La película esta basada en la novela top del británico Dan Brown que, en síntesis, trata de esclarecer el supuesto romance entre Jesucristo y María Magdalena, además de los esfuerzos del Opus Dei para que no se conozca el verdadero secreto del Santo Grial.
El tema es delicado y sensible, por tanto, el autor se apresura a declarar que todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que describe en el texto son veraces.
A raíz de esto existe una seria confrontación entre la poderosa Sony Pictures y la controvertida organización católica Opus Dei porque esta última se siente seriamente afectada en su imagen pública al ser pieza clave en la serie de intrigas, crímenes y obscuros negocios que relata el best seller a través de las andanzas del personaje llamado Silas quién milita en las filas del Opus.
Punto aparte es que, efectivamente, el autor da cuenta de un hecho cierto e inobjetable, cual es la existencia de un gigantesco inmueble en la exclusiva Lexington Avenue de Nueva York a un costo de 47 millones de dólares que los seguidores de Escrivá construyeron y habilitaron en tiempo récord. La pregunta que naturalmente surge es; ¿cómo es posible que una institución católica como el Opus Dei pueda gastar esa escandalosa suma en una sede, si su misión es -o debería ser- la promoción del Evangelio, la Misericordia y la Paz?
Ante todo este cuadro y para fundamentar su total oposición a que circule por el mundo el filme El Código Da Vinci, ha hecho una serie de declaraciones el portavoz de la Obra en Roma, Manuel Sánchez, quién a diario informa de este escandaloso impasse a Monseñor Javier Echavarría, jefe máximo del Opus Dei en el mundo.
Desde su posición crítica el vocero de la prelatura reconoce que hasta ahora la batalla está prácticamente perdida, es decir, ya no pueden detener la masiva difusión del filme, sin embargo reconoce que en las últimas semanas las presiones han aumentado tanto desde Roma como en los EEUU y Japón, exigiendo a los ejecutivos de Sony Pictures que se eliminen de la película todas las referencias que involucren a la prelatura Opus Dei.
Lo que tendremos entonces este 2006 es una gran ofensiva comunicacional de esta organización religiosa que cultiva el secretismo, la intolerancia y el conservantismo social, privilegiando en sus filas a poderosos hombres de negocios y políticos de derecha que sin más aceptan el neoliberalismo económico y una visión del mundo cerrada e integrista.
Ya en el verano del 2004, en Chile, el obispo de San Bernardo y conspicuo miembro del Opus Dei, Juan Ignacio González, declaraba por El Mercurio que los católicos no deben leer el Código Da Vinci, demostrando con esta actitud su desprecio al libre ejercicio de la conciencia humana y poniendo en duda el correcto discernimiento que toda persona tiene derecho a ejercer en todos los ámbitos de su vida, especialmente si lo hace desde la praxis concreta del Evangelio.
Antes de cerrar esta nota pedida por distintos sectores de laicos comprometidos y fieles a las enseñanzas del Evangelio y el Concilio II, viene a la memoria lo que una lúcida religiosa siempre recuerda de los miembros del Opus Dei, en una de las sedes vaticanas: Son obedientes con sus superiores, pero altaneros frente a los otros servidores de Dios, son eficientes, despersonalizados, intolerantes e inquisitoriales
Por: Jaime Escobar M. Editor de la revista Reflexiòn y Liberación y miembro del consejo editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 28 de febrero 2006
Crónica Digital
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