Una de las dimensiones de la vida social del país en que el patriarcado aún es predominante es el territorio de las universidades públicas y/o del Estado. Por cierto, estamos hablando del “patriarcado”, en el sentido más general de un predominio o supremacía del género masculino en una sociedad, institución o grupo social. En el caso de estas Casas de Estudios Superiores, el fenómeno es observable a partir de una mera constatación de los hechos.
Respecto de las 18 entidades académicas agrupadas en el Consorcio de Universidades del Estado de Chile (CUECH), en el inicio del Año Académico 2021 sólo en una de ellas existía una mujer ejerciendo como Rectora: las otras 17 tenían hombres en el cargo de rectores. La excepción era la Universidad de Aysén, aunque era un caso con rasgos singulares: se trata de una Casa de Estudios que fue creada en el segundo Gobierno de Michelle Bachelet, en 2015, y en la que la actual Rectora, Natacha Pino Acuña, se impuso electoralmente el 2019 en competencia con otra mujer, María Teresa Marshall, la cual había sido designada en el cargo tres años antes por la entonces Jefa de Estado.
La situación no cambiaba sustancialmente si la mirada se extendía a las Casas de Estudios del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), organismo conformado por los rectores de treinta universidades estatales y públicas no estatales del país. Al comienzo del Año Académico 2021, la sola y única excepción en esas Casas de Estudios era la citada Natacha Pino: todos los otros 29 rectores eran hombres.
Este cuestionable cuadro en términos de la equidad de género, comenzó a modificarse en mayo pasado, cuando la académica Marisol Durán Santis se impuso como nueva Rectora en las elecciones de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), logrando un 73,8% en segunda vuelta. Poco después, la académica Elisa Araya Cortez fue electa como Rectora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), con el 62,81% de las preferencias. Ninguna de estas dos universidades había tenido en toda su historia una mujer ejerciendo la responsabilidad principal de su conducción académica e institucional.
Ambos casos tienen similitudes institucionales, puesto que estas Casas de Estudios tienen su origen el desmembramiento que la dictadura cívico–militar impuso a la Universidad de Chile. La UMCE fue constituida en 1985 como sucesora y continuadora legal de la Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, que fue creada en 1981 a partir del Instituto Pedagógico de la Casa de Bello. La UTEM fue constituida en 1993, como continuidad legal del Instituto Profesional de Santiago, formado también en 1981, cuando la dictadura separó de la Universidad de Chile su Instituto Politécnico y carreras tales como Cartografía, Trabajo Social y Diseño, entre otras.
El tamaño del universo de académicos que participan como electores de la Rectoría es más o menos similar.
En términos de la equidad de género, los recientes procesos de elección rectoral en estas dos universidades tienen una diferencia importante. En la UTEM, Marisol Durán conquistó la victoria en competencia con dos personas del género masculino: el rector en ejercicio, Luis Pinto, que se había desempeñado en esa responsabilidad por 21 años, y un académico que ejerce como decano de una de las Facultades de la universidad. Es el único caso en todas las Casas de Estudios del Estado y/o representadas en el Consejo de Rectores en que una mujer llega a la Rectoría en competencia con hombres.
En la UMCE la competencia fue entre dos mujeres, la mencionada Elisa Araya y la académica Ximena Araya, que era vicerrectora académica. El rector Jaime Espinoza, en el cargo desde el año 2009, no se presentó a la reelección.
En la Universidad Austral se registraron elecciones después de los procesos en la UTEM y la UMCE, y la tendencia a la perpetuación del patriarcado terminó imponiéndose. Por primera vez en la historia de la Casa de Estudios se presentó una mujer como candidata a la Rectoría, la académica Maite Castro Gallastegui, quien fue Directora de Relaciones Internacionales y Prorrectora interina. Debió competir con otros tres candidatos, todos hombres.
Finalmente, la académica compitió en segunda vuelta con Hans Richter, que fue Vicerrector de Investigación hasta octubre del año pasado. La diferencia entre ambos fue muy estrecha en la primera votación: 17 votos a favor del catedrático. Richter terminó imponiéndose al final, aunque también con una corta distancia: solamente 23 votos.
Se ha logrado, en efecto, un paso histórico: hoy tres universidades estatales y/o públicas tienen mujeres rectoras. Pero es insuficiente, porque la inequidad de género aún resulta abrumadora y el predominio cultural del patriarcado se resiste a ceder.
Estamos en tiempos en los que se ha registrado un crecimiento sustantivo de la presencia de las mujeres en el mundo académico, intelectual y científico; en que la Nueva Constitución de Chile será elaborada por una Convención de carácter paritario; en que se establecieron mecanismos de paridad a las listas para cargos de representación popular; en que se acaba de despachar para su promulgación a ley el proyecto que establece la paridad de género en las empresas del Estado y sociedades anónimas. Un tiempo histórico en que el clamor de las mujeres por igualdad en dignidad y derechos forma parte fundamental del movimiento ciudadano por un Chile con más democracia, con inclusión y renovación.
¿No habrá llegado la hora de que se consagre legislativamente la equidad de género en la conducción de las universidades estatales y públicas?
Considerando el papel determinante de las universidades en la producción y la distribución del conocimiento, así como en la formación de las nuevas generaciones de profesionales, científicos e intelectuales, sería una contribución clave a una sociedad que supere los roles tradicionales de género y toda forma de discriminación arbitraria.
Por Andrea Condemarin. La autora es Ingeniera Civil Industrial e integrante del directorio de la Fundación Progresa.
Santiago, 25 de junio 2021.
Crónica Digital.