Parecía que se nos terminaba un año de malas noticias para el país. Ya en el 2019 veíamos como las principales promesas de campaña de los “Tiempos Mejores”, se iban a las pailas, partiendo por “mejorar la economía”. Una tasa de crecimiento a la baja y un desempleo que promedia los 8,1 por ciento, disparada tras numerosos cierres de fábricas a lo largo del país, dejó a más de 70 mil desempleados en 14 meses. Nuevas alzas en las tarifas de los servicios básicos – la última en electricidad, con un 9,2 por ciento – y en la bencina, parafina y petróleo – la última en septiembre – seguían agobiando el bolsillo de las familias chilenas. Diversas convocatorias de protestas de organizaciones ciudadanas, sociales y de trabajadores durante el año nos han recordado que la salud pública está en su peor crisis, faltando insumos básicos de atención en los hospitales; o que las utilidades de las AFPs subieron en un 100 por ciento solo en el primer trimestre de este año. Y es que más de 2 millones de jubilados bajo este sistema impuesto por la Dictadura recibe en promedio $ 160 mil pesos mensuales, y se gastan casi un tercio solo en remedios. Y es que la mitad de las y los trabajadores chilenos recibe en promedio $ 350 mil pesos de ingreso mensual, que impide una buena calidad de vida y agobia a las familias tras deudas impagables.
Para colmo, las tarifas del metro, que solo en lo que va del 2019 ha subido 50 pesos. Hace diez días, estudiantes secundarios convocaron a evadir el pago del pasaje y saltar los torniquetes. La Ministra Hutt criticó al movimiento, como es la tónica del Gabinete de Piñera. “A ellos no se les cambió la tarifa”, señaló con desidia. “Pero a nosotros, los padres, si”, respondía una jefa de hogar, respaldando un movimiento al que pronto se sumaron los adultos, en una ola imparable que fue creciendo con los días. Evadir se convirtió en un acto de rebeldía, en una válvula de escape. El alza de los pasajes, los lumazos y represión al movimiento, y el abandono de un Gobierno que negligentemente, reaccionó imponiendo el estado de emergencia y toque de queda. La gota que rebalsó el vaso.
Piñera sacó a la calle a más de diez mil militares. Los registros audiovisuales dan cuenta de montajes y un accionar negligente, permitiendo e incluso avalando los saqueos y destrozos, por sobre la protección y seguridad que debía prestar a una población aún horrorizada. Las cifras arrojan más de 15 muertos a la fecha, denuncias de tortura, y miles de manifestantes agredidos, un diálogo roto y un descrédito merecido incluso a nivel internacional. Después de declararse “en guerra” contra los cientos de miles “armados” de cacerolas, llama al “diálogo” con un paquete de medidas sin consistencia, con discursos repetidos y sin autocrítica, incapaz de dar solución al conflicto. Los “gestos” siguen siendo cantos de sirena. De muestra un botón. Una medida importante fue la aprobación de la idea de legislar la disminución de la dieta parlamentaria. Comienzan a verse resultados concretos de un clamor popular.
Sin duda el problema es enorme. La indignación transformada en movilización da cuenta de que las demandas de las y los chilenos tienen una profundidad acorde al grado de carencias y precariedades que viven, en el país más desigual de América Latina. Una nueva carta magna debe garantizar que la salud, los sueldos (dignos), las pensiones, los servicios básicos, la educación y otros vuelvan a ser derechos reales. Hace unos días, el Presidente nos describía como el “oasis” de América Latina. Hoy, los ojos del mundo están puestos en un Gobierno que reprime y calla los nombres de las víctimas de la violencia policial. Piñera es incapaz de asumir el desafío transformador, porque precisamente representa al modelo de los abusos v/s los privilegios.
“Estamos en Chile” era casi un paradigma para asumirnos tal cual “éramos”. Sumisos, individualistas, insensibles. De pronto y quizás sin esperarlo, despertamos. Son cientos de miles las ciudadanas y ciudadanos rebelados y empoderados tras la consigna “dignidad”. “Otro Chile es Posible” decimos ahora. Convencidos de un nuevo horizonte. Un 2019 histórico.
Por Karen Medina E.
Periodista, Lic. en Comunicación Social