Los resultados de la contienda electoral de este domingo 19 de noviembre, en lo que respecta a la definición presidencial, abren un periodo de cuatro semanas de incertidumbre para una confrontación político, social, electoral, de proporciones. Claramente nadie puede presumir que la elección presidencial chilena es una carrera corrida y ganada, pero las cifras indican que la diferencia, es perfectamente remontable.
El nuevo punto de partida para la confrontación es en la segunda vuelta electoral (balotaje) del 17 de diciembre un 36.7 por ciento obtenido por el candidato de la Derecha, Sebastián Piñera, y un 22.6 por ciento para el abanderado del progresismo, Alejandro Guillier.
La diferencia en los porcentajes es de 14,1 por ciento y en votos, Piñera recibió 2.416.054 preferencias y Guillier 1.496.560, es decir se trata de 919.494 votos menos. Es decir, una cumplir.
Y aunque los comicios no son una suma y resta meramente matemática hay voces optimistas que dan cuenta de una comparación por así decirlo, estratégica, entre las claves que dominan la contradicción fundamental, entre una derecha que amenaza con retrotraer los avances democráticos , sociales y políticos alcanzados por los gobiernos de la Concertación Democrática y de la Nueva Mayoría, y la perspectiva de mantenerlos y profundizarlos si se sumaran los votos obtenidos por los candidatos progresistas en esta oportunidad.
De esta manera, estiman algunos analistas, entre ellos el entusiasta ex ministro Francisco Vidal (“Al repechaje muchachos¡¡¡ Somos más..”) que la Derecha, sumando Piñera y el pinochetista José Antonio Kast , mantiene el histórico 45 por ciento del electorado, promedio del sector desde los tiempos del Plebiscito entre el SI y el No ( 1988) , en tanto la suma de los progresistas, de acuerdo a las votaciones sumadas a la de Guillier, Beatriz Sánchez, Carolina Goic y Marcos Enríquez-0minami, es, en las cifras, un 54.4 por ciento.
Pero hay una regla de oro en los procesos electorales democráticos: 2 más 2 no son necesariamente cuatro. Y los candidatos o Partidos no son dueños de la votación de los ciudadanos que voten por ellos. Y además puede haber una catástrofe , un temporal o miles de razones ( desde una fiesta familiar o el cansancio , o el simple desinterés), para que los electores no concurran a las urnas.
Además, el fantasma de la abstención no está superado. En las elecciones, del 19 concurrió a votar el 46.4 por ciento de un padrón electoral de 14.308.151de personas habilitadas , es decir 6.645.069, una cifra superior al 34.96 por ciento ( 4.9 millones de personas) que concurrió a las elecciones municipales de 2016, pero inferior en tres puntos a la registrada en las primarias presidenciales de 2013 (6.691. 840 votantes) cuando el padrón electoral era de 800 mil personas menos (13.5 millones).
Claramente, la tarea no está completada aún
Por lo tanto lo que si es cierto es que no hay que bajar los brazos, porque la tarea no está terminada. Es decir la defensa de las reformas, de la democracia, de los avances logrados, de la institucionalidad, de las libertades no nos permite e irnos al descanso, a las vacaciones.
Esta es tarea, por supuesto no solo del comando de Guillier, pero no tanto de los acuerdos que logren con los liderazgos de los partidos que objetivamente estén interesados en los objetivos históricos en juego, que sin duda son importantes e ineludibles, sino del esfuerzo que se despliegue en las poblaciones, en la base social, en la labor hormiga en calles y en el casa a casa, en el puerta a puerta, en el corazón a corazón, conciencia a conciencia.
Los partidos, los clubes, los grupos, cada uno, deben declararse en movilización permanente, y echar los pies a la calle para refrendar los eventuales acuerdos.
Es una forma de apresurarlos, de convertirlos en una consigna movilizadora: Unidad del pueblo para avanzar, la democracia se defiende construyendo mayorías, cada día.
La situación es tal que cualquier duda, dilación, omisión, demora o condiciones subalternas serán un atentado contra la defensa de la democracia y abrirán paso a la entrega del gobierno, del poder de los ciudadanos a los enemigos de la democracia y los avances sociales.
Kast, de los Kast de Paine, -conviene no olvidarlo- que pretende convertirse en “führer” de los remanentes del pinochetismo criminal o cómplice. ha lanzado su grito de guerra : “ A la izquierda se le acabó el recreo”, anunciándo, lo que no es nuevo en su familia, su versión local de “la noche de los cuchillos largos” de los hitlerianos, junto con apresurarse la noche del domingo 19, en ofrecer su apoyo a Piñera.
Sin duda que las advertencias de los ciudadanos contenidas en los resultados electorales son una materia pendiente para las dirigencias políticas, y seguramente deberán hacer un severo análisis de las consecuencias de sus decisiones políticas. Y asumir sus responsabilidades.
Pero ello, que es inevitable e indispensable en el plano partidario o dirigencial, no debe paralizar su accionar en esta “madre de todas las batallas”, la segunda vuelta electoral, del 17 de diciembre, donde se define mucho más que un presidente, un gobierno, un slogan de campaña, sino una perspectiva histórica para Chile y los chilenos.
Eso lo entienden muy bien en el campo del piñerismo, ahora aliado – esperamos que no rehén- del pinochetismo, quienes utilizarán todo su poder mediático, económico y fáctico, para jugarse el todo por el todo.
De manera que no hay tiempo que perder. Lo primero es lo primero.
Por Marcel Garcés Muñoz
Santiago de Chile, 22 de noviembre 2017
Crónica Digital