Andrés Figuera Cornejo
El proyecto de ley de la administración ejecutiva de turno del Estado capitalista chileno, llamado Estatuto Laboral para Jóvenes (ya aprobado por los diputados), significa que las y los muchachos entre 18 y 24 años que estudian en la educación superior y que al mismo tiempo trabajan, serán contratados sin derecho a fuero sindical ni maternal; sin descanso dominical; sin prestaciones por término de contrato; y sus jornadas de trabajo podrán fraccionarse en bloques horarios, a discreción del empleador; entre otras formas de legalización de la denominada flexibilización o precarización del trabajo que, hace mucho tiempo, ya predomina en Chile.
Contra ese proyecto de ley alrededor de un millar de personas, entre agrupaciones sindicales, sociales, estudiantiles y políticas, marcharon desde la Plaza de Armas de Santiago hasta ocupar la avenida principal del país, la Alameda, el reciente primero de agosto, por la tarde-noche.
La dirigente del Sindicato de Trabajadoras/es a Honorarios del Servicio de Salud Metropolitano Central, Magda Becerra, señaló que, “los asalariados estamos absolutamente vulnerados en nuestros derechos. El marco legal que está propiciando el gobierno para los jóvenes es similar al que sufrimos todos los trabajadores a honorarios del Estado (sin contrato, a contrata, subcontratados, etc.).”, y añadió que, “El Estado patronal no hace más que profundizar la precariedad laboral”.
-Tú eres parte de una iniciativa que persigue la construcción de una central de trabajadores/as independiente de los intereses del Estado, del empresariado, del sistema de partidos políticos hegemónico.
“Estamos empeñados en configurar una sindical propia de la clase social de las y los explotados. Consideramos que la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, y las otras dos centrales que existen, no representan nuestros intereses, sino que, por el contrario, se conducen conciliando los intereses del gran empresariado, sea estatal o privado, con los de los empleados, toda vez que esos intereses contrapuestos son irreconciliables.”
-¿A qué convocan?
-A crear sindicatos en todas partes, que contradigan al sindicalismo burócrata, al sindicalismo vendido al empresariado. Por eso, este próximo primero de septiembre realizaremos nuestro primer congreso de la Central de Clase o clasista de Trabajadores/as.
-¿Y qué pasa con los trabajadores que no tenemos ni siquiera la posibilidad de sindicalizarnos?
-Aunque sean trabajadores independientes, eventuales, inactivos o jubilados, todos tienen la capacidad de agruparse sindicalmente. Te reúnes con otros asalariados a cuenta propia y forman su sindicato. La Inspección del Trabajo tiene la obligación de legalizarlos. Nuestro llamado principal es a la organización del pueblo trabajador.
Por su costado, la Presidenta del Sindicato de Trabajadores/as Contratistas y Subcontratistas, de la Federación de Trabajadores/as Clotario Blest, y vocera de la Iniciativa por la Unidad Sindical, Isolina Acosta, entre bombas lacrimógenas, dijo que, “el proyecto de ley del gobierno es sólo una parte del viejo, actual y futuro proceso de pauperización de las y los trabajadores de todas las edades. Se trata de una política del Estado capitalista, independientemente de una u otra administración”, y añadió que, “también hacemos parte de la pronta fundación de una central sindical de clase, capaz de luchar frontalmente contra las fuerzas del capital por un conjunto de derechos conculcados, tan básicos como el derecho a colación y locomoción (transporte colectivo), sala cuna, no más AFP, que se cumpla incluso la porquería de código laboral”.
-¿Y qué ocurre con las demás opresiones, como las de género, las medioambientales, las indígenas, las de los migrantes, etc.?
-Creemos que la nueva Central de Clase debe ser parte de un Polo Social mucho más amplio, donde se encuentren todos/as quienes luchan organizadamente en contra del sistema capitalista.
Mientras las y los manifestantes son reprimidos y algunos apresados por las Fuerzas Especiales de Carabineros, el periodista que escribe, piensa en la caminata dura para hacer frente desde abajo, no solo a las nuevas formas de organización de la fuerza de trabajo que impone el capital para su reproducción y engorde incesante de su tasa de ganancia, sino que también le da vueltas a las maneras de agrupar a las y los oprimidos de los pueblos que sobreviven resistiendo en un Chile-cabeza de playa de las relaciones capitalistas del mundo. Un lugar donde campean los intereses del Departamento de Estado de EEUU, del capital chino, europeo y nativo. Un sitio donde cualquier tipo de disidencia social es castigada desde su simiente, por sospecha, anticipadamente. Un Chile que cuenta con una de las élites oligárquicas más férreas y atadas del continente, y donde ni siquiera existe el derecho a la prensa libre e independiente. Una dictadura capitalista que funciona como plataforma financiera y comercial del capital especulativo más antipopular imaginable. Donde no hay ni democracia liberal en forma. Sólo propiedad privada concentrada, castas inamovibles en vez de clases sociales; estrategias complejas de alienación, control y disciplinamiento poblacional; lumpenización de las relaciones sociales (¡sálvese quien pueda!); desafecto, soledad, intolerancia.
Pero también piensa, mientras ayuda a correr una valla de las que usa el poder para volver celdas los espacios públicos, que ahora mismo las calles están llenas de jóvenes de pupila insubordinada. Tan parecidas, piensa, como la de las y los muchachos de los 80 del siglo XX, cuando la tiranía y no existían los teléfonos móviles.
Santiago de Chile, 4 de agosto 2018
Crónica Digital