Fue un solo estremecimiento, un júbilo prolongado en un eco continuo como si no existieran cuatro mil 235 kilómetros entre Belo Horizonte y Colombia, borrados en un instante por la magia de un gol de oro, destellante
Su artífice fue Pablo Armero, a los cinco minutos de iniciado un partido con Grecia como adversario, del que había que cuidarse sobre todo en la altura donde eran fuertes, comentó Tino Asprilla unos minutos antes en respuesta a un sondeo con el que comentaristas deportivos buscaban un anticipo de lo que podría sobrevenir en la cancha.
Los nuestros tienen que trabajar abajo, para cansarlos, advertía Asprilla.
Al conjuro de ese primer gol impecable, redondo, mágico por inesperado, el director técnico José Pekerman, dueño de una serenidad legendaria, fue incapaz de refrenar su entusiasmo y se le vio saltar, eufórico, gritar goool con los brazos en alto, primero de cara a sus pupilos.
Luego, frente a las graderías repletas, donde resplandecía el amarillo en vastas franjas copadas por los hinchas colombianos.
Casi enseguida emergió el semivuelo de David Ospina, protagonista de un salto poderoso que cerró de plano la entrada al balón griego en la red anhelada que marca, uno a uno, cada peldaño del ascenso al cielo.
Como si fuera poco, un segundo golazo de Teófilo Gutierrez y, para rematar, el rey James Rodríguez con el balón como un cetro, símbolo del regreso histórico de la selección colombiana por la puerta ancha de un Mundial esquivo desde hace 16 años.
En Bogotá se calcula que, sólo ante las pantallas televisivas de ocho por cinco metros y alta definición -instaladas en plazas y parques citadinos por la Alcaldía-, unos 50 mil espectadores vibraron ante el debut triunfal de los cafeteros.
Por lo demás, toda Bogota, como Colombia toda, de uno a otro extremo, fue un estallido de júbilo, fundida en un metafórico abrazo masivo. En cada casa, en cada restorán o cafetería, cada gol multiplicado por cientos de miles de gargantas.
Recobrada su compostura, Pekerman recomendaba mesura, una vez finalizado el juego. Es solo un partido que no implica clasificación alguna, es solo el comienzo, todavía lo principal está por delante, recordaba.
Lo mismo recomendaba James Rodríguez, el rey, captado en una imagen inolvidable. En primer plano, su rostro radiante, los brazos extendidos, abiertos al triunfo.
Sobre sus hombros Armero y Juan Guillermo Cuadrado, en un alarde de victorioso equilibrio.
Por Por Anubis Galardy
Bogotá, 14 de junio 2014
Crónica Digital / PL