Probablemente no hay más alabanzas, agradecimientos y palabras de cortesía que se puedan decir. Se agotaron las maneras de expresarlo. Nuestros jugadores no sólo son valientes y aguerridos, tienen una convicción mental inigualable. Son la mejor generación de futbolistas chilenos de la historia, con toda certeza.
Es fácil quedarse con la heroica imagen de Claudio Bravo y Charles Aránguiz. El monumento en la plaza de Buin y Puente Alto sería poco, considerando en qué diablos vamos a hacer cuando se nos vayan. El equipo entero mostró unas terribles ganas de vencer como fuera, y la superioridad se plasmó en gran parte de los 120 minutos de juego. El capitán y el príncipe exhibieron garantías sin vencer de una “calidad” como pocas.
Las piernas no daban, las buenas ocasiones no entraban, hasta un penal -del porte del billetito que gana la FIFA con estos torneos- no quisieron cobrar. El doble palo de Arturo Vidal y Martín Rodríguez evocaba la imagen de hace 3 años exactos: Mauricio Pinilla estrellando el balón en el travesaño ante la desesperanzada mirada de Júlio Cesar. Aquella batalla épica en el mundial de Brasil 2014 dejó lecciones y desenlaces dulces en los dos títulos obtenidos en Chile y Estados Unidos.
Y hoy, cuando los penales nos daban una sensación que tendía al positivismo, el coraje le ganó a todo. La proposición de un juego valiente derrotó a lo mediocre, teniendo a la figura superlativa en Europa, la cual no fue capaz de marcar diferencias. El fútbol de Portugal no me gusta, no se condice con sus baluartes, es oportunista, se conforma con poco… seguramente estoy demasiado influenciado y acostumbrado a que Chile tome el riesgo.
Tener resultados con esa filosofía en la actualidad es complejo, pareciera que mientras más evites la posesión del balón peor te va a ir, y justamente la desmitificación de ese aspecto hace a la selección un conjunto tan irradiador de empatía. La verdad importa poco quién enfrente a Chile en la final, pues será un duelo difícil: Alemania, como se evidenció en la segunda jornada del Grupo B, o México, país que necesita una revancha contra la selección.
Soy hincha de un equipo sin muchas vitrinas, por lo que la selección me ha dado cuantas alegrías he querido. He sido egoísta al pedirles más, he sido insensato al amargarse por no ganarlo todo y he sido mezquino en ocasiones a la hora de creer, porque la fe en sí mismos los tiene donde están. Por todo esto les pido perdón. Démosle las gracias a los prolongadores -chaqueteros- del eurocentrismo, por darnos la razón de ser rebeldes, de pelearla hasta el final, de empaparnos de nuestro grupo de guerreros.
Independiente de lo que pase el domingo, gracias por tanto muchachos. El orgullo jamás se acabará. Algún día podré mirar hacia atrás y esbozar una alegría no tan grande como sus corazones. En varias ocasiones demostraron su capacidad de dejar la vida, no pierdan el sueño…
Por Vicente Vásquez Feres
Estudiante de periodismo
Universidad Católica de Chile
Santiago de Chile, 29 de junio 2017
Crónica Digital