A raíz de los hechos ocurridos en Orlando, el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) comparte con la ciudadanía el siguiente análisis, que basamos en nuestros 25 años de experiencia haciendo frente a crímenes de odio.
Es una contante a nivel mundial que mientras más se debate sobre los derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBTI), los prejuicios y la ignorancia van disminuyendo y se van conquistando pequeños o grandes derechos pro-igualdad, como ha ocurrido en Chile desde 1991.
La matanza de Orlando, ocurrió a un año de que la Corte Suprema declarara legal el matrimonio igualitario en todo Estados Unidos y a 47 años de iniciada la lucha del movimiento LGBTI estadounidense que fue ganando, paso a paso, más terreno.
El crimen de Daniel Zamudio sucedió a 21 años de fundado el movimiento LGBTI y en un contexto donde había consenso sobre la necesidad de regular las uniones de personas del mismo sexo y la ley antidiscriminatoria estaba en la puerta del horno.
¿Cómo es posible que en contextos culturales de menor homofobia que en el pasado , Chile conociera el crimen homofóbico más cruel de su historia, mientras que en Estados Unidos tuviese lugar el tiroteo más letal y masivo?
En 25 años de trayectoria hemos asistido a la totalidad de las víctimas de los crímenes homofóbicos y transfóbicos y hemos apreciado los cambios culturales en torno a los prejuicios y derechos de la población LGBTI desde su momento más difícil hasta ahora, experiencia que nos permite arribar a algunas conclusiones generales.
Mientras un país menos discrimina a un sector desaventajado y el Estado se va haciendo cargo de sus derechos, los sectores homofóbicos y transfóbicos se van reduciendo, van dejando de tener influencia en el poder, pero los que van quedando, es decir, los que persisten en su odiosidad, refuerzan sus acciones y las vuelvan más violentas y puntuales.
Cuando el movimiento LGBTI era incipiente; en Chile en los 90 y en otras décadas en el extranjero, según la historia de cada país; los impulsores del odio gozaban de un contexto sociocultural que era mayoritaria y transversamente favorable a sus intereses
En esos años, el Estado era indiferente o cómplice de los abusos, pocos LGBTI asumían públicamente su orientación sexual o identidad de género, una mayoría social tenía prejuicios y, por tanto, la violencia se canalizaba principalmente hacia un colectivo, es decir hacia toda la población de la diversidad sexual como conjunto, sin necesidad de ataques puntuales de conmoción pública, en tanto la historia, la censura y el clima cultural estaba de la mano de los promotores del odio.
A medida que esa situación va cambiando, los violentistas o discriminadores van viendo que su cosmovisión de la realidad; es decir su moral, creencias o ideologías; se va desmoronando en todo su entorno y para reconstruirla ya no cuentan con un clima sociocultural favorable, por tanto, recurren a actos cada más violentos. Y van siendo más violentos, mientras menos representativos de la sociedad lo son, pues debemos gritar más para ser escuchados.
Por cierto que cada país tiene su particularidad. Estados Unidos ha sido víctima del terrorismo digitado desde el extranjero en varias ocasiones, a diferencia de Chile. Sin embargo, el terror focalizado esta vez en el Pulse, en una discoteca frecuentada por público LGBTI, está sin duda vinculado a la homofobia, lo que ocurre justo cuando hay menos discriminación social contra este grupo humano.
Es justamente por la paradoja que de en tiempo de mayor apertura, los actos homofóbicos se van volviendo más violentos, que los Estados tiene el deber de implementar más y mejores mecanismos de prevención y sanción de los crímenes homofóbicos o transfóbicos y de los discursos de odio que movilizan a los mismos. Sí, de los discursos, pues en nuestro país y Estados Unidos, hay un claro relajo contra los mensajes de odio, en tanto son confundidos con la libertad de expresión.
La homofobia mata. Sigue matando y es labor de todas y todos que la mencionada paradoja desparezca en el más breve plazo, de manera que la población LGBTI pueda gozar en paz las mejores condiciones de igualdad que año a año se van conquistando.
Por Rolando Jiménez
Director Área de Derechos Humanos, Movilh.
Santiago de Chile, 13 de junio 2016
Crónica Digital