Por Marcel Garcés Muñoz
Como es natural, el ciudadano Sebastián Piñera, como cualquier otro del país, tiene derecho a tener una opinión sobre el contenido conceptual del futuro texto de la Constitución que Chile decida en el proceso claramente fundacional que está en marcha.
La publicación de su opinión al respecto evidencia sin embargo no solo representa su derecho y su deseo de participar y de influir con una opinión sobre un proceso en marcha en la ciudadanía.
Finalmente, además, revela su resignación, de que no le fue posible a él ni a quienes representa en el escenario político gubernamental coyuntural, sabotear, desvirtuar, impedir y desnaturalizar, la determinación confesa de frustrar la voluntad impuesta por el movimiento social de elaborar un nuevo contrato social que represente las demandas democráticas, su contenido profundo, creador, modernizador.
El problema es que el denominado “Decálogo“, eslogan publicitario para darle una connotación de verdad revelada poco menos que sacada de las Sagradas Escrituras, pretende utilizar mañosamente la autoridad del cargo que circunstancialmente ocupa para interferir en el proceso y limitar las opciones que la ciudadanía está poniendo en discusión, los temas puestos en la agenda constitucional, y por ende la voluntad de cambios profundos a que aspiran los ciudadanos, según constatan todas las encuestas de opinión pública.
No pudiendo impedir el Plebiscito del 25 de octubre- aunque es preciso que la ciudadanía se mantenga alerta porque aun hay grupos políticos y económicos de poder derechista, que complotan para impedir que se exprese la voluntad democrática de los chilenos- el presidente Piñera intenta que la discusión se limite a una propuesta gatopardista que propone reformas para que todo quede igual, para no tocar los fundamentos ideológicos e intereses financieros y sociales, que la dictadura y los redactores uniformados y subordinados a la dictadura de Piñochet, aún pretenden que sean inamovibles.
No es el único recurso al que echan mano los enemigos de la democracia y de las libertades, contra la voluntad democrática y popular de cambio de la Constitución.
Desde luego, ya han proclamado su rechazo al proceso constituyente, sectores de la “familia militar”, del pinochetismo recalcitrante y neofacista, al que nse suman además en una orquestada campaña, los grupos empresariales que encabezan el poder económico y los consabidos representantes de sus propagandistas de los medios de comunicación y sus cenáculos “intelectuales”.
En El Mercurio se lee un articulo aleccionador, donde, firmado por un tal Joe Black, se concluye que el plebiscito es “innecesario”, luego de un conjunto de argumentaciones destinadas a restarle credibilidad, inseguridad, desigualdad, desinformación, y que se trata de un acto “redundante”, cuando su resultado ya estaría definido con la firma del 15 de noviembre pasado, del llamado “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, firmado entre gallos y medianoche, asustados por la magnitud de la protesta social
También se pretende desconocer el valor de la voluntad ciudadana expresada en el voto democrático y popular, siguiendo el tradicional pensamiento y práctica de la aristocracia feudal, y sus herederos de la Derecha que prefieren que las decisiones políticas nacionales las adopte, e imponga una minoría, una elite oligárquica, es decir “los caballeros”, los “nobles”.
A estos les repugna y les asusta, la democracia, el valor de las mayorías sociales, la voz de la cultura y del pensamiento, de la intelectualidad y los artistas.
Prefieren, como quedó en evidencia en 1973, la voz de los cuarteles, los fusiles, el ordeno y mando, los campos de concentración, la prisión, la tortura, el genocidio.
Prefieren y así lo demuestra la propia elaboración del Constitución de Pinochet, Jaime Guzmán, los Chicagos boy, los Jarpa, los Lavín, los Ponce Lerou, los pinochetistas de ayer y de hoy, la imposición fascista de los intereses de los grandes empresarios, de los grupos económicos y los poderes fácticos.
Todo ello, conforme a una estrategia demagógica y un discurso populista, intentando manipular a la opinión pública, disfrazándose de conciliadores de última hora, de “buenas personas”, de dialogantes, distanciándose de su pasado dictatorial, altaneros, explotadores, sinvergüenzas.
Lo que hoy está claro que, si todas sus maniobras, amenazas, mentiras, no les dio resultado, y el avance del “apruebo” es irrefutable- que es lo que les asusta- y las encuestas lo confirman, optan por intentar la artera maniobra final: desnaturalizar la opinión ciudadana a favor del cambio, limitar los alcances de lo que realmente importa, el contenido del cambio, la esencia de la voluntad nacional por un nuevo texto, por nuevas concepciones fundamentales del nuevo pacto social que la mayoría anhela en el texto y la doctrina del texto de la nueva Constitución.
Como no pudieron frustrar la demanda ciudadana por una nueva Constitución, lo que pretenden es desnaturalizar sus contenidos, y desconocer el derecho ciudadano a su determinación por el cambio, a la construcción democrática de una nueva institucionalidad.
Ese es el contenido de la Santa Alianza antidemocrática, que busca oponer un dique a la nueva Constitución reclamada por la ciudadanía.
El “decálogo” presentado por el Segundo Piso de La Moneda, el 13 de septiembre, con la firma del presidente Sebastián Piñera, luego que la empresarial Sociedad de Fomento Fabril, Sofofa, fijó- según publicitó el 30 de agosto, 2020,- una “hoja de ruta” para enmarcar, limitar, el debate constitucional, de acuerdo a los principios, es decir, los intereses. de la economía de libre mercado.
Es decir la Sofofa rayó la cancha, a la que sumaron presurosos desde La Moneda, los estrategas del segundo piso.
En el documento de La Moneda, siguiendo los lineamientos de los grandes empresarios, se repite la defensa que hizo la Constitución de Pinochet, del rol subsidiario del Estado, es decir de la subordinación del aparato del Estado a los intereses empresariales del libre mercado, de la privatización (es decir la apropiación por los privados), de la salud, la educación, la previsión, y todos los derechos sociales y las riquezas nacinales.
Como se puede ver la Derecha, los empresarios, el Gobierno del presidente Sebastian Piñera, tienen una estrategia acordada, por lo menos coordinada, en que cada uno juega un rol, y unos objetivos claros.
Lo que francamente resulta impresentable es que la oposición de centroizquierda, y la izquierda, frente a esta ofensiva desenfrenada de la derecha empresarial, de la derecha instalada en el gobierno, no presente una contundente, coherente, unitaria, creadora alternativa política, capaz de movilizar a la calle, al pueblo, a los demócratas.
¿Hasta cuando los ciudadanos, el pueblo, deberá esperar que quienes pretenden ser sus líderes, sus conductores, sus representantes, presenten una estrategia, una plataforma, que respondan a los intereses patrióticos y sus necesidades apremiantes?
Este es el momento, la oportunidad, No se puede dejar pasar esta coyuntura histórica.
No nos vengan después con explicaciones, con lamentaciones, con palabrería y acusaciones mutuas. No serán creíbles y nunca serán suficientes.
Pero el espectáculo de reyertas intestinas inconducentes, cálculos de baja monta, de discusiones, temáticas y contradicciones que El Mercurio pone en la agenda, ya no da para más.
No se puede aceptar traiciones a los intereses fundamentales de la democracia y la Nación.
Que a nadie le quepan dudas: la historia no los perdonará.
Hay un pueblo que demanda responsabilidad política y una conducción estratégica.
Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 23 de septiembre 2020
Crónica Digital