Bañarse con agua helada y entrenar en senderos andinos o dentro de una cámara fría forma parte hoy de la preparación de Millán Ludeña, quien aspira a convertirse en el primer ecuatoriano en correr 100 kilómetros en la Antártida.
Según explicó a Prensa Latina este atleta aficionado guayaquileño de 35 años, y apenas 1,60 metros de estatura, se trata de una prueba extrema que espera vencer en menos de 24 horas, periodo durante el cual deberá estar preparado, física y mentalmente, para soportar temperaturas de hasta 30 grados bajo cero.
En la onceava edición de la Antartida Ice, prevista para correrse a finales de enero próximo, ya se inscribieron 11 corredores, agregó el ecuatoriano, un ingeniero agrónomo que labora en la Vicepresidencia de la República, y dedica su tiempo libre a practicar esta disciplina también llamada de aventura.
No me considero un corredor de élite, más bien lo hago por hobby, afirma Ludeña, quien a pesar de su amateurismo y el poco tiempo que lleva en estos menesteres, tampoco es un improvisado, pues tiene en su palmarés haber corrido 169 kilómetros en la Patagonia en 2012, y dos años después terminó la exigente Maratón de Sables.
Ludeña recuerda que en ese último desafío que se corre sobre una distancia de 264 kilómetros, divididos en seis etapas, en el desierto de Sahara, además de soportar el peso de la mochila donde cargaba el autoabastecimiento, debió lidiar con temperaturas de hasta 50 grados durante el día, mientras que en la noche el termómetro bajaba hasta los seis grados.
Las ampollas fueron otro enemigo que estuvo presente desde el primer día que pisó las arenas marroquíes, pero ninguna de esas adversidades le impidió llegar a la meta, y convertirse en el primer ecuatoriano que culmina la maratón de Sables, calificada por la publicación especializada National Geographic como la carrera de aventura más difícil del mundo.
Para el nuevo reto que supone correr 100 kilómetros sobre el mar congelado de la Antártida, Ludeña y su equipo de apoyo, entre los que se cuentan un nutricionista, un preparador físico, un psicólogo y un fisiólogo, diseñaron un plan de 20 semanas de preparación.
La etapa de simulación, explica, incluye correr en las alturas que rodean a Quito, prescindir de abrigos y cobijas en las frías noches capitalinas, y permanecer hasta dos horas sobre una caminadora instalada dentro de la nevera de una fábrica de hielo de un amigo.
A diferencia de la maratón de Sables, adonde llegó con 59 kilogramos de peso, y terminó con 55, Ludeña subirá ahora a 72 kilogramos, sobre todo de grasa, para poder soportar el frio antártico.
Esa aparente “gordura”, sin embargo, desaparecerá rápidamente, pues estima que perderá al menos un kilogramo cada seis horas de carrera.
Para enfrentar la tan comentada soledad del corredor de fondo, Ludeña dice que escucha música que no le gusta, y le pide a sus amigos que le escriban mensajes en pequeños pedazos de papel, para ir leyéndolos durante la competencia, pues en su opinión, aunque la preparación física es importante, la mente juega un papel crucial en estas pruebas de largo aliento.
Por Nestor Marin
Quito, 7 de octubre 2015
Crónica Digital/PL