La aluvional victoria electoral de Luis Arce en Bolivia dejó un rastro de derrotados entre los que, por la magnitud del revés sufrido, destaca nítidamente la Organización de Estados Americanos (OEA).
La vetusta y desprestigiada entidad y su secretario general, Luis Almagro, propiciaron el golpe de Estado de octubre de 2019, en complicidad con el Gobierno de Donald Trump.
Crearon el clima para la asonada con un informe y comentarios de los miembros de la misión que Almagro envió a observar las elecciones realizadas el año pasado, sobre supuestas irregularidades, tan inconsistentes que ni siquiera incluían la palabra fraude, la que sí usó el secretario general para encender la hoguera golpista.
De esta manera entronizó un gobierno de facto que sofocó a sangre y fuego las protestas populares de rechazo, sin que la OEA, la supuesta defensora de la democracia, levantara siquiera las cejas.
Almagro tampoco dijo nada frente a los evidentes intentos de la jefa del régimen, Jeanine Áñez, de prorrogarse y hasta presentarse como candidata o sobre las maniobras que usó para postergar los comicios que debieron realizarse en mayo de este año.
Las elecciones se lograron con la movilización popular, también reprimida por el gobierno engendrado por la OEA y sus cómplices internos “centristas”, sin que dijera nada Almagro, que reacciona histéricamente cuando un gobierno progresista denuncia alguna ilegalidad de los opositores.
El tinglado de la OEA sobre el supuesto fraude, cuya falsedad habían demostrado el MAS y sectores independientes de Bolivia, se vinieron estruendosamente abajo en junio pasado, cuando un informe del “The New York Times” evidenció su inconsistencia.
No vale la pena volver a la discusión técnica sobre el informe que costó sangre al pueblo boliviano, pues todo terminó aclarándose con las elecciones, que eran el evento que definiría si el MAS tenía apoyo mayoritario para ganar en primera vuelta, es decir si hubo o no el fraude que validó la OEA en 2019.
Y Arce ganó la presidencia con 52,4 por ciento de los votos, en primera vuelta y con varios puntos porcentuales más que los obtenidos por Morales el año pasado.
El contundente resultado validó también el triunfo en la primera ronda por tener más de 40 por ciento de preferencias y diez puntos más que el exgobernante Carlos Mesa, la carta de la derecha, derrotado esta vez por Arce.
“Si el resultado es un triunfo en primera vuelta, no se podrá sostener en pie la tesis del fraude electoral del pasado octubre”, escribió antes de los comicios Lourdes Montero, columnista del diario “La Razón” y opositora al MAS.
Efectivamente, el resultado de estos comicios hace innecesario cualquier pretensión de la OEA de convertirse en tribunal electoral supranacional que otorgue certificado de calidad y pulcritud a las elecciones en la región y sus resultados.
El papelón hecho por la OEA es de tal magnitud, que el analista internacional peruano Alberto Adrianzén, señaló que Almagro debería renunciar y los miembros de la misión que dejó una estela de sangre y crisis en Bolivia deberían ser investigados.
Por Manuel Robles Sosa. El autor es periodista de la Agencia Prensa Latina.
La Paz, 20 de octubre 2020.
Crónica Digital / Prensa Latina.