Esa belleza en la forma de presentarnos esta familia de osos de lata con remaches dentro de un gran engranaje que también es una vida, es simplemente genial y creo que a todos nos produjo eso de sentir que estábamos viendo un juguete antiguo, que apropósito Leonardo da Vinci a pedido de los Medici fabricó un león autómata, que daba un paso y desde su pecho dejaba salir una flor, todo esto era posible ya en 1515 con el ingenio, los conocimientos mecánicos y el poder del engranaje a cuerdas.
Pero si ya la estética de “Historia de un Oso” nos proponía un mundo visual nuevo para lo que habíamos visto en el cine chileno de animación, el guion nos daba un sentimiento más universal, como es el del ser lejano, perdido, rehén o exiliado, prohibido de volver a su tierra. Ahora bien, el peso de nuestra historia de los últimos 40 años queda reflejado desde esa extraordinaria melodía, la sencillez de un oficio de reparador de engranajes y a la vez un especie de organillero que daba vuelta al manubrio para que comenzara la función de la historia de un oso, con un final feliz, pero paradojalmente el papa oso convive con su soledad. Hasta ese allanamiento a nuestras moradas para llevarse a cuantos se cruzaran por el camino del opresor.
El circo por otro lado, es mostrado desde la mirada del animal que sufre, del que está encerrado, pero que sirve de espectáculo y de entretención al mundo entero. “Historia de un Oso” no es explícita como lo fueron en su tiempo “Imagen Latente” (1987) de Pablo Perelman, donde un fotógrafo busca a su hermano desaparecido después del Golpe Militar. También en “Angeles” (1988), de Tatiana Gaviola, se presenta un argumento directo cuyos protagonistas, estudiantes universitarios, ven truncadas sus carreras y su futuro después del “73. Pero es en la película “La Frontera” (1991) del director Ricardo Larraín donde el contenido político es bastante explícito pero sutil, aquí se trata por primera vez la problemática del relegado, que tiene que dejar su hogar y su trabajo pero sin salir del país. Entonces tenemos que en este corto ganador del Oscar el director Gabriel Osorio y el productor Patricio Escala hicieron un trabajo de una creatividad deslumbrante, nunca antes visto, de un abanico de colores y un oso pedaleando en la ciudad sin palabras para expresar muchas cosas como represión policial, detenido, prisionero y desarraigo. Aparece por tanto, el exiliado que al llegar se convierte en un retornado, que el caso del oso mecánico y su familia es un reencuentro de una ternura creíble
De un bajo presupuesto, casi austero de28 millones de pesos que costó la realización de este corto y la música del dúo Dènver que interpretó a cabalidad los sentimientos del director con esa carga emocional de ser un nieto de un exiliado, “Historia de un Oso” compite en las ligas mayores y le gana el Óscar a Pixar, uno de los grandes estudios de animación del mundo. Con esto nos sacamos esa espina del 2013 cuando la cinta “No” de Pablo Larraín perdió ante la coproducción austriaca-francesa “Amour”. Entonces “Historia de un oso”, no solo ganó por su sencillez sino por esa universalidad que tienen el dolor y los sentimientos, donde detrás de un personaje se esconde un pasado igual que el que vivieron miles de chilenos privados de volver a su patria.
Por Miguel Alvarado Natali
Crónica Digital, 1 de Marzo 2016