El debate sobre el lucro en la educación en Chile, ha podido llegar en los dos años recientes hasta niveles altamente sofisticados de conceptos, de explicaciones y de teorías. Pero nos parece ilustrativo describir cómo funciona en realidad el lucro desde el interior de las universidades, colegios y liceos privados.
Aquí se trata de describir cómo opera el mecanismo del lucro y cuáles son sus principales efectos sobre los estudiantes, los profesores y académicos y los funcionarios y trabajadores administrativos de cada institución.
Nos proponemos hacer una suerte de “anatomía patológica” del mecanismo lucrativo en la educación chilena, mecanismo que -en general- tiene visos de ser legal, que funciona desde los años ochenta del siglo pasado, que ha sido perfeccionado en los recientes 20 años y que nunca ha sido controlado suficiente ni efectivamente por el Ministerio de Educación ni por el Consejo de Educación Superior.
LA INDUSTRIA DEL MARKETING EDUCACIONAL
Todo comienza con un bien aceitada y multimillonaria industria del marketing educacional que ofrece a los posibles clientes (alumnos de enseñanza media o egresados universitarios sin título o universitarios en busca de perfeccionamiento), los mejores servicios educacionales que se puedan encontrar en el mercado.
Sistema que se pone en movimiento en los últimos meses de cada año, para que los futuros compradores tengan tiempo de tomar su decisión.
Las frecuentes ferias educacionales organizadas por algunos liceos cada año, son el espacio mercantil donde compiten las distintas empresas educacionales, ofreciendo sus servicios, proponiendo ofertones y “combos” a cambio de una matrícula. En esas ferias se distribuye abundante material publicitario del producto en venta y que los estudiantes de tercero y cuarto medio -que son acarreados alegremente como ovejas- visitan fielmente.
Lo que ese alumno no sabe es que sin perjuicio de lo que dice su “contrato de servicios educacionales”, las mallas curriculares que fueron “vendidas” al momento de ingresar, pueden ser cambiadas dos y hasta tres veces en una misma carrera y con un misma cohorte de estudiantes, por lo que el perfil educacional con el que comenzó no será el mismo con el que terminará. Incluso podrá suceder que una asignatura que se encontraba en la malla cuando el alumno ingresó a la carrera, desaparezca a mitad de camino. ¿Publicidad engañosa?
INGRESO EN EL MERCADO DE LOS SERVICIOS EDUCACIONALES
Los estudiantes postulan e ingresan a carreras cuyo costo operacional es infinitamente más bajo que el valor mensual y anual que ese estudiante-cliente deberá pagar hasta el fin de sus días. En este mercado concurren ademas otros actores económicos adicionales: por un lado, el Estado que aporta créditos, becas y otros beneficios monetarios, por el otro, la banca, que aprovecha a recibir beneficios desde los fondos fiscales y comisiones por el pago de las mensualidades, y finalmente, los profesionales docentes o académicos, que son contratados por esas universidades, conforme a criterios financieros y a un valor-hora que varía ad-infinitum.
El “secreto de la montaña” del sistema del lucro en las universidades en Chile es que el costo en infraestructura y en recursos humanos que significa mantener una sede universitaria (en las que siempre faltan implementos y materiales pedagógicos), es siempre mucho menor que el total de las mensualidades pagadas por los estudiantes, porque si hay un desequilibrio entre ambos renglones presupuestarios, o se aumenta el número de alumnos, o se disminuye la carga de profesores o se despide personal para abaratar costos.
Tal como sucede en un supermercado o en un multitienda.
LA TRAMA DEL LUCRO: UNA PARTE DE LOS INGRESOS NO SE DESTINAN A FINES EDUCACIONALES
Es aquí donde comienza a operar el mecanismo lucrativo.
Con la creación de una red cada vez más compleja e intrincada de sociedades espejo y sociedades inmobiliarias, los dueños y accionistas de esa universidad, extraen de los dineros ingresados cada mes, montos crecientes de recursos para beneficio personal. Es decir, del dinero que les entrega el Estado (CAE por ejemplo) y de las mensualidades canceladas por los alumnos, se desvían recursos monetarios frescos para los accionistas, propietarios y/o sostenedores.
Estos dineros pueden destinarse a beneficio personal o a adquirir propiedades inmobiliarias o a extender el número de sociedades dentro del negocio educacional o a financiar otros negocios. La red de sociedades espejo en el negocio educacional, funciona como el sistema del multi-RUT donde los mismos accionistas son propietarios de partes de las acciones de cada sociedad, que se compran y se venden a sí mismos y entre ellos los servicios que se supone realiza cada sociedad en particular.
Este mecanismo permite por ejemplo, que los propios accionistas de una universidad, se arriendan a sí mismos los edificios donde hace clases esa entidad, edificios que pertenecen a distintas sociedades de los mismos accionistas.
Desde el punto de vista de los académicos y profesionales dedicados a la enseñanza, este mecanismo significa que estas “empresas educacionales” contratan sus servicios en condiciones de cierta precariedad: generalmente son contratos a honorarios que duran solamente los meses de actividad pedagógica, quedando cesantes de diciembre a marzo o durante las vacaciones de invierno. O sea, la precariedad y la flexibilidad laboral existen y se aplican intensamente en el mercado educacional universitario, explotando y desechando mano de obra altamente calificada.
Con frecuencia los profesionales docentes son contratados por un sueldo fijo, pero se les asignan 5, 6, 7 y hasta 8 asignaturas en distintas carreras (dos, tres, cuatro y hasta cinco carreras diurnas y vespertinas), de manera de explotar al máximo el trabajo intelectual de los educadores.
De resultas de este sistema de trabajo, la rotación anual y semestral de profesores, de directores y jefes de carrera y personal académico en general en estas “universidades de mercado” es, por lo tanto, mucho mayor que en las universidades estatales.
CON MENOS DINERO, EL SISTEMA ENTRA EN CRISIS
Pero, ¿que sucede si una entidad universitaria comienza a incumplir los contratos y remuneraciones de sus profesores? ¿O si los alumnos dejan de pagar sus mensualidades por clases que no se han realizado? ¿O si los alumnos comienzan a manifestarse en contra de este sistema y lo denuncian en público?
El resultado es particularmente perverso: por una parte, se deteriora la imagen pública de esa universidad, provocando a su vez, que los alumnos de enseñanza media prefieran matricularse en otra universidad más estable y segura, de manera que la disminución de la matrícula perjudicará a los profesores contratados (menos clases, menos remuneraciones) y los alumnos pensarán en desertar hacia otra universidad -una vez más- más estable y segura y menos desprestigiada.
El desprestigio de esa universidad ocasionará que los alumnos titulados y egresados tengan dificultades para ingresar al mundo del trabajo, porque su titulo será mirado con sospecha y desconfianza.
EL DESPRESTIGIO Y LA INCERTIDUMBRE SE RETROALIMENTAN
Esto genera un creciente nivel de endeudamiento de la universidad lo que disminuye sus posibilidades de conseguir recursos financieros, para pagar los sueldos de profesores y funcionarios e invertir en recursos educacionales y pedagógicos.
Ahora, si los funcionarios y profesores impagos prefieren recurrir a los tribunales de justicia para exigir que se cancele lo adeudado, la espiral de endeudamiento va a aumentar porque los accionistas y ejecutivos de finanzas de la universidad, tendrán que decidir cada mes si pagar a los profesores y funcionarios todavía trabajando, o pagar las multas y juicios laborales perdidos en los tribunales.
A su vez, la huida de profesionales docentes, ocasionará que será cada vez más difícil para esa universidad encontrar profesores de calidad y con un buen perfil académico y pedagógico, será más complejo reemplazar jefes de carrera y profesionales, lo que repercutirá sobre la calidad de los procesos de enseñanza.
LA UNIVERSIDAD DESPRESTIGIADA COMO CARCEL
Ante este escenario de desprestigio público y de deterioro de las condiciones laborales, muchos profesionales prefieren no ir a hacer clases en esa entidad, porque las redes de profesionales y amistades ya le han informado que esa universidad no paga o paga mal, al tiempo que muchos otros profesionales académicos abandonan ante el incumplimiento de la universidad, por lo que se genera un ambiente de incertidumbre entre funcionarios y administrativos, y los alumnos perciben un lento y gradual deterioro de la calidad de los procesos educativos.
El problema educativo que enfrentan los alumnos es peor: los estudiantes que prefieren quedarse, se encuentran entrampados en la creencia que “todo irá bien” y en un ambiente de incertidumbre y tratan que las clases continúen lo más normal posible para que alcancen a terminar sus carreras y huir rápidamente al mercado laboral; y los estudiantes que quieran desertar, abandonar, congelar, renunciar y/o emigrar hacia otras universidades, se enfrentan al riesgo que no sean reconocidas, convalidadas ni homologadas muchas de las asignaturas aprobadas, perdiendo uno, dos y hasta tres años de estudios ya realizados.
Santiago de Chile 23 de agosto 2012.
Manuel Luis Rodríguez U.
Crónica Digital