DEMAGOGIA

La impopular candidata derechista rompió en cámara un cheque por 3.500 millones de dólares. Declaró furibunda que no iba a pagar con éste los estudios de los “ricos”. La cifra equivale a más de la mitad del costo total de la educación superior y es aproximadamente la cuenta que hoy se ven forzados a pagar los estudiantes. Es decir, propone dejar las cosas exactamente como están. Mala idea. La abrumadora mayoría de los estudiantes pertenecen a la clase media. Necesitan angustiosamente educación gratuita, porque sus familias no tienen ingresos suficientes para pagarla.

Por cierto, las familias verdaderamente ricas deben pagar los estudios superiores de sus hijos. Esto es, aquellas que pertenecen al uno por ciento más rico de las familias del país. Sin embargo, se trata de unos 15.000 jóvenes, que representan menos del uno y medio por ciento de los estudiantes y el costo de sus estudios es inferior a sesenta millones de dólares anuales.

Evidentemente, esos números no justifican la mantención del actual esquema de educación pagada, que es lo que en realidad defiende la candidata derechista. Parece mejor idea que sus padres paguen los impuestos que hoy eluden. De ese modo, todos los jóvenes de Chile podrán acceder al mismo derecho, con el mismo deber: educación gratuita y de calidad a cambio de su compromiso de retribuirla como buenos ciudadanos, comprometidos con el progreso del país y el bienestar de su pueblo. Así era antes.

Algunos cálculos rápidos demuestran lo anterior:

  • Los ingresos totales de las instituciones de educación superior, incluyendo universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica, públicos, particulares del Consejo de Rectores (CRUCH) y privados, sumaron poco más de 6.000 millones de dólares el año 2012, según el Ministerio de Educación. Eso significa que los 3.500 millones de dólares que según la candidata se gastan en los “ricos”, representan más de la mitad de los ingresos totales de estas instituciones. Equivalen aproximadamente a todo lo que se cobra actualmente a los estudiantes. Por lo tanto, “romper el cheque” significa dejar todo igual como está hoy.
  • Por otra parte, la población chilena entre 18 y 25 años son poco más de dos millones de jóvenes, según el Instituto Nacional de Estadísticas. Por lo tanto, aquellos que provienen del uno por ciento de familias verdaderamente ricas no pueden exceder los 20.000, de los cuales alrededor de un 80 por ciento accede a estudios superiores. Si se considera que esas familias tienen menos hijos que el promedio, la cifra de 15.000 estudiantes ricos de verdad parece razonable. Ellos representan menos del uno y medio por ciento de los estudiantes de educación superior, que el 2012 fueron 1.127.181.
  • Por otra parte, el costo promedio de una carrera universitarias es de poco más de dos millones de pesos anuales, lo que equivale cuatro mil dólares. De este modo, el costo de los estudios de los 15.000 estudiantes hijos de familias verdaderamente ricas, es de aproximadamente 60 millones de dólares anuales.
Hasta hace poco, se acostumbraba llamar “ricos” a las familias pertenecientes al 20 por ciento, de mayores ingresos de la población, medidos según la encuesta de hogares denominada CASEN. Sin embargo, el ingreso promedio de esas familias es de poco más de dos millones de pesos mensuales. 
Eso es lo que gana, por ejemplo, una pareja de profesores de educación media, quienes difícilmente pueden considerarse personas ricas. Los aranceles de uno de sus hijos o hijas que estudie la carrera de medicina, por ejemplo, superan los 700 mil pesos mensuales, que representan más de un tercio de los ingresos familiares de tales “ricos”.
Esa carga resulta asimismo muy elevada para el 10 por ciento de mayores ingresos de las familias encuestadas por la CASEN, cuyos ingresos promedio son del orden de 3,5 millones de pesos mensuales. Tampoco resulta despreciable ese gasto en el caso del uno por ciento de las familias más acomodadas que responden la CASEN, cuyos ingresos promedio son de siete millones de pesos mensuales.Esa es la remuneración del rector de una universidad del CRUCH y difícilmente se lo puede catalogar por este motivo como persona acaudalada. Especialmente, si se considera que sus ingresos por encima de cinco millones de pesos están gravados con un 40 por ciento de impuestos, que a él o ella se les descuentan por planilla – eso no sucede con los altos sueldos de las universidades privadas, los que se pagan de maneras que permiten eludir buena parte de estos impuestos.

Todas las personas que responden la CASEN son personas de trabajo e incluso los de mayores ingresos pertenecen a la así denominada clase media. Ello se demuestra al multiplicar el número de las familias que responden dicha encuesta, por el ingreso promedio de las mismas, lo que el año 2011 arroja un total que equivale al 40 por ciento del producto interno bruto (PIB) de ese año. Dicha proporción se aproxima bastante a las remuneraciones del trabajo, las que según el Banco Central representan alrededor de un tercio del PIB.
Existe sin embargo otro uno por ciento de la población, pero éste no responde la encuesta CASEN. Son los que se apropian del denominado “excedente bruto de explotación”, que según el Banco Central representa un 55 por ciento del PIB. Parte de éste lo reinvierten en sus empresas, pero consumen alrededor de un tercio del PIB. Son fácilmente identificables, puesto que viven en barrios segregados, donde este consumo se aprecia a simple vista. Esas son las familias verdaderamente ricas.

Estimaciones recientes
 muestran que el uno por ciento más rico se apropia de cerca de un cuarto del ingreso, aún en países relativamente equitativos como son los más desarrollados. En el caso chileno, aparte de las estimaciones de CENDA, recientes estudios dirigidos uno porEugenio Figueroa y otro por Eduardo Engel, coinciden en que el uno por ciento verdaderamente rico se apropia de cerca del 30 por ciento del ingreso.
Ese chequesito no lo rompe la candidata ¡por ningún motivo.Por Manuel Riesco. Economista.

Santiago de Chile, 7 de noviembre 2013
Crónica Digital

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