Por Miguel Alvarado Natali, Editor de Cultura
A pesar de su asesinato, de la destrucción de archivos y grabaciones. De todo el esfuerzo que la Dictadura realizó para censurar y opacar su abra, la imagen de Víctor Jara fue creciendo no sólo es la retina de un pueblo que a finales de los 70 y comienzo de los 80 veía a casi todos los artistas y compositores del canto nuevo exiliados, entre ellos la mayoría amigos de Jara. Si no que también su obra traspaso fácilmente la cordillera.
Así, es que muchos cantantes de latinoamérica y Chile le han rendido homenajes interpretando sus canciones o hablando de él en ellas, como lo hizo el argentino León Gieco en el tema Los Salieris de Charly de 1992: “Compramos al página, leemos a Galeano, cantamos con la negra, escuchamos Víctor Jara…dicen la juventud no tiene para gobernar experiencia suficiente…”
Cabe recordar cuando en 1994 nos sorprendió la canción Matador de Los Fabulosos Cadillacs, dedicada a Víctor Jara y cuyo videoclip tuvo tal repercusión que recibió un premio por la cadena MTV Latinoamericana: “Mira hermano en que terminaste por pelear por un mundo mejor…qué suena?… son balas…me alcanzan…me atrapan…resiste…Víctor Jara…no calla. Mis palabras son balas de paz, balas de justicia. Soy la voz de los que hicieron callar sin razón, por el solo hecho de pensar distinto…”
Por su parte el cantante irlandés Christy Moore, en su interpretación de homenaje a Víctor Jara se escucha una suave melodía en guitarra y una letra directa que relata su vida:”Cuando Pinochet se adueñó de Chile, tomaron detenido a Víctor lo enjaularon en el estadio con cinco mil hombres asustados…sus manos eran suaves…sus manos eran fuertes. Le quebraron sus huesos en sus dos manos y lo golpearon en la cabeza, lo torturaron y luego le dispararon…sus manos eran suaves”
Sin dudas que el gran homenaje en una canción fue el que le hicieron los integrante de Santiago del Nuevo Extremo en plena dictadura: “La ciudad no es la misma, no es la que quisimos compartir, no tenemos las manos no hay a quien mirar, tus ojos se apagaron y a quién voy a cantar…dónde se han ido los días de amistad, dónde está lo hermoso que fuimos a sembrar y maldigo el presente sin tu nombre…no vacilaremos en tenderle un canción, un millón de voces le dirán que no fue en vano que nos diera de su boca el pan del aire y una flor…Víctor gran ausente desde siempre te cantamos los que no vacilaremos en tenderte una canción…”
Víctor Jara fue un tipo humildemente y generoso con su talentoso. Entro al seminario para ser sacerdote, pero después de dos años se retiró. Estudió teatro en la Universidad de Chile, se casó con su profesora de expresión corporal Joan Turner, mantuvo amistad con la Violeta Parra, participó en obras exitosas como “La Remolienda” y con el grupo folklórico Concumen realizó un gira por Europa, que lo acercó al estudio más profundo de las raíces del folklore, para luego adquirir una importancia trascendental dentro de la escena musical nacional como compositor y cantante popular, que lo llevaron a vincularse al canto de agrupaciones como Quilapayún y Los Inti-illimani. En 1970 siendo militante de las juventudes comunistas respaldó la candidatura de Salvador Allende, siendo agregado cultural en el gobierno dela Unidad Popular.
Su muerte emblemática para muchos y trofeo para los militares que lo asesinaron aquel 16 de septiembre de 1973 se fue convirtiendo en la voz y la guitarra inspiradora de lucha y justicia social para muchos hasta nuestros días.
“Quién tiro la bala pe, ara Víctor Jara?, nadie le vio la cara ni el que la disparaba, ni el que las órdenes mandaba” Dicen en su canción la banda chilena Juana Fe.
“Masacre en el Estadio” imperdible en Netflix
Convertido en el símbolo del poder de un pueblo, una mezcla entre Bob Dylan y Martín Luther King, así cataloga a la figura de Víctor Jara el documental que Netflix le dedica al compositor chileno, que dirigido por el cineasta norteamericano Bent-Jorgen Perlmutt, en un metraje de 64 minutos logra situarnos en el contexto histórico y social en los cuales el cantautor llegó a ser el artista más innovador e influyente al terminar la década del ’60 y el comienzo de los ’70, donde no solo le cantó al amor y a la paz sino que llevó la voz de los pobres y campesinos en sus canciones. “Era la banda sonora de ese pedazo de historia y su música era esencial para el triunfo de Allende”, aclara Eduardo Carrasco de Quilapayún.
Con intervenciones de grandes figuras internacionales como Bono y Bruce Springteen, además de fragmentos de una entrevista que le hiciera a Víctor Jara un canal de televisión peruana, se va hilando esta tremenda historia, donde su esposa Joan Jara cumple un papel fundamental en su lucha y perseverancia para el esclarecimiento del asesinato del músico ocurrido en el Estadio Chile el 16 de septiembre de 1973 y que solo luego del retorno de la democracia y junto con la detención de Augusto Pinochet en Londres, se abrieron las posibilidades de llevar este caso a la justicia. Aquí, los relatos de los prisioneros -muchos de ellos estudiantes y académicos de la Universidad Técnica del Estado (hoy Universidad de Santiago)- son cruciales para construir las últimas horas de Víctor Jara, a fin de relatar las torturas que recibió luego de ser reconocido por los militares entre ellos un oficial de la Fuerza Áerea, el cual le rompió una de sus manos.
Víctor que nos enseñó el derecho de vivir en paz, de hacernos un cigarrito, de defender la tierra, que nos dejó su huella en el viento y el recuerdo de su Amanda, ahora su paloma puede volar en libertad.
Santiago de Chile, 23 de Septiembre 2024
Crónica Digital