El XXVI Encuentro del Foro de Sao Paulo, que cierra hoy aquí sus cortinas, reactivó alertas al conocer aspectos de la doctrina Monroe, a dos siglos de su partida como narrativa de las intervenciones de Estados Unidos
«En diciembre de 1823, el presidente James Monroe dio a conocer en mensaje al Congreso la doctrina que definiría la esencia de la política exterior de Estados Unidos hacia la región latinoamericana y caribeña, resumida en la idea «América para los americanos», afirmó el historiador cubano Elier Ramírez, subdirector del Centro Fidel Castro.
Con tal principio, señaló, se justificaba el rechazo a cualquier nuevo intento europeo de interferir o extender su sistema de gobierno al continente americano, como un peligro para la «paz y la seguridad» de la nación norteña, encubriendo sus intereses expansionistas y hegemónicos, de manera muy particular en ese momento hacia Cuba y México”.
Según Ramírez, la doctrina Monroe sirvió a Washington para declararse de manera unilateral y como si fuera un derecho divino, protector del continente americano, haciendo saber al resto del mundo, donde residía su zona de influencia, expansión y predominio.
En la 26 edición del mecanismo de concertación de fuerzas progresistas de la región, refirió a cómo esa teoría tendría numerosas actualizaciones y corolarios de gobiernos norteamericanos, y fue creada solo para ser definida, interpretada y aplicada a conveniencia de Estados Unidos.
Consideró que «resulta muy ilustrativo a la luz de hoy cuando seguimos viendo la obsesión yanqui con relación a Cuba, que en el contexto de la proclamación de la doctrina Monroe, estuvieran gravitando en especial los intereses de dominación de Estados Unidos sobre la mayor de las Antillas».
Y es que la doctrina también se complementaba con la llamaba teoría de la Fruta Madura, formulada por John Quincy Adams en 1823, en la cual se comparaba a Cuba con un fruto.
Metafóricamente, precisó Ramírez, que como mismo existían leyes de la gravitación física, estaban de la política y, por tales razones, no había otro destino para Cuba que caer en manos estadounidenses, solo había que esperar el momento oportuno a que esa fruta estuviera madura para cumplirse ese final inevitable.
«La resistencia y logros de la Revolución cubana, su ejemplo de independencia y soberanía absoluta a las puertas mismas del imperio estadounidense, era una realidad inadmisible para los verdaderos propósitos hegemónicos bajo los que fue inspirada la doctrina Monroe», aseguró el historiador.
Subrayó que el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, «abrazaría el ideal bolivariano, martiano, anticolonialista, antiimperialista, internacionalista y marxista, convirtiéndose en una herejía que aun hoy y de cara al futuro, continúa librando y ganando grandes batallas, mientras viva su ejemplo y pensamiento».
Brasilia, 2 de julio 2023
Crónica Digital/PL