“Es muy difícil que nos vayamos a la casa y que no hagamos nada”, comentó la experta respecto a las pocas garantías que posee la ciudadanía en medio de una pandemia y posterior a una rebelión social.
La destacada feminista chilena Kemy Oyarzún, quien es académica de la Universidad de Chile, fundadora del programa feminista de la misma casa de estudios y miembro del comité central del Partido Comunista de Chile, en conversación con Crónica Digital en el espacio “Conversando un café con: nuestra América Morena”, realizó un análisis exhaustivo de la situación que vive el país, en el contexto de la crisis social y posterior crisis pandémica que llegó para acentuar las diferencias de clase y también de género.
“Yo creo que es bien importante entender que el Covid-19 en Chile, viene después de dos importantes hechos sociales y políticos: uno es en mayo de 2018, que fue un movimiento feminista que sacudió el país de norte a sur. El otro, que ya lo han sabido, es un estallido, una revuelta o como algunos lo llaman “una revolución”, de octubre del año pasado (2019)”. Comenzó diciendo, refiriéndose en primer lugar, a un revuelo que partió en las universidades pero que desencadenó en manifestaciones de mujeres en forma transversal. Al que posteriormente, se le sumaría un movimiento nacional.
Según Oyarzún, algo que para “entonces, el país venía muy conmocionado por los derechos, muy perturbado por la disposición en la que está el Estado, un Estado neoliberal que no garantiza derechos de ningún tipo ni siquiera durante el estallido, los Derechos Humanos, porque fueron violados con las personas que participaban en estas manifestaciones”.
El nulo compromiso con los DDHH desde La Moneda y el escenario devastador en el que quedó el país luego de que el presidente considerara que “estamos en guerra”, incluso en un contexto legítimo de protesta, se le agregó una pandemia pocos meses más tarde y que entró al país para acentuar todas las diferencias sociales que se estaban reclamando desde octubre de 2019: “Hoy día estamos muchas, muchos, pero no todos, en cuarentena. Hay una cantidad de quienes que no pueden permitirse quedarse en casa. Las personas tienen que salir a trabajar de alguna manera sino, no comen. De hecho el hambre es gigantesco ya, el hambre ha hecho que hayan masivas protestas desde hace algunas semanas y, por supuesto, nuevamente personas encarceladas”.
Bajo el contexto en el que estaba el país y las circunstancias que se han ido dando con la profundización de la crisis sanitaria, la académica cree que “es muy difícil que nos vayamos a la casa y que no hagamos nada (…) entonces el drama es cómo convertimos esta situación negativa, en una situación de transformación que nos ayude a continuar desde el estallido, hacia un Estado que se haga cargo de los derechos sociales, de los Derechos Humanos, de los derechos sexuales y reproductivos. De un pueblo, de una “puebla” digo yo a veces, que esté a la altura y que se pueda preparar en estas condiciones. Porque esto es lo que nos tocó para generar nuevas subjetividades”, indicó.
Ante los desafíos que se presentan para el pueblo chileno, la experta señala que el aislamiento se reduzca exclusivamente a lo físico: “tenemos que tener la capacidad, de entender que el aislamiento no puede ser social, porque qué va a pasar: primero nos vamos a enfermar todos porque somos seres sociales, somos unos animales sociales. Entonces al mismo tiempo que nos encontramos recluidos/as, empiezan los problemas psíquicos porque la verdad, es que no estamos en condiciones mentales ni afectivas para estar sin el pueblo al lado y en la calle”.
“Entonces hay que generar condiciones para que podamos politizar, seguir nuestra tarea que teníamos, en medio del aislamiento. Es decir, no al aislamiento social. Puede ser físico, pero tenemos condiciones como estas verdades digitales, somos personas creativas y tenemos que inventar nuevas condiciones subjetivas para que cuando termine la pandemia, podamos estar a la altura de un pueblo que se rebeló y que dejó en evidencia el hacinamiento, la pobreza, el hambre, la desigualdad brutal que no se conocía en el resto de América Latina”, apuntó.
Además, la académica y también doctora en filosofía, habla de una situación que ha quedado en evidencia con la pandemia Covid-19: “ni la vida, ni la enfermedad, ni la muerte son igualitarios, aquí se muere la gran mayoría de la gente que vive en condiciones de hacinamiento y de insalubridad (…) la muerte ha llegado pero también el desafío para transformar esas condiciones negativas en razones y formas de lucha, y de nuevas maneras de entender cómo luchamos al neoliberalismo hoy día”.
Mujeres en la pandemia, mujeres en la lucha
Según los datos que arrojó un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en 2017, un 48,5% de las mujeres participó del mercado laboral en ese año, es decir, cerca de la mitad de la población femenina. Sin embargo las labores de las mujeres se extienden a través de otras tareas relativas a la vivienda y, en muchos casos, a la maternidad. Todos estos elementos hoy coexisten en plena pandemia y dentro de un mismo hogar.
Ante lo señalado Kemy indicó: “Yo creo que es clave dar cuenta de un hecho y es que las mujeres ahora están haciendo doble y triple trabajo en las cuarentenas porque los niños ya no están yendo a las escuelas y en general, tenemos un altísimo porcentaje de mujeres jefas de hogar (41,6% según el Censo 2017), mujeres que no tienen pareja, que al final terminan trabajando en la casa, haciendo mascarillas algunas, o lo que sea”.
“Por ejemplo, hay un grupo de mujeres que se llama “Mujeres a toda máquina”, y ellas hacen implementos, incluso como voluntarias, para los hospitales (…) las mujeres están completamente activas en las ollas comunes, en atender a los ancianos que no pueden ir a comprar remedios, en fin. Hay todo un movimiento social que dentro de la pandemia dice: es aislamiento, pero no es aislamiento social, estamos en la lucha”.
No obstante, es en esa misma línea en la que la violencia también es protagonista. Una violencia simbólica que se manifiesta, por ejemplo, en las horas de tiempo invertidas en los quehaceres del hogar de una mujer versus de un hombre, que corresponde a 5,89 horas y a 2,74 horas respectivamente, según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2015, del INE.
Son elementos que se configuran en la cotidianidad pero que constituyen, efectivamente, una diferencia. Es así como también otros factores son determinantes y Kemy Oyarzún los pone en evidencia: “este un país que ha sufrido mucha violencia de género, pero que a su vez, ha tenido muchas dificultades en asumir esa violencia. Piensen ustedes que la presidenta Michelle Bachelet dejó por encargo de Claudia Pascual y todo el equipo del ministerio de la mujer, un proyecto de ley que se llama “No a la Violencia Integral” y, que asume que la violencia de género tiene condiciones de clase muy profundas y, hoy con las migraciones, también racionalizadas (…) Entonces tenemos todas estas condiciones y la violencia también es económica, la violencia social es psíquica, es física y los hogares evidentemente, no constituyen el lugar a salvo muchas veces por el patriarcado”.
Ante lo mencionado, la académica UCH advierte que es necesario que se adhieran todas las fuerzas en pos de un mismo objetivo: “¿Por qué les pedimos a la izquierda, a los varones de las izquierdas, que se acoplen a todas nuestras demandas?”. Y se responde a sí misma citando a Julieta Kirkwood: “porque la izquierda prometió una igualdad, la izquierda prometió una vida no extractivista atenta a lo que está pasando en la naturaleza y en los pueblos”.
En el mismo sentido, realizó una radiografía a nivel Latinoamericano y aclaró: “Al imperio no le interesa la democracia. Eso nos ha quedado, en Chile, más claro imposible. Cada vez que hay un movimiento transformador, de democracia participativa, radical, ¿quienes se oponen? no sólo el gran empresariado, sino también EEUU. Entonces evidentemente a EEUU no le interesa la igualdad, ni el fin del extractivismo, ni la profundización de las de las luchas democráticas en nuestro continente (…) No le interesa porque quieren que estemos siempre proveyendo el trabajo barato, la mano de obra barata, las riquezas nuestras, entregadas sin poder producirlas acá, pero también compañeros y compañeras, las mujeres hemos ingresado a la fuerza laboral de una manera evidente a nivel continental”.
“Y allí es donde tenemos una labor para los varones, para ir entendiendo que las mujeres ya nos plegamos, nos plegamos las mujeres en América Latina en los movimientos guerrilleros y se ha descrito bellísimo en libros, de cómo los las mujeres dejaron el rol naturalizado de ser madres, para convertirse en mujeres que luchaban por la matria, por una nueva concepción de patria”.
Finalmente Oyarzún declaró que, “a las mujeres nos mandaban para los cuidados y eso no tenemos por qué dejarlo, yo estoy muy orgullosa de los cuidados y de hecho quiero un Estado que provea cuidados, para que no tengamos que ser esclavas del cuidado. Pero ya estamos en la calle compañeras, ya salimos al trabajo, entonces aquí los compañeros, sobre todos los compañeros de izquierda, van a tener que tener muy claro que, sin mujeres no hay democracia, no hay revolución”, enfatizó.
Santiago de Chile, 08 de junio de 2020.
Por Charlene Schipmann.
Crónica Digital.