El físico alemán Albert Einstein sentenció una vez que de las crisis surgían las mejores innovaciones y así lo demuestra hoy la COVID–19, una pandemia con diversos impactos negativos, pero en la cual el ingenio creció.
Desde que la enfermedad llegó al mundo, y lo hizo casi detenerse, todos los científicos de diversas ramas –medicina, tecnologías comunicacionales, desarrollo de equipos médicos y más– comenzaron a explotar sus neuronas para contribuir a pasar el virus lo mejor posible.
Lo más urgente hasta el momento es encontrar una vacuna contra el SARS–CoV–2 que llevó a diferentes países al inicio de una carrera sin pausa y con prisa para obtener el fármaco correcto.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta la fecha han desarrollado más de 180 candidatos vacunales, de ellos 35 ya se encuentran en la fase de ensayos humanos.
Entre los proyectos más renombrados está el ruso Sputnik V, que, según un estudio reciente de la revista inglesa “The Lancet”, es una vacuna segura y produce respuesta inmune.
Otro candidato de importante valor es la Sinovac de China, que inició hace semanas la fase III, luego de que en Brasil se autorizara a la compañía para hacer pruebas experimentales a voluntarios en ese país sudamericano.
En América Latina, el primer y único candidato vacunal propio de la región es el cubano Soberana 01, que comenzó los ensayos clínicos el pasado 24 de agosto. Luego de inyectarse a 40 voluntarios entre 18 y 80 años de edad, las autoridades sanitarias no han informado reacciones adversas.
Pero la COVID–19 impulsó otros grandes inventos para seguir su huella. Entre estos se encuentra la plataforma virtual Nextstrain, que permite a los científicos crear un árbol genealógico para determinar cómo se está propagando el virus.
El proyecto de código abierto compila datos públicos sobre el genoma de ciertos patógenos y utiliza herramientas de análisis y visualización que rastrea distintas mutaciones del SARS–CoV–2, la forma en que se extiende por el mundo y dónde han fallado las medidas de contención, así como las vías de ingreso del virus a cada nación.
Por otro lado, en muchos países se ha extendido la telemedicina, en la cual, a través de aplicaciones para celulares (app), se pueden detallar algunos síntomas y esperar que un médico le atienda a través de una consulta virtual.
La inteligencia artificial es también un arma poderosa para realizar predicciones sobre la evolución de la enfermedad COVID–19 e incluso para buscar un posible tratamiento.
Una compañía de biotecnología de Canadá, AbCellera, trabaja un modelo de aprendizaje automático para desarrollar terapias basadas en anticuerpos de pacientes recuperados de la enfermedad.
Así lograron analizar más de cinco millones de células inmunitarias en búsqueda de las que fuesen capaces de producir los anticuerpos que ayudaron a los pacientes a mejorar y que podrían convertirse en futuras terapias para este virus.
Por su parte, la OMS lanzó el robot de charlas (chatbot WHO, por sus siglas en inglés) con el fin de proporcionar información sobre el nuevo coronavirus y ofrecer respuesta a los usuarios sobre preguntas habituales relacionadas con la enfermedad.
El “chatbot” opera en la popular aplicación de mensajería Whatsapp, perteneciente al gigante tecnológico Facebook, que también diseñó un Centro de Información sobre la COVID–19 para la red social. Su función es facilitar información autorizada y eliminar de la plataforma las noticias falsas que vayan encontrando los usuarios sobre la pandemia.
Cada ejemplo de los mencionados, y algunos aún sin plasmar en el texto, prueban la teoría de Einstein de que de “la creatividad nace de la angustia y es en la crisis donde brota la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.
“Quien supera la crisis, se supera si mismo sin quedar superado”, sentenció el inventor de la teoría de relatividad.
Por Claudia Dupeirón García.
La Habana, 26 de septiembre 2020.
Crónica Digital / Prensa Latina.