El fin de año trajo la comezón del cambio de gabinete ministerial-
El matutino La Segunda se preguntó en portada el miércoles 3 de diciembre, “¿Cambio de Gabinete?”, a propósito de los malos resultados para el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet en encuestas de opinión pública.
Y “El Mercurio” apuntó con mayor precisión en su comentario en “La Semana Política”, de este domingo 7 de diciembre ¿Cambio de Gabinete o de rumbo?”, precisando, en su conocido estilo “que más que el eventual cambio de gabinete, es la posibilidad de una necesaria corrección de rumbos la verdadera incógnita del actual escenario político”.
La realidad es, que no se trata de una preocupación de última hora, o motivado en resultados de alguna encuesta, que como todas, es la fotografía de un momento político, y se magnifican o se desconocen, según el cristal con que se miren y las conveniencias o necesidades de la circunstancia, o si aportan, o confirman los intereses de la coyuntura.
Tal parece que en determinados sectores de la clase política bajó el apuro por un cambio de gabinete ministerial del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.´
Lo cierto es que, en teoría, y en la práctica política , y en un gobierno de carácter presidencial como el chileno, los cambios de gabinete ministerial no tienen por qué ser necesariamente un episodio traumático.
Pueden corresponder a ajustes del desempeño de los ministros, a los ritmos de aplicación de tales o cuales políticas. O a fallos administrativos
Distinto es el caso de los gobiernos de tipo parlamentario, donde los gabinetes, desde el primer ministro, dependen de mayorías circunstanciales o de desajustes en las alianzas que lo sostienen.
Una cosa es un ajuste, incluso un cambio en el ritmo de aplicación, debido a condiciones de la realidad política y económica, y otro asunto muy distinto es cuando un cambio de gabinete corresponde a un cambio en los contenidos del programa de un gobierno, un cambio de estrategia, o cómo andan diciendo por ahí, un cambio en el rumbo. O un alejamiento del programa, aprobado por los electores.
Lo que busca desconocer la derecha es que el tiempo de las demandas ya estaba maduro, porque la sociedad estaba ya dispuesta para los cambios, o porque la voluntad democrática social, reflejada en la decisión electoral, determinó sus contenidos, y las exigencias de la mayoría las instalaron en la agenda política del país.-
Desde las trincheras de la oposición de derecha, el tema se ha transformado en recurso plañidero, en una estrategia de sabotaje al gobierno, pero sobre todo de combate al proceso de reformas puesto en marcha.
La verdadera intención no es, entonces, promover la eficiencia, la capacidad de gestión o los “intereses superiores” de la gobernabilidad, sino imponer la renuncia al camino de reformas estructurales aprobadas por los ciudadanos al votar por Bachelet en las presidenciales de 2013.
La idea fuerza de la campaña no es “corregir”, sino “eliminar”, “frustrar”. Y el mecanismo es imponer “los temores” supuestos o estimulados publicitariamente, de lo que llaman el “sentir ciudadano”.
Y por supuesto ya tienen el objetivo estratégico de la campaña planificada para el 2015: la reforma constitucional.
Incluso aprovechan algunas frases infortunadas de algunos impacientes de la propia Nueva Mayoría, incluso fervientes partidarios del mecanismo de la Asamblea constituyente, que han dicho que “la nueva Constitución no tendrá espacio político ni electoral para su desarrollo”, y otros que buscan negociar- o desvirtuar- su contenido con la Derecha.
Frustrar el proceso de reformas, separar el gobierno de la presidenta Bachelet de su base social y política, empañar su credibilidad, capturar a las capas medias, instalar en la sociedad nacional la incertidumbre, la desconfianza y la desesperanza, sabotear la economía, incentivar la conflictividad social, “rebelarse” contra las reformas, son algunos de los objetivos y medios de un ataque que busca copar todos los flancos.
En esta circunstancia a los demócratas les cabe fortalecer y cohesionar las fuerzas que apoyan las reformas, organizar y movilizar, ampliar la influencia política y social del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet y de la Nueva Mayoría, y los sectores independientes que la apoyan, sumar, fortaleciendo además la institucionalidad y los principios democráticos.
Una vez más: para la derecha opositora, lo del cambio de Gabinete es un pretexto para impulsar un cambio de rumbo. Para los demócratas lo que se necesita es fortalecer al gobierno, ampliar su base de apoyo, y reforzar sus líneas, cohesión y política, mantenerse activos y unidos, para seguir avanzando.
Indudablemente ello pasa por todos los mecanismos que la democracia supone, como la negociación política, los acuerdos necesarios, el estudio de todas las formulas que mejoren las reformas, pero de cara al pueblo y con el pueblo, es decir con la participación activa de las mayorías, que son las únicas que, en definitiva, e históricamente le dan la legitimidad de los cambios.
2015 tiene grandes tareas para el Gobierno, la Presidenta, la Nueva Mayoría, y para todos los que tienen esperanzas de progreso y prosperidad, profundización de la democracia y de la soberanía popular.
Hay grandes cosas por hacer.
Por Marcel Garces
Santiago de Chile, 9 de diciembre 2014
Crónica Digital