede ser demasiado tarde. Ahora es el momento.
¡A votar por Alejandro Guillier!
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 13 de diciembre 2017
Crónica Digital
Si los del FA votan por A. Guillier no le estarán haciendo favor alguno a nadie.
Si no votaran por él, le estarán haciendo un GRAN favor a la derecha y su candidato.
… #envenezuelavotamosporchile ….
GUILLIER PRESIDENTE