La noticia provocó de inmediato no solo sorpresa, sino también dolor y desazón, porque partió hacia la eternidad el hombre, el amigo, el compañero y también, por qué no, el revolucionario que utilizó su voz y su guitarra para defender a los oprimidos y las mejores causas de los pueblos.
Fueron sus canciones himnos que acompañaron las luchas de los movimientos populares de izquierda de los años 60 y 70 del siglo pasado.
De esa época quedarán para la memoria eterna sus álbumes Canciones para el hombre nuevo (1968); Canciones para mi América (1968); Canto libre 1970); Canciones chuecas (1971) y Trópicos (1973).
Su compromiso con las causas justas y solidarias se mantuvo hasta el final, lo cual pudo constar Prensa Latina cuando en más de una ocasión tuvo la posibilidad de tenerlo cerca y, en ocasiones, el privilegio de compartir en actos solidarios con Cuba y Venezuela.
Pero no solo allí, también se le pudo ver en los homenajes que recibía ese otro grande imprescindible de la letras, también uruguayo, Mario Benedetti, en las feria del libro y donde oliera a cultura.
En una ocasión al cumplirse el 95 cumpleaños del autor de La Tregua, Viglietti declaró a Prensa Latina que de su inolvidable amigo recibió, sin que se lo propusiera ‘incontables lecciones de ética y estética’.
Para las nuevas generaciones de uruguayos, de latinoamericanos, la obra de Mario, a través de tantos géneros diferentes, sigue naciendo y desafiándonos a nuevas interpretaciones de lo que nos dejó creado por su pluma, dijo.
Así podrán decir de él los que por décadas siguieron sus canciones aquí, Buenos Aires, La Habana, Managua, Paris y en otros muchos países de Latinoamérica y del mundo.
Su pasión por Cuba fue de siempre y para siempre, cuando escuchó de aquellos barbudos de la Sierra Maestra, y en 1967 llegó por primera vez, para luego viajar nuevamente en 1972 a participar en el Encuentro de la Canción Latinoamericana, y en otras sucesivas ocasiones.
De ahí su amistad con grandes de la trova cubana como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Sara González, Noel Nicola y Vicente Feliú, y de aquel viaje nació el disco llamado ‘Daniel Viglietti y el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC’.
De su estancia en Cuba en 1967, contó que ‘nos cambió la vida’, nadie volvió igual a su país de origen, todos volvimos con una conmoción enorme de que la Revolución se podía hacer en nuestro propio idioma y con nuestra propia idiosincrasia.
Pero su impronta cubana quedó en la perpetuidad cuando Fidel Castro colocó en su pecho en 1989 la medalla ‘Haydeé Santamaría’, lo cual -dijo- fue un ‘enorme honor’.
También el 8 de octubre de 2014 recibió el premio ‘Noel Nicola’, en Casa de las Américas, y se convirtió en el primer artista al que le fue otorgado. ‘Me siento más que honrado en recibirlo’, dijo en aquella ocasión.
Hace apenas un año, al conocer del fallecimiento del líder histórico de la Revolución cubana, Viglietti dijo que la muerte de Fidel Castro ‘es una pérdida que a todos nos afecta y duele, aún con la edad que él tenía y su vida plena’.
‘Lo vamos a extrañar, pero vamos a tratar de extrañarlo activos’, señaló.
Montevideo, 31 de octubre 2017
Crónica Digital /PL